Capítulo 5. Causa y consecuencia.
Cristel.
Durante el resto del camino a casa, Adam me estuvo mirando de reojo a cada momento. Se pensaba que no me daba cuenta, pero sí que lo hacía, así cómo me había dado cuenta de que a lo que esperaba era a que contestara al mensaje que había recibido y por el que me había sonrojado, pero no lo haría hasta no llegar a casa. Prefería tener que disculparme por tardar en contestarle a que Adam lo leyera.
Me miré en el espejo retrovisor exterior, ya que notaba cómo me ardía la cara, y seguramente se debía a que en ese momento aún estaba sonrojada. Pero, y cómo no estarlo. Aún no podía creerme lo que le había puesto, ni tampoco podía asimilar lo que él me había puesto. Simplemente era algo maravilloso e increíble. Casi me hacía olvidarme de aquellos chicos tan extraños, pero sólo casi.
Me había resultado muy extraño y algo excesivo lo que me había dicho aquel chico en la calle. Ni siquiera lo había visto una sola vez en mi vida, y dudo que él lo hubiera hecho, ya que me fijaba mucho en las personas cuando caminaba, pero ni siquiera aún sé por qué, y estaba cien por cien segura de que no lo había visto nunca.
No obstante, el colmo fue cuando llegué a la academia ese tal Jeremy. Tan sólo cinco minutos y me lo encontraba a mi espalda. Cinco minutos más y ya era mi príncipe en la obra. Por no hablar de las veces que me había asustado.
Jeremy había gustado y encandilado a todos allí en la academia, incluido Ryan, al cual debía llamar para preguntarle cómo estaba. El pobre estaba tan ilusionado como yo lo estaba por la representación, quizá incluso más, y, por ese extraño accidente, debería quedarse en cama reposando.
Algo en mi interior me decía que no había sido un accidente, que alguien lo había provocado y, sospechosamente, Jeremy se encontraba en la zona en la que ocurrió. Además, su comportamiento era extraño y me daba qué pensar, pero lo cierto es que no llegaba a una conclusión clara.
- Cuando quieras, bajas. – me dijo Adam de repente.
Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que ya habíamos llegado a casa y Adam ya había aparcado.
Cogí mi bolso y, a la vez que Adam, salí del coche y cerré la puerta de un portazo. No había sido adrede, pero a Adam no le hizo mucha gracia que lo hiciera, ya que había sonado bastante fuerte.
- Lo siento. – le dije con cara inocente y mordiéndome el labio inferior.
- ¿Lo siento? – me preguntó con una sonrisa diabólica –. ¡Ven aquí! – me gritó mientras se dirigía hacia mí.
No había reaccionado y echado a correr hasta que no vi cómo se acercaba a mí. Por suerte había aparcado justo en la acera de nuestra casa, y no en la de enfrente, por lo que pude correr sin tener que preocuparme de ningún coche, y lo cierto es que no quería tener que volver a pasar por una situación como la que había vivido anteriormente. Salvo por la parte en la que Ian entraba en acción, claro que tampoco quería que volviera a arriesgar su vida por mí, pero sí que quería volver a estar entre sus brazos y sentirme protegida.
Al llegar a la puerta llamé rápidamente, pero no me acordé de que mis padres a esa hora de la tarde no estaban en casa, y yo me había dejado las llaves al haber tenido que salir tan rápido que ni siquiera me dio tiempo a desayunar.
- ¿Necesitas algo? – me preguntó Adam a mi espalda.
Al girarme lo vi a escasos centímetros de mí, con una amplia sonrisa en sus labios y su dedo índice en uno de los llaveros, moviendo de lado a lado las llaves. Se estaba regodeando.
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Sentimientos controlados.
Fantasy¿Alguna vez te han dicho que tu destino se escribe cuando naces? Tú, incrédulo, te niegas a creer que eso sea cierto, y pienso que deberías comenzar a hacerlo, porque, ¿sabes?, te contaré un secreto: Mr. Fate, existe, ¡literalmente existe! Mr. Fate...