Capítulo III. Nuevos desconocidos.
Cristel.
Estaba en el suelo, temblando aún por el miedo que sentía, sabía que estaba a salvo, pero la imagen del coche dirigiéndose hacia a mí, a punto de atropellarme, no dejaba de pasar por mi cabeza. Me había quedado paralizada, no había sido capaz de reaccionar a tiempo, pero por suerte, hubo alguien a mí alrededor que sí supo hacerlo.
En ese momento, tuve un déjà vu, pues no era la primera vez que vivía algo así, que alguien me salvaba la vida y luego me encontraba rodeada por sus brazos. La primera vez fue Adam quien me salvó la vida, y sentía paz entre sus brazos, como en aquel momento. Lo único que cambiaba es que no era Adam mi salvador.
Poco a poco fui separando la cabeza del pecho de aquella persona, donde podía sentir su pulso acelerado, lo cual no era de extrañar.
Al separarla completamente y encontrarme con aquellos preciosos ojos verdes.
- ¿Estás bien? – me preguntó mirándome a los ojos. Pude ver temor en los suyos.
- Ian. – dije en un susurro.
Ser él al que había estado abrazada por varios minutos, el que había arriesgado su vida para salvar la mía, el que me miraba con esos preciosos ojos verdes, en los que había temor y preocupación, hizo que mi pulso se acelerase, más incluso que cuando había visto a aquel coche dirigirse hacia mí.
Notaba cómo mi pulso se aceleraba cada vez más y la sangre fluía con más ímpetu por mi cabeza, haciendo así que me pusiera colorada. Me avergonzaba mucho cuando me pasaba, lo cual no ayudaba.
- Ven. – me dijo casi en un susurro mientras me levantaba y me abrazaba de nuevo.
<< Al final me explota el corazón. – pensé en broma, mas en parte era cierto, ya que aquello me ponía más nerviosa y hacía que mi pulso se acelerase. >>
Tenerlo pegado a mí me provocaba sensaciones que nunca antes había sentido por nada ni por nadie. Era una sensación muy agradable, aunque me hiciera estar tan nerviosa que no pudiera reaccionar a veces.
Me mantenía abrazada a él rodeándome con sus brazos, en cambio, yo, mantenía los míos rígidos, pegados a mi cuerpo. Me había quedado tan impactada por lo ocurrido, que ni siquiera había sido capaz de levantar los brazos para corresponderle así al abrazo, pero mejor tarde que nunca.
Levanté los brazos y lo rodeé con ellos así como él hacía con los suyos. Al notar mis brazos rodeándolo, me pegó más a él.
- Tranquila, estás conmigo, estás a salvo. – me susurró en el oído.
Sentir su respiración en mi oído me hizo estremecerme y cerrar los ojos, al igual que hizo que se formara una leve sonrisa en mis labios, que por suerte él no podía ver.
En los brazos de Adam me sentía llena de paz, segura y protegida de todo, y con Ian sentía todo esto y mucho más. Por él me sentía llena de paz, segura, protegida, feliz, nerviosa, confusa… Un sinfín de sentimientos y emociones se apoderaban de mí cuando lo tenía cerca o cuando me tocaba, y, tenerlo así, abrazándome y pegándome a su pecho, hacía que todo mi cuerpo temblara, que me sintiera en una nube de algodón de azúcar, que sintiera que nada malo me podía pasar si estaba junto a él.
No entendía lo que me ocurría, ya nunca había sentido esto hacia otra persona, y tampoco recordaba nada antes de que Adam me encontrara, por lo que no sabía si sentí algo así alguna vez, y por tanto, tampoco sabía de qué se trataba.
Cuando desperté fue como si hubiera vuelto a nacer, no recordaba nada salvo las actividades básicas como caminar y hablar, de lo demás, no tenía conciencia alguna de ello. No sabía hacer casi nada sola, era como si fuera un bebé y tuvieran que enseñarme de nuevo cómo realizar hasta la actividad más fácil y simple del mundo. Por suerte, no perdí la capacidad de hablar y de caminar. Quizás antes de que me encontrara en aquel lugar sabía tocar algún instrumento, o sabía montar a caballo, o sabía nadar, quizás incluso hiciera Ballet como hacía ahora, pero no lograba recordarlo.
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Sentimientos controlados.
Fantasy¿Alguna vez te han dicho que tu destino se escribe cuando naces? Tú, incrédulo, te niegas a creer que eso sea cierto, y pienso que deberías comenzar a hacerlo, porque, ¿sabes?, te contaré un secreto: Mr. Fate, existe, ¡literalmente existe! Mr. Fate...