Capítulo 10. Juntos por siempre.
Cristel.
Parpadeé en repetidas ocasiones para deshacerme del hechizo que aquellos ojos azules como el cielo causaron en mí, un hechizo que me impidió moverme y bloqueó todos mis pensamientos hacia lo demás, únicamente podía pensar en él.
Por un instante, aquellos ojos profundos dueños de un misterio sin igual, fueron capaces de leerme el alma. Un segundo, un fragmento de segundo nuestras miradas se encontraron y fue suficiente para perturbarme. ¿Quién era él? ¿Quién se creía para robarme la paz?
Me levanté para acercarme a la puerta. Tenía que saber si aquel hombre seguía fuera, por lo que, dubitativamente, alcé la mano para abrir la puerta, pero, en el último segundo, la perilla comenzó a girar y yo, temerosa, retrocedí unos pasos.
La puerta se abrió, todo fue muy rápido, alguien me abrazó fuertemente y me levantó un poco para comenzar a dar vueltas. No puse atención ni averigüé de quién se trataba, ya que, como la puerta había quedado abierta, fui capaz de ver al hombre que hacía un momento me había visitado, aquél al que buscaba. Él me miraba pero, después giré de nuevo y, cuando volví a mirar hacia la puerta, él ya no estaba.
- ¡Estuviste maravillosa! – me decía Adam, que finalmente lo había reconocido.
Me dio un beso en la mejilla y finalmente se detuvo, dejándome suavemente en el piso. Le sonreí olvidándome por completo del extraño.
- ¿Me viste? – le pregunté, no lo había visto en la representación, en parte puede ser que las luces que iluminan las butacas permanecen apagadas.
- ¿Que si te vi dices? – me agarró las mejillas, sin apretarme mucho – ¡Claro que sí! Estuviste increíble.
Me alegré de verdad. No creí que mi familia pudiera asistir. Mis padres aunque quisieron les fue imposible obtener un permiso en sus trabajos, pero tener aquí a Adam con esa cara de orgullo, me hizo ser la chica más feliz del mundo. En definitiva, aquél fue el mejor y peor día de mi vida.
Quería volver a abrazarlo, pero me fue imposible, nuestro momento íntimo fraternal fue interrumpido por Madame. Entró hecha una castañuela, temblando y aplaudiéndome de la emoción.
Al principio fue bueno, pero, después, no tanto, comenzó a exasperarme. Adam, se dio cuenta de ello.
- Madame, fue suficiente por hoy – le dijo mi hermano en tono serio – la estrella debe descansar. – le hizo un ademán para que se retirara por la puerta que aún permanecía abierta, pero esta mujer era imposible, lo ignoró por completo y siguió abrumándome –. Ande, ande. – mi hermano volvió a insistir y en esta ocasión se acercó a ella y, literalmente, comenzó a empujarla.
- ¿Quién se cree jovencito para tratarme de esta manera? – Madame repetía una y otra vez con su fingido acento francés.
- El representante de su magnífica estrella, así que yo tengo prioridad. Ande, aléjese, déjenos.
Adam desapareció un instante, escuchaba el debate que tenía con Madame en el pasillo, yo regresé a mi asiento y comencé a desmaquillarme. Debía cambiarme, pero esperé a que Adam terminara de alejar a Madame y así me dejara sola.
Adam apareció en la puerta, pude ver su reflejo en mi espejo, en las manos llevaba una caja, me giré para poder verlo mejor, él cerró la puerta y se acercó a mí y me la entregó. Era una cajita, en la tapa venía pegada una nota con mi nombre en ella, iba a leerla, pero Adam me miraba intensamente así que abracé la cajita como si mi vida dependiera de ello, la hice hacia un lado y le mostré la lengua a Adam.
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Sentimientos controlados.
Fantasy¿Alguna vez te han dicho que tu destino se escribe cuando naces? Tú, incrédulo, te niegas a creer que eso sea cierto, y pienso que deberías comenzar a hacerlo, porque, ¿sabes?, te contaré un secreto: Mr. Fate, existe, ¡literalmente existe! Mr. Fate...