Capítulo 4

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Abracé mis piernas y puse la cabeza sobre mis rodillas mientras trataba de centrar mi atención en el documental sobre células madre, que transmitían por televisión. Necesitaba pensar en cualquier cosa fuera del experimento al que iba someterme en unos días. Ya lo casi lo lograba cuando mi madre llamó a la puerta.

—Serán solo unos meses, Berly —aseguró mamá al entrar a la habitación sin esperar—. Estarás bien, Alden estará contigo en todo momento.

Que fuera una científica ermitaña no la privaba del instinto maternal que le avisaba cuando algo andaba mal en mí. Envidiaba ese poder que lograba sacarme de mis casillas siempre que no quería hablar, como ocurrió cuando descubrí a Trevor manoseando a Sandy en los laboratorios de mi piso.

Sonreí leve.

—Eso es lo que me preocupa. Alden es como mi repelente de la felicidad —bromeé sin ánimo—. Su compañía solo lo hará más difícil.

—Vamos, cariño, en un abrir y cerrar de ojos estarás de vuelta y serás la científica más importante del mundo —intentó confortar—. Nos darán un Nobel. No tienes que estar asustada. Lo harás de maravilla, siempre lo haces todo bien.

Asentí.

—Lo sé, no estoy asustada.

Solo un poquito aterrada como el demonio.

Era una cruel, vil y sucia mentira. Estaba asustada y todos los sinónimos que se le pudieran adjudicar. Quería correr en círculos, subir bien alto y gritarle al mundo todo lo que no pude gritar en aquella junta de consejo, pero no tenía un lugar en el cual pudiera gritar sin alertar a la policía y pagar una fianza después.

Mi madre sonrió y me rodeó con los brazos al sentarse junto a mí a ver el documental en televisión. Mi mente vagaba por el futuro del experimento. ¿Qué pasaría si no podía hacerlo bien? ¿Y si lo echaba todo a perder?, ¿dónde quedarían los veinte años de trabajo de mi madre?, ¿dónde iba a quedar nuestra credibilidad?, ¿y si arrastraba a Alden conmigo al fracaso?, ¿él también perdería credibilidad?, ¿terminaríamos en el CIC del Polo Norte investigando osos y sus genes?, ¿iban a quitarnos el prestigio? Y si las cosas salían bien, ¿de verdad era buena idea crear un fármaco que evitara el amor? ¿Cómo sería el mundo sin amor? ¿En qué pensaba mi madre al fabricar algo así?

—Si funciona... ¿Qué va a suceder? —pregunté no muy segura de querer escuchar la verdad.

Mi madre comenzó a acariciarme el cabello con una mano.

—Cuando funcione es probable que nos den un Nobel, firmemos un contrato y nos asignen más invest...

—Me refiero al resto del mundo.

Ella guardó silencio un par de segundos y frunció el ceño, clavando la mirada sobre la pared como hacía siempre que pensaba antes de hablar.

—Las personas comenzarán a comprarlo y descenderá la tasa de mortalidad por una disminución en el número de suicidios. Sin depresión por amor, la calidad y esperanza de vida también mejorarán. ¡Imagina todo ese tiempo libre! Las personas comenzarán a pensar con claridad, habrá un mayor número de profesionistas, lo cual seguro nos llevaría a una nueva era en cuanto a tecnología y ciencia, ¿quién sabe?, podría ser la llave hacia la nueva era.

Asentí.

Era una respuesta perfecta. Fue la misma que yo le di a Alden. Una respuesta entrenada y carente de sentimentalismos.

Todo sonaba muy razonable. Era la respuesta que los periódicos y la televisión tenían en los encabezados, pero aquella no era la respuesta de mi madre, era la respuesta de la «Química del amor» y yo no necesitaba a una científica más en este proceso, necesitaba a mi madre.

La química del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora