Capítulo 29

1.3K 164 51
                                    

Aún contra todo pronóstico, había logrado salir ilesa del encierre en el armario y sabía que, para una persona normal, lo que había vivido aquel día había tenido la dosis de adrenalina suficiente para el resto de la semana, pero parecía que alguien arriba no iba a dejar que mi corazón volviera a su bombeo regular con tanta facilidad.

Apenas giré en el pasillo, apretando lo que restaba del frasco de cerezas contra mi pecho y una mano tiró con delicadeza hacia un lado, llamándome por mi nuevo nombre.

—Oye, estás... ¿ocupada? —preguntó Gael apenas giré hacia él.

Parecía nervioso, un poco acelerado. Sus ojos brillaban igual que siempre, pero no me miraban directo. Me tensé.

—No, ¿qué sucede?

Harry era su amigo. Sin duda iba a mandarme al diablo por golpear y medio humillar a su amigo, además nadie querría salir con una chica que golpeaba chicos, ¿cierto?

Mi cabeza fabricaba teorías con la velocidad de un átomo deambulando en gas. No podía evitarlo, mi mente trabajaba rápido y mi dominio se volvía nulo cuando ella tomaba el control.

—Es que yo... —Se rascó la nuca bajando la mirada y soltando un suspiro cansado—. Quería... más bien, quiero, sí, quiero... invitarte a salir.

Me quedé de piedra, con cara de póker y pies de gelatina.

—¿A mí? —Fue lo único que pude responder después de un par de segundos petrificada mirándolo como idiota.

Gael sonrió con la amabilidad que le caracterizaba, apartó de su frente uno de sus mechones negros y asintió.

Aquello era como romper con un martillo un duro bloque de cristal que atrapaba mis pensamientos. Todas mis teorías sobre por qué Gael definitivamente no querría salir conmigo se derritieron en trocitos filosos debajo de mis pies.

—Creí que no querrías... algo más —mascullé buscando en su mirada, con desesperación, algún indicio que me dijera que solo era una broma.

Gael frunció el ceño y me miró confundido.

—¿Por qué haría algo así?

—Harry... Yo golpeé a Harry y Harry es tu amigo, así que yo...

Me detuve porque negaba con vehemencia como pidiéndome que parara, pero el aura de amabilidad nunca lo abandonaba. Era como un don que le hacía verse tan bien incluso cuando parecía un ser desdeñoso.

—Harry es mi amigo, pero es un idiota y se lo merecía —aclaró—. De hecho, creo que te envidio un poco por eso, he querido hacerlo tantas veces. —Como no respondí, él continuó con su misión—. Pero ahora mismo he conseguido entradas para la pista de patinaje... y es hoy... Más específicamente ahora.

—¿Ahora?

Gael asintió luciendo ligeramente apenado.

No ir a clases había sido una actividad que solo había hecho con alguien en la vida y ese alguien de momento estaba tomando un café con una rubia de piernas largas y voz chillona.

Aún en ese tiempo de rebeldía nuestro propósito era continuar con el descubrimiento empírico dentro de los laboratorios y no dentro de las aulas. Jamás escapamos para buscar un poco de ocio. Después de Alden no había vuelto a saltarme ninguna clase, ninguna práctica, ningún punto dentro de ningún contrato, durante tanto tiempo pensé que él se había llevado mi valentía o que en realidad yo nunca tuve un poco y solo me limitaba a succionar la suya y mantenerme a raya como un cable de conexión eléctrica.

Podía hacerlo, podía hacer algo malo de vez en cuando... Además, era una adulta sensata y responsable.

—Bien, vamos —respondí ignorando la pequeña vocecita en mi interior advirtiéndome que estaba saltándome las reglas y esa no era yo.

La química del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora