Capítulo 1

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Lauren

Aveces preferiría un puñetazo en los senos, antes que soportar a mi madre enojada. Aunque tenía razón, prefería ignorarla, recién abría los ojos. Mi cerebro aún estaba medio dormido, como para lidiar con sus gritos.

¿Tú no piensas trabajar? -Aquí vamos otra vez, conozco a la perfección lo que vendrá.

Julián me dijo, que apenas cumples con los horarios. Que sueles andar hablando con mujeres y tomando cervezas, antes que atender a los clientes y comportarte como una mujer civilizada.- Aunque ya lo hizo mi madre, explicaré como es mi trabajo.
Julián, es el mejor amigo de mi mamá. Es como un padre, para mi.
Le daba tanta pena encontrarme, siempre tirada en el sillón, que me ofreció trabajar en el bar "Traguiños". Donde trabajo de lunes a sábados, el horario es cómodo y aún más el ambiente.
Como diría la nona, estoy en mi salsa. Puedo ver a mis amigos, tomar una cerveza con ellos y conseguir las mujeres que quiero. El pequeño detalle, es que casi nunca trabajo. Realmente suelo estar un poco por aquí y otro por haya, pero jamas en el puesto de trabajo. Lo sé, soy horrible. - Lauren, Lauren te estoy hablando.

Ya te escuché, mamá. Hoy tengo la noche libre, Liam me cubrirá.- Hablé, mientras estiraba mis músculos. Ante la falta de sus gritos, volví la mirada hacia la mujer que me dio la vida.

¿NOCHE LIBRE? Nada de eso, Lauren. Te levantarás y luego irás a trabajar, ya no creo en nada de lo que salga de tu boca.- Aquella mujer, acabará conmigo.
Por más que no quisiera, debería hacerlo o me levantarían de un cachetazo. Descubrí mi cuerpo lentamente, el comienzo del otoño no ayudaba en estos momentos. Intenté ponerme de pie y buscar rápidamente mis pantuflas, mientras la mujer a mi alrededor me miraba detenidamente.

No me dejaras en paz. ¿Verdad?- Giré mi rostro, para encontrarme con aquellos ojos verdes. Un poco parecidos a los míos, los cuales ahora demostraban enojo. Conocía aquella mirada, no tendría que haber dicho tal comentario.

Te dejaré en paz, cuando actúes como una mujer de veintiocho años y no como una adolescente.- Se giró y salió de la habitación, como si hubiese visto un fantasma. Casi hace de mi puerta, una corrediza, pero al menos no la tiro abajo.

Buenos días, para ti también.- Mi día acababa de empezar, o mejor dicho mi tarde. Ya que eran las seis y media, el trabajo en el bar era nocturno. Así que mis días eran al revés, solía levantarme cuando las personas se acostaban.
Me mire en el espejo una última vez, antes de bajar las escaleras. No me preocupaba tanto mi aspecto, con unos jeans negros y mis botas. Estaría impecable, aunque mi madre no creía eso, yo me sentía bien. Baje las escalera con apuro, debía comer y salir lo antes posible de esta casa, o se me pegaría el mal humor.

Ella es súper agradable y buena, encajará a la perfección. Ya sé lo dije, aunque no llegó sola. Sino con dos hermanas más, creo que eso la hace sentir más cómoda.- Aquella era la voz de mi abuela, la podría reconocer desde cualquier punto de la casa. Más haya de que gritaba, porque escucha de un solo oído. También su voz era muy particular, era única.

Mira, Clara. Tú, que decías que no se levantaría antes de las ocho, aquí la tienes. Y hasta vestida y todo.- Acotó con una simpática sonrisa, extendiendo su mano hacia mi.

Hola abuelita ¿Qué hacías por acá, a estas horas?- Si mal no estaba informada, mi abuela debería estar por acostarse. Ya saben, la vida de las personas adultas.

Estuve en la misa, quería confesarme con el padre Luciano. Hace mucho no lo veía y aproveché, para contarle alguno que otro pecadito.- Respondió, luego de acomodarse en la silla y sacar sus lentes.
Mientras caminaba hacia la cocina, riéndome ante aquel comentario. Mi abuela aprovechó para sacar unos papelitos y poner todo su empeño en leer aquellas, diminutas palabras.

Amor a DiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora