Capítulo 5

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Capítulo 5

Sus pies descalzos avanzaban con cuidado, las piedras húmedas eran resbalosas y las paredes a sus lados cada vez se cerraban un poco más. Pero ella seguía avanzando siguiendo el rastro de pequeñas llamas azules que la llamaban, que la guiaban hacia el recinto del rayo. Parecía que nunca llegaría, sentía que llevaba caminando por horas y la salida no asomaba.

Mérida... Mérida estás aquí la llamaban una y otra vez.

Más adelante, el umbral de luz apareció, la salida estaba cerca, pero... una enorme figura se interpuso. Una criatura gigante como un oso, pero cada vez que Mérida pestañeaba la silueta cambiaba, el oso desparecía y en su lugar quedaba un monstruo, un híbrido del mar.

Se detuvo, no quería seguir avanzando, no hacia allí, no otra vez.

–Mérida, no tienes que hacer esto.

Se giró, Aladar estaba a unos pasos, tendiéndole la mano protectora que prometía seguridad y asilo de todas esas pesadillas.

Mérida suspiraron los fuegos fatuos Mérida... estás aquí... estás aquí...

Mordú rugió, el shika chilló y las flechas silbaron tapando el cielo.

El rey Fegus clamó un grito de batalla y la tormenta rugió sobre ella

Estás aquí...

Mérida abrió los ojos lentamente, contempló su habitación iluminándose con los relámpagos que surcaban el cielo, la tormenta se desataba sobre Kirán, arengaba el mar y movía el viento con furia.

Se giró en la cama y contempló el techo, las imágenes de otro sueño esfumándose lentamente. Pero era tan recurrente que ya conocía de memoria todos los elementos, y poco a poco estaba armando el rompecabezas... o eso creía. Había tanto que aún no entendía, tanto que le aterraba entender.

Había pasado un mes desde la cacería del shika. Tal como lo había prometido, Aladar ordenó que ella fuera omitida de esas excursiones, aunque tampoco había salido otro barco con la misma misión. La cacería era una tradición de temporada, no algo que se hiciera por deporte... aunque ¿qué diferencia había entre uno y otro?

El shika... La imagen de esa criatura era algo que la perseguía, algo que se había sumado a sus confusas pesadillas. ¿O acaso siempre estuvo, pero no había sabido reconocerlo? Los sueños siempre eran... una mezcla de la bestia y el hombre, una línea imposible de trazar entre la persona y la maldición. Y ya fueran los fuegos fatuos o lo que sea, había elegido mostrarle a su padre y a Mordú, había tomado imágenes de su experiencia, de su vida... de sus propias pesadillas, quizás para mostrarle lo que se encontraba en Kirán.

Respiró hondo y largó el aire despacio mientras se sentaba, abrazándose las rodillas con la mirada perdida... pensando, siempre pensando.

Desde el día de la cacería, desde la pelea con Erika y ese momento de acercamiento con Aladar... desde entonces no dejaba de pensar, una y otra, y otra vez. Sentía que... los fuegos fatuos la querían allí, que eso no era un accidente, que no los veía porque la hubieran seguido o la quisieran de vuelta, sino porque era allí donde tenía que estar. Era en Kirán donde, esta vez, se encontraba su destino.

¿Pero por qué?

Aceptar que era en ese lugar donde tenía que estar... era complicado, lo venía esquivando desde que había visto al fuego fatuo en el barco... pero ¿qué otra explicación había? La asustaba pensar que los espíritus disponían de ella para ¿qué? ¿arreglar errores milenarios de otros? Al menos así había sido con el reino perdido y la historia olvidada de Mordú.

Valiente IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora