MENSAJE

24 4 26
                                    

WINTER, PRESENTE.

Las miradas eran más fuertes que el roble barnizado de por lo menos cien años en el que estábamos sentados ahora, las manecillas de reloj eran lo único que se escuchaba y rompía el silencio ensordecedor entré nosotros. Me quedé con las palabras en la garganta chocandose entré mis dientes rogando por salir. Pero nadie se atrevió a hablar y lo siguiente que hice fue ponerme de pie y desaparecer de allí.

Entendía que la noticia del compromiso no le parecía cómoda a nadie, nadie apoyaba la idea de unirme a un hombre deseando a otro.

Tenía mucho trabajo y una pequeña escuela que visitar, Harry estaba "indispuesto" para hacer la visita, así que iría yo.

Mi corazón ardía de preocupación por él, sus ojos me rogaron en el baile, pero una vez más lo había decepcionado. El causarle dolor a alguien que quieres se hacía adictivo después de un par de tropiezos, empezaba a preguntarme: ¿cuánto más puede aguantar?

Un pequeño monton de ladrillos pintados de un azul pintoresco e infantil llenó mi visión. Se hacía un acompañamiento una vez a la semana, y yo estaba emocionada de alejarme del castillo.

No espere que el personal abriera mi puerta, simplemente abandoné el auto y me adentre saludando un montón de niños con cachetes colorados a causa del frío, salude esas pequeñas caras y caminé con ellos.

No era tan fácil estar con niños. No me agradaban lo suficiente para querer responder enigmas de la vida que aún me las arreglaba yo misma por entender, no Lucy, no tengo ni idea de porqué sientes las mejillas coloradas cuando Marcos te regalo una flor, ni porqué tus padres se gritan y cuando te ven lloran. Nunca me respondieron esas mismas preguntas. Y con suerte nunca tendría la mala fortuna de arruinarle la niñez a mis hijos evitandole sus respuestas.

La maestra me observó perpleja cuando mi cara le rogó auxilio por el bombardeo repentino de preguntas de niños curiosos.

—Chicos, su majestad está con ustedes hoy. ¿Porque no le dan los dibujos en los que trabajaron la semana pasada?

Sonreí al ver como corrían pasillos adentro volcando sus bolsos con impaciencia.

—Querían hacerte un regalo y que más significativo que algo hecho a mano. Están en la edad en la que es difícil que su atención vaya solo a un lugar. Así que esto es un regalo importante.

—Me gustaban los dibujos cuando era niña, casi hasta lo recuerdo—Chasqueo la lengua—. La sensación, digo.

La maestra sonreía mientras yo veía árboles con líneas descuidadas, pájaros de colores exóticos, nubes azucaradas, arcoiris no tan coloridos y vidas felizmente poco realistas, tan  bonitas como un niño inocente podía imaginarla y como un nuevo adulto la deseaba.
Mis deberes pasaron de hablar con los chicos a hablar con los directivos y tomar nota de todo lo que se necesitaba en el lugar, no me molestaba. Eran mis deberes y los atendía si eso era necesario.

En la esquina del salón de color rosado palo, se escondía una pequeña niña observándome con sus dedos en un crayon azul pálido, sonreía de medio lado cuando sus ojos se iban al papel, pero no sé me había acercado ni una vez. Sentí curiosidad.

—¿Cómo se llama?

—¿Quién?

—La pequeña que dibuja.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora