The lady

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Cortaba la tela de su traje, le resultaba bastante conveniente que aquel nuevo trabajo fuera recrear una prenda ya existente. Había escogido el hacer un smoking, justo para la boda de sus estudiantes, slash, amigos.

Aún faltaban unos días para eso así que tenía el tiempo de sobra, por suerte.

Tarareaba una canción que últimamente había estado practicando en el estudio de danza, sus ágiles manos manipulando las tijeras especiales para aquella tela mientras iban abriéndose paso entre los hilos siempre con cuidado de no malograrla.

Le hubiera encantado hacerle un traje a Gradient también, pero no le quedaba material y era algo caro, lo había costeado con dos de sus sueldos de profesor de baile así que tendría que esperar para regalarle algo hecho por él a su contrario.

De todas maneras no era como si supiera si el de piel morena quería que le hiciera uno, tal vez podría preguntar así como Gradient le había pedido dibujarlo.

Oh, cierto. Dibujos y tela. . .

Eran algo bastante banal, cosas que para la mayoría no representaban demasiada importancia.

Pero para él era diferente. Podía recordar el primer dibujo decente que había hecho en toda su vida, algo que no fueron diseños de prendas de vestir.

Un dibujo de su madre, Niel.

Su mano tembló y un escalofrío lo recorrió por completo, obligándolo a dejar las tijeras de lado, mientras un par de memorias extrañas que supuestamente su propia mente había bloqueado años atrás.

Y todo llegó a su mente de golpe.

Jadeó bajo, alejándose de su mesa de trabajo.

Lo siguiente que vio logró confundirlo aún más, su cabeza dolía de manera abrumadora.


—¡No quiero ir a la escuela! —gritaban sus memorias, era clara la voz del infante— ¡Ya sé las materias de hoy!  —a pesar de sus intentos por huir, la mano de su madre era firme, incluso si el agarre no llegaba a lastimarloE-ellos son muy malos conmigo. . . Dicen que soy un fenómeno solo porque no les gusta mi manera de ser.

Las últimas palabras lograron hacer que la mujer se detuviera y agachara hasta su altura, sin importarle el ensuciar su hermoso vestido de tonalidades celestes como si se tratara del mismismo cielo. Como si Niel fuera una especie de divinidad magnífica.

Ella acunó el rostro de su pequeño entre sus manos con delicadeza, el tacto logró sacarle unas cuantas lágrimas a su primogénito. Él siempre había sido demasiado sensible.

Un corazón muy puro que a veces era vilmente puesto en riesgo.

Acarició sus mejillas, limpiando las cristalinas gotas de agua que descendían por su rosada piel, sonriendo al ver sus numerosas pecas lilas.

—Tú no eres un fenómeno, amor. Eres perfecto así tal y cual eres. Tú no tienes por qué cambiar quien eres.

—¿De verdad lo crees, mamá? —murmuró tembloroso, dolido— Porque si tu lo dices debe ser cierto.

Hooked || Lust GradientDonde viven las historias. Descúbrelo ahora