Caminamos hacia la mesa y nos integramos rápido. Nunca en la vida tuve una conversación grupal tan... normal. Nadie hablaba sobre la universidad, ensayos o proyectos, mucho menos de extraerle el cerebro a alguien o fabricar anticuerpos contra brotes epidémicos. De verdad existía un mundo más allá del CIC. Y me gustaba. Era agradable sentir el cuerpo relajarse, poder comer sin prisa, bromear sobre temas sin sentido y, aunque la mayor parte del tiempo no entendiera las referencias, se sentíabien no saberlo.
¡Dios mío!
¡Se sentíabien no saber algo!
Nunca creí que el día llegaría. El día en el que no tendría ni la más remota idea de qué tema se estaba tocando y, sin embargo, no tuviera ningún interés banal en salvar mi orgullo. Ni siquiera sabía que se podía reír de algo que no se entendía del todo.
—¡Ni siquiera pudo hacerla hablar! —recordó Gary Gilbert, sosteniéndose el estómago junto a una Jailin que había cambiado de tonalidad en un santiamén.
Todos reían tan alto que mostraban los dientes y sostenían sus barrigas con ambas manos. Sus caras estaban rojas y la alegría en el ambiente era contagiosa. Tenía la sensación de pertenecer al grupo, como si toda mi vida hubiese una película en pausa que acababa de volver a la acción y los únicos retazos de vida que me vinieron a la mente fueron los veranos en casa de mi padre.
—Hablando de quedarse sin palabras. —Jailin recobró la compostura después de un par de minutos—. ¡Tienen que acompañarnos a la presentación del club de teatro! Berlytiene unas manos increíbles. Es una pianista completa.
Sabía que Alden le pediría una mano para ayudarme a encajar en el grupo de Gael, pero aquellodefinitivamente era pasarse de la raya. Llamar la atención de un grupo de aquella manera no estaba dentro de mis planes, menos en el contexto de una talentosa pianista. Yo no les hacía ni sombra.
Negué con la cabeza y volví la atención a la pizza fingiendo que el peperoni se había vuelto más interesante que cualquier tema al aire.
—No soy tan buena, solo tengo un poco de suerte.
Teniendo en cuenta que mis horas de práctica se habían vuelto inexistentes después de cumplir la mayoría de edad, podía jurar que no era lo suficientemente buena. Jailin solo era bastante entusiasta.
—¿Un poco de suerte? Chicos, ella puede tocar las notas de cualquier cosa que le pidan —prometió emocionada—. El profesor Bell la retó en el escenario frente a Tanner. ¡Ella pudo responder a sus órdenes sin ningún problema!
Mi cara enrojeció cuando las miradas curiosas se posaron sobre mí. Jailin era como una madre entusiasta recibiendo una hoja de papel con lentejuelas de colores como regalo de Día de las Madres.
—Conocía las notas de memoria. —Me encogí de hombros—. Solo tuve suerte.
—Lo que sea. —Jailin barrió la mano al aire restándole importancia al asunto—. Tienen que ver como toca el piano, es increíble.
—Estoy completamente de acuerdo —apoyó Gael, tomando una nueva rebanada de pizza de la caja—. Además, tiene una voz impresionante. Ya estuve en varios ensayos y hará un dueto con Jailin.
—No, no, solo... la ayudo en los ensayos para amoldarme a los tiempos de entrada de cada nota —aclaré—. No lo haré en la presentación oficial.
—Entonces tendremos que verlo dentro del ensayo —propuso Rose, ganando al poco tiempo la aprobación de todo el grupo—. No deberíamos perdernos algo tan extraordinario.
No era un grupo pequeño, el clan era bastante intimidante en realidad y el veneno proyectado en la voz de Rose era francamente abrumador. De pronto me entraron ganas de ocultarme debajo del mantel, aferrarme a los pies de Jailin y suplicarles que olvidaran todo lo que habían escuchado sobre mí.
ESTÁS LEYENDO
La química del amor
Teen FictionBerlilia Collins es hija de la famosa «Química del amor». Su madre ha hecho el descubrimiento del siglo, creando un fármaco capaz de bloquear estos sentimientos. El experimento para comprobar su eficacia está a punto de comenzar, pero en los laborat...