Capítulo VII: Delirium

467 54 3
                                    

I know it's all wrong, but my heart can't hate anything...

Corría el mes de mayo, los pájaros cantaban, las flores florecían... Pero el mundo de Gerard parecía derrumbarse por momentos, arrastrando consigo a Frank en su propia miseria.

"Ge-rard-Way. Sal de esa puta cama ya mismo." decía Frank mientras le daba golpes con un osito enorme de peluche que él mismo le había regalado.

"Que te den, no voy a ir." dijo de misma forma el otro y se tapó más con las mantas. Frank gruñó y cogió una de las puntas de la manta blanca y tiró de ella dejando a Gerard descubierto en la cama.

"¡Frank joder! Eres idiota." gritó el mayor y se sentó en la cama, frotando su rostro con las manos. Sus ojos se veían cansados y su aspecto en general no era el mejor, fácil había perdido diez u once quilos aquél mes y su pelo había crecido por detrás de los hombros, completamente desordenado.

"Te duchas, te vistes y al médico. No me hagas venir a repetirtelo." Frank salió dando un portazo.

Gerard quedó solo de nuevo.

Se levantó y se puso unos pantalones negros, rotos en una de las rodillas por culpa de Frank. Abrió el armario y sacó una camisa cualquiera, de un color negro-azulado y se la vistió.

Luciendo como la mierda, Gerard se roció un desodorante cualquiera y salió de la habitación aún poniéndose los calcetines. Afuera le esperaba un Frank bastante cabreado.

"¿Que parte de "duchate" no entiendes?" dijo el bajito colocándose en medio del pasillo, cortándole el paso al mayor.

"Déjame en paz." musitó empujando a Frank a un lado y pasando al salón y seguido a la cocina a hacer café.

"¿Que cojones te pasa?" le siguió el avellana dándole otro empujón. "Has estado todo el mes encerrado en la habitación, ni comes y casi tampoco duermes." miró ahora al otro con preocupación. Gerard seguía fijo en su taza de café, removía lentamente el contenido creando un molesto sonido con la cucharilla. Tragó saliva y dirigió un momento su vacía mirada al rostro de Frank, repasó sus heridas del cuello, le daba la sensación de que ya se las sabía de memoria. Y aunque para Iero "estaba bien", a Gerard el nombre de Bert McCracken le producía náuseas cada vez mayores.

"Es que no vale la pena salir." dijo finalmente bebiendose el café.

"Ugh. Me pones enfermo..." dijo Frank entre dientes y salió de la cocina, encerrándose en el baño. Gerard suspiró y volvió a su habitación para encerrarse dentro de nuevo, esta vez con llave.

Abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó una caja.
Sonrió.
Sacó su contenido envuelto en una tela y lo dejó encima del escritorio como siempre hacia. Suspiró fuertemente y se sentó en la cama cogiendo la jeringuilla de la caja junto a un pequeño frasco que contenía su droga.
Sus manos acariciaron la extensión del frasco para finalmente clavar la jeringa dentro y sacar el líquido con ella. Seguido, la dejó en la cama y se levantó un segundo para devolver el frasco de cristal ya vacío a su caja. Dió una vuelta a la habitación y se quitó el cinturón, envolviéndolo luego con fuerza en su brazo. Sintió la presión disminuir y rápidamente cogió la jeringuilla con tres de sus dedos y se inyectó el líquido sin pensarlo dos veces. Un quejido escapó de sus labios mientras sentía su mente colapsar. Se dejó caer, igual que el tubo de plástico cayó de su brazo.
Gerard se apoyó con la espalda en la cama, cerró sus ojos contando hasta diez, esperando que la heroína haga efecto en su sistema.

"Uno..." susurró moviendo la cabeza a los lados pausadamente.

Un frío invadió las piernas descubiertas de Gerard, y se dió cuenta de que la noche ya había caído. Intentó fijar la vista en una de las ranuras que había en la cueva, la misma que le indicaba si era amanecer o atardecer. Ninguna luz procedía de allí, supuso que sería medianoche. Gerard no podía dormir, su maestro le había dejado sin cenar y su tripa rugía como loca. Recorrió con su mirada el lugar, a lo lejos y detrás de las rejas que le encarcelaban, su maestro dormía plácidamente en su lecho. Gerard se acercó hasta donde la cadena le permitia y recorrió con sus manos la extensión de los gruesos barrotes de metal.

"Dos..." sus manos acariciaron su estómago, dolido por la falta de alimento en casi una semana de ayuno. Gerard solía esconder la comida para que Frank no se diera cuenta que realmente dejó de comer.

Gerard vió el plato del perro de su maestro, más no era cualquier plato, estaba lleno de huesos con restos del pavo que había comido el maestro aquella noche. El chico se acercó más, haciendo que su cadena no le dejase avanzar más, sintió como la cadena de metal tiraba de su tobillo derecho. Gerard alargó la mano por entre los barrotes, mientras la gruesa cuerda le tiraba hacia atrás, reteniendole. Sus dedos rozaban la punta del rojo plato lleno de comida cuando sintió su tobillo romperse por dentro.

"Tres..." la punta de sus dedos acarició su tobillo derecho, sintiendo aún aquella parte del hueso con marca de rotura, una marca que nunca desapareciería. Una oleada de calor invadió su anatomía y decidió quitarse la camisa que poco antes se había puesto.

Gerard ahogó su grito de dolor mordiendose el cuello de la sudadera que llevaba puesta. Una solitaria lágrima bajó por su sucia mejilla. Estiró más la mano y consiguió aferrar sus uñas al borde del bol. Hizó presión y este se movió más cerca, respiró aliviado. A pesar de tener la comida cerca, el dolor del hueso roto se hizo insoportable. Gerard se quitó la sudadera y la camiseta que llevaba debajo. Rompió la tela de la camiseta en dos y la acercó a su tobillo. Levantó el pie y colocó la tela debajo, dió un par de vueltas con ella a la parte adolorida, fingiendo una venda. Volvió a acercarse a las rejas, colando de nuevo su mano para coger comida.

"Cuatro..." dijo Gerard y se llevó su dedo índice a los labios, lo besó antes de meterselo entero en la boca y relamerlo un par de veces sensualmente.

Los sucios dedos de Gerard cogieron uno de los huesos más grandes y se lo llevó a la boca, comiéndose la parte con más carne y arrancando con los dientes los cachitos más pegados al hueso. Cogió dos trozos más y repitió el proceso hasta dejarlos totalmente secos de carne. Su hambre seguía y un último y carnoso hueso descansaba en el otro extremo del bol. Gerard volvió a estirar todo su cuerpo junto a la mano para alcanzarlo, sus dedos tocaron un extremo y el plato dió un vuelco, quedando en vertical y comenzando a rodar por el suelo de piedra.
"Mierda." musitó Gerard viendo como el plato rodaba hasta la cama de su maestro y chocó contra una pata. El chico retrocedió hasta donde yacían las mantas que simulaban su cama y se puso de nuevo su sudadera. Agachó la cabeza y se hizo un ovillo viendo como su maestro abría los ojos cuando el bol vacío chocó con el húmedo suelo.

"¡Gerard abre la maldita puerta!" gritaba Frank del otro lado. El mayor sonrió y levantándo ligeramente el trasero, deslizó sus jeans abajo, cogiéndolos luego para tirarlos a una esquina del cuarto. Gerard recostó su cabeza en el borde de la cama aún con los ojos cerrados y vistiendo ahora tan solo su ropa interior.

"Cinco..." murmuró acariciando su pecho perezosamente.

I Found Myself In You -frerarđ- (T1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora