Aladar, Príncipe de Kirán, miraba la flota de Inquisidores que rodeaban y seguían a su navío.
Había sido criado para ocupar un trono algún día, pero no para eso, no para comandar ejércitos ni guiar armadas de galeones... y eso siempre estuvo mal, porque un rey tenía que ser más que un gobernante, tenía que ser un líder y un ejemplo. ¿Pero qué había sabido Aladar de liderazgo sino hasta el momento en que tuvo que ejercerlo? Había sido criado en el privilegio, la comodidad, la satisfacción de que la gente estaba en la obligación de servirle y obedecerle por el solo hecho de ser quien era.
¿Qué sabía Aladar de liderazgo cuando veía a su madre gobernar con puño de acero y a su padre ocupar un lugar en las sombras? Pues había tenido que poner a prueba la tan famosa frase si líder se hace o se nace... quizás un poco de ambos en su caso.
En esas semanas de viaje, se había puesto un estándar al cual asemejarse, basado en historias de reyes nobles de antaño y grandes leyendas, pero sobre todo... en ella, en Mérida.
Mérida Dunbroch, indomable, tan hermosa y tan fuerte, pero tan frágil, pasaba gran parte del día entretenida con las tropas, saltaba de barco en barco junto a Aladar y se acostumbraba tanto a su rol de compañera, como a sus nuevas circunstancias físicas.
Mérida era una guerrera, y aunque ahora su visión se había reducido, se estaba adaptando muy bien, demasiado bien. Aladar la había visto disparar con el arco y seguía igual de precisa que antes, quizás no tan veloz, pero sorprendentemente precisa. Los soldados se regocijaban con su presencia, la veían con tanta... lealtad. Y cuando caminaban juntos en la cubierta de cada barco, era como si la moral y el espíritu de los soldados se levantara y enalteciera. Había algo en combinación de princesa y futuro rey, había algo en verlos juntos que parecía dar esperanza. Cosa que no debería sorprenderle, pese a que la relación de Érika y Mérida ya era de público conocimiento, la gente veía el futuro en el compañerismo de la muchacha con su futuro rey,
No obstante, la princesa también pasaba el tiempo sentada en la mismísima punta de la proa, las piernas colgando hacia las olas, el viento agitando su cabello y la mirada perdida. Érika le daba espacio y tiempo, Aladar no creía que fuera lo correcto en ese momento.
Mérida no les había contado en detalle el encuentro con Amaranta, sólo les había dicho que una magia poderosa y antigua había puesto a prueba a muchas muchachas antes que a ella, ofreciendo una vida diferente, una vida antes de los Inquisidores y todo lo que implicaban. Todas habían aceptado, y por ello la diosa había seguido su búsqueda por una campeona. Mérida era la primera y única en rechazar la oferta y regresar al presente tal como lo conocía. Mérida había sacrificado mucho... demasiado por ellos, por el mundo. Aladar esperaba que todos estuvieran a la altura de ese sacrificio. Porque no necesitaba saber los detalles de la visión que –en teoría- le había presentado, ¿una vida anterior a los Inquisidores? Una vida donde Mérida estaba en su reino, con su familia y su gente, una vida donde su padre aún vivía... Sí, más les valía estar a la altura de semejante sacrificio.
–¿Alteza?
–Sí, perdona, capitán –sonrió el príncipe a Ágora– ¿Me decía?
–Tenemos provisiones para llegar a las Tierras Verdes sin tocar puerto antes. Pero una vez que atraquemos será imperativo reabastecernos.
–Por supuesto... y lo haremos. De todas formas, pondremos un grupo de avanzada primero, en el cual iremos la princesa, mi hermana, yo y una pequeña escolta. Atracar toda la flota en las costas de esta gente no nos congraciará con ellos.
–Como ordene, señor.
–Capitán.
–¿Alteza?
–¿Está de acuerdo?
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Valiente II
FantastikHan pasado 5 años desde que Mérida Dunbroch se plantó frente a los clanes y defendió su mano. En la víspera deben cumpleaños, rodeada de amigos y familia, celebrando como siempre... una tormenta se desata trayendo consigo el rugir de la guerra. Un a...