Deymos Hellstrom llevaba una vida tranquila.
Era un hombre bien pagado por sus servicios a la Corona, tenía una casa en la playa donde nadie lo molestaba y sus días de soldado habían quedado muy lejos ya. Su servicio a la Corona y al reino era llevar a los jóvenes nobles y enseñarles la noble tarea de dar caza a los shikas.
Había entrenado incontable cantidad de pomposos nobles, chiquillos que no toleraban el olor ni la visión de la sangre, cuyos entrenamientos militares eran demasiado gentiles como para luego pasar a sus manos. Pero los moldeaba y transformaba en personas dignas para realizar al menos una temporada de caza y cumplir con ese deber sagrado.
Era un hombre que se había ganado su comodidad y aislamiento, no se metía en políticas de estado ni en asuntos militares, estaba demasiado retirado como para que algo le importara realmente…
Por lo que, cuando el príncipe heredero y Erika llamaron a su puerta cargando a una inconsciente muchacha llena de heridas, se encontró algo desorientado.
Hellstrom había sido militar en su época, con un rango alto de General, y había sido excelente no sólo por su capacidad de mando y grandes estrategias, sino porque había estado involucrado en todo lo que respectada a sus tropas. No dejaba la salud de sus solados en manos de los sanadores ni se desentendía, no, porque él mismo era un sanador.
Erika arrojó al suelo todo lo que estaba en la mesa y Aladar recostó a la princesa con sumo cuidado, Hellstrom seguía en shock.
–¡Maestre! ¡Maestre Hellstrom! –llamó Erika tomándolo del brazo-. ¡Ayúdela!
Deymos se sacudió a sí mismo, su entrenamiento como sanador pateó por sí solo y lo puso en movimiento. Fue de inmediato a romper la ropa de la muchacha para exponer sus heridas.
Aladar y Erika se giraron, así que tuvo que ladrarles un par de ordenes para ponerlos en línea, el pudor de la princesa era la menor de sus preocupaciones.
Mérida estaba muy mal herida, Hellstrom no necesitó de mucho análisis para darse cuenta que el tipo de heridas no podían tener a otro responsable más que un shika.
Algo que era… imposible. Imposible que hubiera shikas en las aguas fuera de temporada, y si los hubiera… imposible que alguien sobreviviera.–Calienta ese cuchillo en el fuego –ordenó a Erika–, tendré que cauterizar un par de heridas.
No era lo ideal, pero se preocuparían por el tejido cicatrizado cuando el momento llegara, ahora no podía darse el lujo de suturar todas las heridas, no cuando la chica había perdido y seguía perdiendo tanta sangre.
–Sujétenla.
–Pero está inconsciente –protestó Aladar.
–No por mucho tiempo.
La herida del cuello fue el primer lugar donde Hellstrom presionó la cara de la hoja. Mérida se sacudió y despertó gritando, los hermanos la sujetaron contra la mesa mientras el hombretón se aseguraba de cauterizar cada rincón de la herida. Para cuando terminó, Mérida lloraba temblorosa, aferrada al brazo de cada hermano y suplicando que se detuvieran. Hellstrom fue a calentar la hoja otra vez, le quedaban al menos dos heridas más por cerrar.
–Resiste, es un poco más, sólo un poco más –dijo Erika apartándole el cabello del rostro–. Eres fuerte, eres la persona más fuerte del mundo, yo lo sé.
–N-no… no puedo… Duele, duele… haz que pare –lloró la princesa.
–Eres un oso –dijo Aladar obteniendo su atención–. Eres un oso, princesa. Puedes rugir tu dolor, pero nunca rendirte.
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Valiente II
FantasíaHan pasado 5 años desde que Mérida Dunbroch se plantó frente a los clanes y defendió su mano. En la víspera deben cumpleaños, rodeada de amigos y familia, celebrando como siempre... una tormenta se desata trayendo consigo el rugir de la guerra. Un a...