Epílogo

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Gerard se encontraba jadeante en la cama, con el pulso acelerado, tomando con más fuerza la muñeca de Frank cuando la dulce voz sonó a sus espaldas.

"¿Qué le pasa a papi?" preguntó la niña de apenas ocho años, viendo con grandes ojos la situación en el dormitorio.

"No es nada cariño, vete a tu habitación, ahora iré." Respondió Frank, acariciando los sudados nudillos de su pareja, mientras dedicaba una delicada sonrisa a su hija. Esta asintió, preocupada, pero obediente como siempre.

La puerta se cerró, dejando a ambos solos de nuevo.

"Gerard, se suponía que esto no iba a volver a pasar..." musitó Frank frustrado, viendo como su pareja se retuerce de dolor sobre el blando colchón, ardiendo, empujando con las piernas lejos las mantas que le cubrían.

"Se suponía." sollozó, doblando su cuerpo y abrazándose a su abdomen, respirando con ansiedad. Frank acarició el pelo del contrario y besó su frente, tratando de no entrar en pánico.

"Déjame verlo." murmuró levantando la camiseta de Gerard, observando con grandes ojos el azulado moratón en su vientre, pasando con cuidado sus dedos por allí. "Se ve peor que la otra vez." Añadió atrapando su propio labio entre los dientes, sintiendo el nerviosismo invadirle y paralizar sus músculos.

"Necesito mis pastillas." Dijo señalando el cajón de la mesilla de noche, mientras la otra mano secaba el frio sudor de su frente. Frank se giró sacando el pequeño envase del lugar indicado y entregando una de las pastillas a Gerard, este la tomó, tragando sin agua, cerrando los ojos, esperando que el punzante dolor se fuera pronto.

"He llamado a Pete, estará por llegar con los resultados."

"Frank..." gimió Gerard, salinas lagrimas escapando de sus ojos. Tenía demasiado miedo, sus piernas temblaban mientras intensificaba la fuerza con la cual tomaba la mano de su marido. "No me veo capaz de volver a pasar por esto." añadió buscando una mínima chispa de consuelo en los ojos avellanas.

"¿Estás pensando en abortar?"

"No lo sé, quizás sea lo mejor, la última vez casi me muero en la sala de operaciones."

"Lo sé." Frank suspiró con pesadez, odiando que las cosas se hayan vuelto a complicar de nuevo cuando tan bien estaban. Él tenía su banda y Gerard su arte, una hija sana y una familia que les quería, no necesitaban nada más de lo que ya tenían.

El timbre de la puerta sonó, fue el menor quien abrió, encontrándose con Pete, no tenía buena cara.

"Dímelo antes de entrar a verlo." musitó posando una mano en el pecho del castaño para detener su avance. Pete suspiró, tallándose el rostro con las palmas de sus manos, tratando de encontrar las palabras en el fondo de su garganta.

"Es... Es como me imaginaba..." habló pero pronto su voz se quebró, dejando que una solitaria lagrima encuentre cobijo en la comisura de su ojo derecho, retirándola con la mano deprisa. "Yo te lo dije... te-te dije que no volvería a quedar...te dije que..." el llanto comenzó a cortar sus palabras. Frank trago saliva, abrazando el débil cuerpo de su acompañante.

"¿Qué es?" preguntó el pelinegro, aunque no quería saberlo, sabía que debía escucharlo y afrontar lo que sea que fuera a pasar a partir de entonces.

"Un tumor..." sollozó Pete. "Un jodido tumor..."

Frank cerró los ojos, hacía tiempo que le habían advertido de que esto pudiera pasar, que era imposible que las células después del embarazo en el cuerpo de Gerard no se convirtieran en cancerígenas antes o después, pero tampoco esperaba que eso llegara tan pronto.

Gerard había sufrido tanto a lo largo de los años, el solo pensar que tendría que pasar por esas terminales quimioterapias que al fin y al cabo acabarían por consumirle al igual que a su abuela le ponía enfermo. Pero tenían una hija en común, una razón de luchar por una última vez más.


Sabía que Gerard se negaría a aceptarlo.


Porque no esperaba un final así.


Supongo que nadie.


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The end...Or maybe not.

I Found Myself In You -frerarđ- (T1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora