–¿Qué haces?
–Te invito a bailar.
Mérida arqueó una ceja hacia Aladar, y éste echó a reír antes de volver a hacer la reverencia y tenderle una mano como el caballero que era. Y ella no pudo más que negar con la cabeza y aceptar la oferta.
Había ido al salón en busca de oxígeno, no podía simplemente irse del castillo, montar sobre Angus y galopar disparando flechas para despejar su mente. Ya no podía darse ese tipo de gustos, de exabruptos que estaban bien para una adolescente sin autoridad ni liderazgo, pero ahora... oh, ahora ella era más de lo que todos y ella misma habían esperado. Ella era líder, era esperanza, era milagro y... rey. Y como tal no podía salir de una reunión y darse a la fuga para ventilar sus emociones.
El debate con los lores y generales había llevado HORAS, horas de discusiones, de demostrar que no eran enemigos, que ella no era una emisaria del demonio y que sí, el verdadero mal estaría a sus puertas si no hacían algo. Ella no había querido más que asegurarles que todo estaría bien, que entre los Inquisidores y ella tomarían la guerra contra Dulgarä en sus manos, pero Harris, oh dulce y valiente Harris, tuvo que hablar de cooperación, y de que el mundo era de todos, y si Kirán cambiaba y era un lugar mejor el mundo entero se vería beneficiado.
Harris había pasado de condenarla como traidora a tender una mano de cooperación en la guerra. Harris, había pasado de ser un chiquillo asustado y lleno de odio... al muchacho que ella conocía tan bien. Porque su hermano era valiente y centrado, sí, un rebelde siempre en problemas, pero siempre había pensado en él como el más indicado para ocupar el trono. El que ella hubiera regresado, que fuera su hermana y no la desconocida que la bruja había prometido cambiaba todo, especialmente a él.
El reino de su padre iría a la guerra, combatirían junto a los kiraníes para... salvar al mundo, básicamente.
Harris había sonreído toda la reunión, y Mérida había querido golpearlo por ello, hasta que se dio cuenta de que la felicidad de su hermano no radicaba en el hambre de guerra o batalla, sino en Elinor participando como hacía mucho no lo hacía. Elinor volvió a ser la reina que sus hijos conocían, la mujer fuerte y aguerrida, la que sabía exactamente qué hacer y qué decir para mover montañas. Era como si su madre hubiera vuelto a la vida, y con sólo eso la familia era otra, una unidad como siempre había sido, una fuerza inconmensurable que ni la magia ni los prejuicios de viejos lores podían detener.
Y entonces, Mérida sonrió. Porque su familia era un frente unido otra vez. Su familia era... su familia.
El gran salón había sido un lugar de despecho, revelaciones y altibajos en esos días, pero aun así Mérida fue hacia él cuando las reuniones finalmente terminaron. Había algo que curiosamente la remontaba a épocas seguras estando allí. Quizás porque fue en ese sitio donde su madre y ella hicieron las paces, donde Elinor realmente la entendió y ella entendió a Elinor, donde aun siendo una niña y un oso se vieron por primera vez a los ojos y hablaron el mismo idioma, se pusieron en el lugar de la otra y aceptaron la responsabilidades que les correspondían.
Ese salón era un sitio de comienzos y cierres, así que no podía faltar el momento en que, siendo Mérida rey y líder de una nación entera, a punto de marchar a la guerra que definiría el destino del mundo, terminara allí. Sólo que... no esperaba que Aladar la siguiera.
–¿Qué vamos a bailar? –le preguntó intentando mantenerse seria.
–Un valls.
–¿Un qué?
–Un valls. Es un baile muy común que se hace en salones como este, en pareja y así... sujeta tu vestido y con la misma mano toma la mía, eso. Ahora pon tu otra mano en mi hombro, eso.

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Valiente II
FantasyHan pasado 5 años desde que Mérida Dunbroch se plantó frente a los clanes y defendió su mano. En la víspera deben cumpleaños, rodeada de amigos y familia, celebrando como siempre... una tormenta se desata trayendo consigo el rugir de la guerra. Un a...