Capítulo 28

1.1K 168 84
                                    


—Elija a alguna de sus compañeras. ¿Quería una competencia? Ahí la tiene. —Regaló—. Si pierde, que así será, pasará el resto del curso sentado en silencio. Sin emitir una sola palabra —añadió cuando Harry abrió la boca para protestar.

—¿Y qué si gano?

—¿Necesita algo además de la satisfacción de probar su punto? Bien, tendrá un sobresaliente de calificación final —propuso Alden, cruzando los brazos sobre el pecho.

Marcaba tan bien los músculos de su espalda, que tuve que morderme el labio para evitar soltar una risotada cuando la chica junto a mí se inclinó hacia el frente y ajustó sus gafas sin ningún disimulo.

Harry se encogió de hombros como si no fuera gran cosa y asintió.

—Está bien. La elijo a ella. —Me señaló—. Rebecca Soto.

Internamente, estaba tirándome de los pelos, golpeando la cabeza contra el pupitre y pataleando como una niña de prescolar en una rabieta frustrada. ¿Por qué a mí? Si toda mi vida había pasado siguiendo las reglas, respetando a mis mayores, cuidando el medio ambiente, ¿era eso lo que recibía a cambio?

Solo buscaba pasar inadvertida.

Negué con la cabeza al mismo tiempo que Alden lo hacía.

—No quiero hacerlo —declaré.

—Elija a alguien más —ordenó Alden.

—La elegí a ella...

—Sí, pero ella no quiere, elija a alguien más —repitió con énfasis.

—¿Tienes miedo, Becca? ¿Crees que no puedes hacerlo? ¿Así que este es tu punto débil? ¿Aquí disminuye tu confianza? —tentó.

Mi punto débil. Por supuesto.

Sonreí.

—No voy a caer con eso Harry. —Me incliné hacia el frente—. Sé que para ti es difícil entenderlo, pero he dicho que no. Otra vez.

Las risas entrecortadas de las chicas incentivaron el odio de Harry en la mirada. Ya me estaba arrepintiendo de haber actuado de aquella forma, cuando Harry juró:

—Lo haré con ella o no lo haré con nadie.

Gael, en la fila detrás de mí resopló y añadió:

—Vamos, Harry, ¿tan difícil es aceptar que una mujer te pateara el trasero? Puedes vivir con eso, amigo, no necesitas probar nada. —Pausó para llevarse una mano al pecho teatralmente—. Te aceptamos como eres.

La ola de risas bajas no ayudó a menguar su rencor, su mirada de odio seguía clavada sobre mí. Me habría encogido en mi asiento si Alden no estuviera mirándome como su fuera un bicho raro. Honestamente, su mirada me paralizaba más que la del resto.

—Ese es mi trato —rectificó.

Se desarrolló un duelo de miradas entre nosotros. Me retaba, podía ver el desafío escrito en su mirada, podía sentir el odio y la frustración que emanaba desde algún lugar oscuro, macabro y recóndito en su interior. No importaba, en realidad tenía bastante confianza en mí misma, sabía lo que podía hacer en esa competencia y el tiempo que tardaría en vencerle.

Lamentablemente una sonrisa ladeada se extendió en su fachada, mostrando toda el desprecio y la autosuficiencia que creía con el corazón.

La cuestión era que yo sabía de lo que era capaz, pero él lo dudaba, él ponía en tela de juicio mi capacidad, y al poco tiempo supe que lo había logrado. Había encontrado mi punto débil.

La química del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora