Capítulo 13

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—Mi hermana tenía una pelota que juraba era una muñeca y solo podían verla quienes eran músicos reales. Corría por el vecindario preguntándoles a todos qué era lo que veían. Es un hábito muy común en los niños.

Ah, su hermana, claro... casi lo olvido.

Le atesté el puño en el pecho con toda mi fuerza, aunque de todas formas no parecía ser demasiado contra su imponente persona.

—¡Auuch!

—Eso fue por Jailin.

Alden me miró confundido.

—¿Qué hay con Jailin?

—¡Es tu hermana! —Abrí los brazos y lo contemplé como si me hubiera abofeteado—. ¡¿No creíste que sería importante mencionarlo?! Qué tal un: «Hey, Berly, resulta que tengo una hermana de la que olvidé hablar por más de veinte largos años, lo siento».

—No creí que fuera importante —replicó como si fuera la más obvio.

Siempre supe que la relación que Alden había tenido con su familia no era buena. Sabía que sus padres se divorciaron, igual que los míos, sabía también que su padre se volvió un ermitaño maldiciente en adelante y sabía que Alden había decidido cerrar su corazón desde pequeño y nunca mencionaba a su madre, pero vamos, pudo haber mencionado que tenía una hermana, una hermana a la que por cierto adoraba.

—Si es importante para ti, es importante para mí. —Se me escapó.

Me mordí la lengua inmediatamente después de haber declarado aquello. ¿De dónde salió? ¿En realidad me interesaba tanto lo que le importara a él? ¿Hablaba en serio o solo había sido un impulso de rabia?

Al parecer Alden tampoco lo esperaba porque me miró con cautela un par de minutos, como tratando de descifrar si aquello era solo una mala broma. No lo culpaba, ni siquiera yo entendía quién me había poseído, ni siquiera éramos amigos, pasamos tanto tiempo alejados el uno del otro que ya ni siquiera sabía quién era el hombre frente a mí.

Carraspeé haciendo un vago intento por salvar la situación del naufragio de la incomodidad.

—Da igual. Ahora tenemos que terminar la bitácora.

Que tuviera que intentarlo no significaba que lo hubiera logrado con éxito. De todas formas, no tuve que decir más, de inmediato ambos comenzamos a ingresar a la base de datos del CIC para completar los registros que debían ser añadidos a la bitácora.

Mi padre había señalado en más de un millón de ocasiones que tener un registro de bitácora era lo más cerca que estaría de escribir un diario de vida. Al parecer le decepcionó no tener un punto débil como un manuscrito de su hija con el cual pudiera chantajearle, porque durante una temporada comenzó a adquirir el fetiche de regalarme un montón de diarios con corazones y flores por todos lados. Se decepcionó cuando intentó violar mi privacidad como un hermano malvado y descubrió que lo había llenado de ecuaciones y propósitos de proyectos de experimentación. Después de eso se dio por vencido y dejó de hurgar en mis libretas.

Ahora, sentada sobre mi cama, escribiendo en la bitácora e intercambiando parámetros clínicos con Alden me daba cuenta de que mi padre tenía razón, era como una forma aburrida de un diario de vida, pero me pagaban por hacerlo, lo cual lo hacía más interesante.

—¿Estás segura de que es buena idea haberle dicho la verdad a Linus? —preguntó Alden observándome por sobre el borde superior las hojas de la bitácora.

Él también estaba sentado sobre mi cama, recargado en la pared frente a mí y me miraba con cautela y juicio. De la misma forma que mi madre.

Negué con la cabeza y volví la vista a la bitácora.

La química del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora