🌊 17. Guerreros

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Los reclutas veían todo desde arriba. Connie cayó de rodillas.

– Está muerto.

Christa tomó una piedra y la lanzó. Ymir la detuvo.

– ¡Detente, Christa! La torre se va a derrumbar y podrías caer.

– Pero murieron en nuestro lugar. La señorita Nanaba y el señor Gerger...

Los gritos de Nanaba se escucharon, hasta que un titán se la metió a la boca.

– ¡Maldita sea! ¿Tenemos que esperar a que se derrumbe la torre y nos devoren? ¿No podemos hacer nada? No quiero morir si no es en una misión con sentido.

– Yo también quiero pelear. Si tuviéramos armas, podríamos haber peleado y muerto a su lado.

– Christa, ¿Aún piensas esas cosas? –ella la miró.– No utilices sus muertes. Los superiores no murieron para darte una excusa para suicidarte.

– No lo decía por eso.

– ¡Tú no eres como Connie o los superiores! No piensas que no quieres morir. Sólo te preocupa cómo morir para que te alaben.

– No es verdad.

– Connie –lo miró.– Dame el cuchillo el antes –se acercó a él.

– ¿El cuchillo?

– Sí, dámelo.

– Está bien, toma –se lo entregó.

Ymir tomó el cuchillo y palmeó la cabeza del chico.

– Gracias.

– ¿Para qué lo vas a usar? –preguntó, golpeando su mano.

– Eso está claro –sonrió.– Para pelear.

Los guerreros exclamaron sorpresa.

– Ymir, ¿Qué pretendes? –cuestionó Reiner. Ella lo miró.

– No lo sé ni yo –comenzó a caminar.

– Ymir...

La más alta tomó a aquella rubia por los hombros. Mientras, el sol de la mañana salía.

– Christa. Puede que ya lo hayas olvidado, pero...

Un titán golpeó la torre. La chica de pecas cerró los ojos, apretando los labios.

– Probablemente sea mi última oportunidad –la miró de nuevo.– Por favor, recuerda la promesa que hicimos al entrenar en la nieve. No tengo derecho a decirte cómo debes vivir...así que esto no es más que una petición mía –sonrió.– Vive con la cabeza bien alta.

La soltó y se alejó un poco, comprobó el filo del cuchillo, y volvió a mirar a la ojiazul.

– Es una promesa, Christa –comenzó a correr.

– ¡Ymir, espera! –pidió levantando las manos.

Todos la veían desconcertados. Ymir subió sobre el borde de aquella torre, saltando.

– ¡Ymir!
       

La castaña cortó la palma de su mano, transformándose en titán; comenzó a saltar entre los titanes, matándolos.

        
Arriba, todos veían aquello con sorpresa.

«Es el Titán Mandíbula...Marcel...Ella...a Marcel...», pensó Tn, con los ojos abiertos como platos.

– No puede ser verdad –dijo Connie.– ¿Ymir también es una titán?

– Ymir... –murmuró Christa.

Ocean Eyes 🌊 Armin ArlertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora