Capítulo XXVII: Lady

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I've never seen your face and I've never heard your voice.
But I think I like it...

Las respiraciones eran entrecortadas, los movimientos bruscos, secos, constantes, dolorosos... Gerard había perdido el control del cuerpo en su totalidad. Cada espasmo le hacía maldecir cual fuera la razón de tan inmerecido daño. Cerró los ojos, no quería seguir viendo aquél blanco techo, aquella penetrante luz de hospital le cegaba hasta los pensamientos. Los médicos, las enfermeras, cirujanos, especialistas y sobretodo Pete Wentz, corrían a su alrededor conectando unas cosas y desconectado otras. Una aguja se adentró en su piel sin permiso, una pastilla terminó entre sus labios, una ráfaga enfrió su cuerpo...
Gerard estaba sufriendo, se sentía morir, y su único consuelo, su mundo rosa, no estaba con él. Había gente hablándole, preguntas rutinarias, ánimos, intentos de apaciguamiento, palabras de aliento.
En realidad nada.

"Frank..." musitó el pelirrojo con voz agrietada, su brazo ya estaba extendido, y aunque no pudiera verlo, sabía que estaba cerca. Unos pasos más, unos metros y su esperanza estaría de nuevo sujetando su mano.

"Gee, amor..." murmuró besando su frente con todo el cariño que consiguió reunir. Luego acarició su frente, bajando piel con piel por su pálida y húmeda mejilla, hasta alcanzar a tocar sus labios, para besarlos después.

"Hora de entrar." informó el doctor Wentz. Frank solo se apartó unos centímetros, sus dedos seguían acariciando los nudillos de su pareja mientras los médicos movían la camilla hacía la sala de operaciones. Iero se permitió mirar el hinchado vientre un segundo, lucía enrojecido y con partes violetas, como si alguien le hubiera usado de saco de boxeo.

"Doctor... ¿Es normal?" preguntó el pelinegro sin desviar la mirada de la zona afectada. Pete inspeccionó el abdomen con una ojeada rápida y hizo una mueca preocupante.

"El bebé está tratando de salir...ya sabes...por instinto, debemos operar ya, o Gerard podría sufrir daños, permanentes quizás." contestó animando al personal a darse prisa en anestesiar al paciente. Frank se mordió el labio con nerviosismo, luego abrazó a Gerard en como pudo.

"No te vayas, Frankie..." susurró contra su oído. El nombrado negó varias veces, para luego acoger la mano que sostenía con ambas de las suyas, besando el dorso repetitivamente.

"Estaré aquí para cuando despiertes, solo hazlo. Gee, te lo ruego, no te me vayas en la mesa de operaciones." pidió en una súplica llena de lágrimas. Tan solo el imaginarse pasar la vida sin Gerard le producía grietas en el corazón. No soportaría despertarse sin él a su lado. No podría vivir sin sus enfados y sus caprichos. Sin su inocencia, su bondad... Sin ese don de volver arte todo lo que toca. Y sobretodo, no quería ser el único padre de su hija, porque ella se merece conocer a alguien tan increíble como Gerard.

"Te prometo que no me iré de este maldito mundo sin antes ver como le cambias un pañal a nuestra pequeña." rió consiguiendo abrir los ojos un momento, topandose con la aguada mirada avellana.

"Te amo sweetie." le besó de nuevo, con ternura, pero la pasión suficiente como para que a Gerard le den ganas de levantarse de aquella camilla y empotrar con lujuria al menor contra la pared.

"También te amo." fue lo último que dijo.

"¡Hay que intervenir!" algo en las máquinas pitaba a descontrol. Un barbudo médico empujó a Frank, obligándole a soltar la mano de su amado. La mascarilla con la anestesia selló los labios de Gerard y pronto, el pelirrojo quedó completamente dormido.

Todo debía ser rápido, sí, los más de siete médicos que atendían a Gerard volaban de un lado para el otro de la sala haciendo mil tareas a la vez. El pelinegro había conseguido acercarse de nuevo para poder cumplir la promesa de tener a Gerard entre sus brazos.

I Found Myself In You -frerarđ- (T1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora