Capítulo 13

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Karla

En el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo, amén. - Suspiré, mientras entrelazaba mis manos.- No suelo hablar mucho con vos, quizá porque me siento una loca hablan sola. Pero siéndote sincera, creo que eres el único que no me juzgará.- Mire hacia el gran hombre colgado del techo, con sus manos atornilladas sobre la manera.- No se que hacer con exactitud, señor. Estoy dudando de mi camino hacia usted, estoy pecando muchísimo e incluso con el pensamiento.- Una lágrima callo por mi mejilla, aunque ya mis rodillas empezaban a doler, aún tenía mucho para hablar.- Le prometí a mamá que seguiría mis sentimientos, pero hoy mis sentimientos están destrozados. Aveces creo que ella estaría muy desilusionada de mi, la defraude.- Las lágrimas corrían por mis mejillas, nublando mi visión y enrojeciendo mi nariz.- Creo que estoy enamorándome, por primera vez en mis veintisiete años, estoy sintiendo atracción por una persona. ¿Y sabes? No es tan fácil como todos lo describen, no puedo seguir mis sentimientos. Tampoco sería capaz de seguirlos, no tengo las fuerzas suficientes como para hacerlo.- Suspire fuertemente, intentando que mis lágrimas pararan.- Intente tomar el consejo del padre Luciano, pero aquí estamos devuelta, ella siempre vuelve a mi. En pocos días logró lo que nadie,  en toda mi adolescencia, así es Lauren. Ella es efusiva, atrevida, carismática, amorosa y tiene lo suficiente para hacerme confundir. Cualquiera que la conozca podría enamorarse de ella y de sus maravillosos ojos verdes.- Una sonrisa brotó de mis labios, en cuanto la imagen de ella sonriendo, llego a mi cabeza.- Ya pasó una semana de aquel día que le cante, se que ella no se dio cuenta. Pero lo hice y hace años no lo hacía, Lauren estuvo por aquí estos días. Incluso aveces pienso que me busca, pero intento desviar aquellos pensamientos, enfocándome en que lo hace porque ella es una buena persona. Intente alejarme desde aquel día, porque comprendí que mis sentimientos estaban avanzando más de lo que podía permitir, solo la he visto dos veces desde entonces.- Mi cabeza comenzaba a doler por aquel llanto, lleve un mano hacia mí cien, acariciandola.- La extraño, claro que lo hago. Ella se ganó  un puesto en mi vida, su buen humor y su forma de ser alegran mis días, y llena de luz este convento, que tan apagado estaba. Pero aunque me duela solo escucharla de lejos, debí hacerlo. Esta vez no me pase los días encerrada, solo esquivo estar cerca de ella, Dinah me ha dicho que preguntó por mí, algunas veces. Realmente no se que hacer, estoy tan confundida.- Miré una vez más hacia el enorme rostro sangrante, escuchando como la puerta de la parroquia se abría, con un gran rechinado. Jeremías tomó presencia, regalándome una sonrisa. Por mi parte, me levante en silencio y acomode la falda de mi hábito.

Hermana, que sorpresa encontrarla por aquí.- Jeremías me saludo con agrado, Dinah tenía razón cuando decía que él era una buena persona, más haya de que ella lo diga porque estuvo enamorada, tenía razón. Jeremías era un buen sacerdote y una excelente persona.

Si, aproveche para orar un poco. La parroquia estaba vacía y era el momento perfecto para hacerlo.- El asintió, con una mirada de intriga, había notado mi llanto. Quizá por mi rostro rojo o por mi voz un poco desanimada.

¿Quieres confesarte? Sabes que puedo escucharte, cuando tú quieras.- Un largo suspiro salió de mi, sabía que él tampoco me juzgaría pero no podía contárselo. No quería que las personas lo supieran, con las hermanas y el padre Luciano, ya era suficiente.

No creo tener algo para contarle, pero si quería pedirle un consejo.- El asintió, dándome el permiso pera que ambos nos sentáramos sobre el banco de madera.

Puedes hablar.-Me respondió Jeremías, para luego escucharme con atención.

Tengo algunas dudas sobre mi vocación religiosa y la verdad, es que no se que hacer con ello.- El abrió sus ojos con impresión, sorprendido por mi comentario.

Amor a DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora