Capítulo 15

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Seguía maldiciendo a Alden en mandarín, neerlandés, alemán, español, inglés, portugués y añadí un nuevo insulto en catalán.

No debería ir camino a los laboratorios de la universidad, debería estar caminando de la mano con Gael mientras elegíamos los nombres de nuestros bebés... Bien, quizá era demasiado pronto para hablar de eso, pero se suponía que esa era la clase de pensamientos que debían asaltarme. Según las películas de Disney en ese instante debería estar encerrando nuestras iniciales dentro de corazones rosas y sonriendo al cielo.

Cuando entré al laboratorio lo encontré nuevamente absorto en una revista de National Geographic. Ni siquiera pestañeó en mi dirección y es probable que ni siquiera se hubiese dado cuenta de mi aparición tardía si no me hubiera tropezado con el bote de basura junto a la puerta.

—Mierda —mascullé como acto reflejo.

Alden apenas despegó la vista de la revista.

—Llega tarde señorita Soto.

Por supuesto. Si creía que iba a pasarlo por alto era porque me había convertido en un ser ingenuo durante los últimos días.

—Venía a tiempo, pero Gael...

Alden me silenció con un gesto y señaló con cautela a un estudiante que se abalanzaba hambriento de conocimientos sobre una bitácora de registro en el área de reactivos. Qué bueno que había tenido la precaución de silenciarme a tiempo porque estaba a punto de despotricarle los avances del proyecto y cómo mis nuevas actividades en el club de teatro nos habían acercado más a la meta.

—¿Castigado?

Alden sonrió con burla.

—Tienes un nuevo amigo con problemas de puntualidad.

Venga, seguramente el chico no había hecho gran cosa. Su aspecto le hacía parecer tan inofensivo y dedicado al estudio que difícilmente podría pegar un chicle debajo de la mesa sin morir de culpa en el intento.

El chico pareció notar que hablábamos de él porque, de inmediato, ajustó sus gafas y se puso de pie cuadrándose como un sargento bien entrenado. Era adorable. La clase de chico que quieres hacer tu mejor amigo en los videojuegos.

Parece ser que Alden se percató de mis intenciones porque a la distancia me lanzó una mirada de advertencia. No más civiles involucrados en el proyecto, cierto.

—Buenas tardes —saludó el chico con mucho respeto, haciendo una pequeña reverencia como era costumbre en Corea—. Mi nombre es Brian.

¡Era tan adorable! Desde mis estadías en Corea no había vuelto a ver un saludo decente. Me entraron ganas de pellizcarle las mejillas y abrazarlo hasta hacerle perder el oxígeno residual.

Alden debió ver el brillo en mi mirada, porque, de inmediato, me envió a hacer un inventario de los reactivos en las estanterías mientras Brian revisaba los registros de las bitácoras. Supongo que evitaba que, de un ataque de euforia, me pusiera a hablarle en coreano. Su falta de confianza era insultante.

—Soy Becca, por cierto —me presenté con la misma reverencia breve una vez que estuvimos entre los estantes, un poco lejos de la vista de Alden.

Al principio Brian pareció impresionado, pero se controló rápidamente y negó con la cabeza antes de desaparecer entre las estanterías.

Bueno, eso fue raro, pero me caía bien. Teniéndolo tan cerca había podido encontrar algunas facciones asiáticas y ese era motivo suficiente para que ganarse una pequeña parte de mi corazón. Los asiáticos eran tan disciplinados y amables que era difícil no amarlos.

La química del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora