La noche siguiente fue la noche de los bolos. Jailin y Rose iban a vernos en los bolos, Gael se había tomado el tiempo de llevarme en su auto y el resto de los chicos estarían con Jailin esperando.
Estaba lista para una buena práctica donde, después del entrenamiento de la noche anterior, no quedaría en ridículo a causa de mi ignorancia sobre el tema porque dominaba ya los bolos. Al menos eso era lo que esperaba y cuando de conocimientos se trataba, mi confianza rebosaba.
En realidad, habría sido una buena noche si Harry no hubiera aparecido en aquel encuentro de los bolos y mi padre no le hubiera abierto la puerta a Gael al iniciar la noche.
Comenzaré con mi padre.
Gael se presentó tan solo tres minutos después de la hora que había predicho. Al parecer a mi padre aquello no le hizo ninguna gracia (a pesar de que yo me tomé otro par de minutos guardando en la funda oculta de la bolsa de mano, un montón de lancetas y un kit de emergencia en primeros auxilios) y su rostro, actitud y toda su aura en general, daba un fiel testimonio de ello.
—Nueve y media es el toque de queda, Berilia. —Había sentenciado mi papá cuando me aparecí frente a la puerta lista para emprender una rápida huida.
Logré reprimir el gesto de golpear mi frente con la palma de la mano para recordarme lo tonta que fui al permitir que Gael se presentara en casa. Estuve tan concentrada en poner en marcha el proyecto que había olvidado que el proyecto era un secreto para cualquiera que no fuera Alden.
Bueno, nunca fui la mejor confidente, eso estaba claro. Aun así, me las arreglé para neutralizar mi expresión, plantar una sonrisa y bromear con mi padre.
—Creí que bien podía no volver.
A él no le hizo ninguna gracia. Su mirada se tornó repentinamente oscura y severa. Me cuadré en guardia. No estaba de humor para bromas de familia.
—Ni un minuto más —me sentenció.
Pero ¿qué demonios? Su repentino ataque de humor me iba a dejar bien mareada. Creía que se había dispuesto a interpretar el papel del padre liberal y actualizado, pero al parecer Sophie le cambió la batería mientras me alistaba en mi rosada habitación.
Hice ademán de saludar al general y señalé hacia la puerta para que Gael me siguiera. Era necesario salir de allí antes de...
—¡Qué bonito pez espada! Mi hermana tiene uno igual, Xiphias Gladius, ¿no? —Se detuvo frente a la puerta cuando Linus nos cerró el paso.
¡Ay, Dios del cielo!
Internamente estaba dándome de topes contra una pared imaginaria bien reforzada de concreto.
Linus me miró como si estuviera loca.
—¿En serio?
Le supliqué con la mirada que dejara el tema por la paz. No quería que comenzara con la cháchara de los detectores de científicos o peor aún: que corriera a traer su rompecabezas hasta hacer de Gael un verdadero científico.
El niño se apiadó de mí y, rodando los ojos, se hizo a un lado dejándonos el paso libre.
Habíamos pasado el primer filtro, raspando, dejando sangre y retazos de piel entre la coladera, pero habíamos salido con vida, que era lo que importaba.
En los bolos la situación mejoró considerablemente, aunque la tensión aún era palpable. Rose seguía fulminándome con la mirada cada vez que me veía, lo cual ocurría aproximadamente cada diez segundos. Había llegado a la conclusión de que era mucho mejor fingir ignorancia en el tema de los bolos. Resulta que puedes descubrir la tolerancia y la amabilidad en el punto máximo de las personas cuando requieres una explicación detallada de un tema en particular.
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La química del amor
Teen FictionBerlilia Collins es hija de la famosa «Química del amor». Su madre ha hecho el descubrimiento del siglo, creando un fármaco capaz de bloquear estos sentimientos. El experimento para comprobar su eficacia está a punto de comenzar, pero en los laborat...