Harris caminaba por un campo de muertos, y no, no era una metáfora. Estaba en un campo de muertos... y estaba cansado.
Cuando su padre contaba historias de grandes y gloriosas batallas, había omitido cómo se veía realmente la guerra. No había hablado de lo rápido y lento que un hombre muere, de cómo el cuerpo pierde total dignidad en ese momento, de cómo los hombres gritan, llorando, llamando a sus madres y cómo alucinan con ángeles que van a buscarlos.
No había gloria en la guerra, Harris lo estaba entendiendo ahora. Había cuentos y fábulas que llenaban las mentes de jóvenes como él, maquillando la realidad para hacerle tentadora la idea de enlistarse y menos alarmante la posibilidad de nunca regresar. Pero la realidad era cruda y dolorosa.
Fergus tampoco había hablado del hedor en un campo posterior a la batalla, una mezcla de sangre y mierda, peor que un chiquero, sólo que en la tierra yacían hombres... o lo que quedaba de ellos.
Era la tercera batalla en dos meses, iban invictos, algo que debería darle mucho orgullo y satisfacción al joven regente. Pero el futuro rey no sentía nada más allá del cansancio y desolación, porque estaba harto de todo eso. De la constante muerte y violencia, de que su reino estuviera permanentemente amenazado. No podía encontrar satisfacción en cada victoria ¿cómo hacerlo cuando tenían que seguir peleando?
Había esperado que después de la primer batalla las sublevaciones quedarían aplastadas y al vida volvería a la normalidad, pero no, tercer batalla, tercer batalla en dos meses ¡dos meses!
Nadie hablaba de la limpieza que se hacía tras la batalla, no estaba escrito en las épicas que su madre y tutores le hacían leer, o en las grandes leyendas de héroes. Harris había imaginado muchas cosas en una guerra, pero nunca se vio recorriendo el campo de muertos, lanza en mano como si fuera a pescar y atravesando el pecho de cualquier hombre que aun respirara. Porque no tomaban prisioneros, una decisión tomada sobre la marcha en la primer batalla, porque en teoría enviaba el mensaje correcto: la corona, el reino no toleraba lo que estaba pasando y no habría misericordia para quienes continuaran perturbando la paz.
No estaba funcionando.
Tres grandes batallas en dos meses y no parecía que fueran a detenerse. Algo, entonces, estaba fallando. Harris tenía que caminar entre los cuerpos de hombres que alguna vez habían peleado por su familia, apuñalando sus débiles corazones que se habían volcado hacia otra causa. Estos hombres habían llegado en barcos que ahora se hundían en el mar antes de que el fuego los consumiera. Muchos hombres habían muerto dentro, otros habían llegado a los botes y remado hasta las playas sólo para ser masacrados por el ejército del joven príncipe.
La marea estaba creciendo lentamente, la espuma iba y venía roja y sucia a medida que acariciaba tentativamente los cuerpos para luego llevárselos, como un monstruo de las profundidades recolectando el tributo de los mortales. No merecían más que eso, no merecían que el fuego los expiara y liberara sus almas hacia otro mundo, merecían podrirse y ser devorados por los peces, aprisionados eternamente, ahogando sus almas en agua y frustración.
Harris continuó caminando, hasta que vio el pecho de uno de los caídos subir y bajar lenta y trabajosamente. El hombre tenía una flecha en el estómago y una lanza en la pierna izquierda, un gran charco de sangre a su alrededor que las olas apenas se llevaban lentamente. Harris había visto heridas peores y menores, hombres que estaban al borde de la muerte y hombres que podrían haberse salvado, y los había atravesado con la lanza a todos.
Ese hombre estaba gravemente herido pero lejos del alivio de la muerte. Alivio era lo que menos quería darle, pero no podía dejarlo vivir tampoco. Alzó la lanza... y se detuvo al ver algo... un tatuaje en el pecho, algo que no debería haberle llamado la atención pero que por algún motivo... llamó a sus ojos.

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Valiente II
FantasyHan pasado 5 años desde que Mérida Dunbroch se plantó frente a los clanes y defendió su mano. En la víspera deben cumpleaños, rodeada de amigos y familia, celebrando como siempre... una tormenta se desata trayendo consigo el rugir de la guerra. Un a...