BALANCE

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WINTER, HACE SIETE AÑOS.

(SEMANA DEL SHOW.)

Garabatee en mi cuaderno mientras sostenía mi vientre como si de esa manera el dolor fuese a desaparecer, el maldito show era en tres días y mi estómago ya se había vaciado múltiples veces dejándome con lágrimas frías en el rostro. La cosa con mi madre parecía ir cada día hacía atrás, no me iba a disculpar por sentirme herida desde que comencé a memorizar el alfabeto. No iba a disculparme por sentirme sola.
Era algo divertido de ver. Lloraba cuando estaba sola y me reía del caer de una pelusa cuando estaba rodeada. No sé porqué tenía miedo de actuar, si toda mi vida era una actuación.

El dolor de mis pies se estaba convirtiendo en un picor de mil avispas. El sudor frío rodaba por mi columna vertebral; pero no iba parar de bailar, nunca.

Mis lecciones acababan cuando mi madre entraba a la habitación, me escondía en las cabañas cerca a la costa hasta que era muy tarde para verla en el palacio, mi hermano y mis amigos no me buscaron o si lo hicieron no pudieron ubicarme. Quería estar sola, quería correr de todos ellos.

Ya no podía soportar verlos en la escuela, ni en sus malditos ensayos.
La gente no se ponía feliz de verme, no me respetaban ni siquiera cuando cargaba un título mayor al de ellos, caminaba por los pasillos empedrados con la cabeza gacha a las ocho de la mañana. Mi ánimo oscurecía cada rincón de la academia.

Caminaba esos pasillos con una sola pregunta en mi cabeza, "¿cuándo dejaran de repudiarme?"
Esperaba que me graduase pronto y se terminaran las miradas cambiantes y las sonrisas fingidas a mi entrada.
Mi estómago rugía suplicando por alimento, y yo volvía a ignorar mi instinto más natural.
Prácticamente corría a través de la gente que reposaba sus cuerpos en los casilleros color vino tinto.

Necesitaba llegar a la torre...
ya no nos daban clase en la habitación Whispers. Le llamaban de esa manera porque se escuchaban susurros una vez al mes en luna llena, era mentira. No estaba embrujado. Lo sabía muy bien. El techo de esa ala no tenía condiciones para mantenernos seguros, así que hasta que lo repararan no entraría nadie en el lugar.

Esperé a que la gente siguiera su camino a clase cuándo me escabullí escaleras arriba. La pequeña llave de hierro giró la cerradura abriéndose. Cerré tras de mí, y con el paso lento de los segundos y la campana sonando, los susurros y vítores de los estudiantes pararon. Mi cabeza se reposó en la puerta de madera a la misma vez que soltaba un suspiró largo.
Me acerqué a la ventana oscurecida gracias al polvo, con el dorso de mi mano limpié un pequeño círculo.
Era increíble como todo aquí estaba tan cerca, veía el castillo casi cerniéndose sobre la academia. Como si no hubiese lugar a dónde correr. Casi de inmediato me arrepentí de quitar el polvo que nublaba la ventana.

Me dejé caer en la colchoneta de sábanas oscuras, habían cajas con ropa de teatro y barriles de pintura en cada esquina pero en el centro, sólo yo. Mis zapatillas de ballet.

Unos minutos después la melodía de una canción de amor vino a mi cabeza, la susurré mientras ataba mis cintas. Comencé a girar descuidada mente dejándome llevar, cuando la melodía de la canción me tenía sumida por completo y mis dedos sé acoplaban al dolor cuando mi cuerpo se sentía lo suficientemente fuerte para saltar. Hice un par de pasos cantando la canción en la voz más leve que mis cuerdas bocales encontraron.

Mi vista se quedó perdida en el castillo, se veía tan grande y tenebroso desde afuera, sonreí para mis adentros, porque nadie sabría que era mucho más aterrador vivir en esas paredes rocosas, y que no había suficiente lugar para mantenerte escondido. Mis rodillas flaquearon dejándome caer contra el piso de madera.
La sangre brotó de una de mis rodillas, un pequeño corte. Algo que no me habría importado, importó.
Mi corazón se rompió y lloré.

—¡Joder!—Alguien dijo, mi vista borrosa a causa de las lágrimas se alzó a la puerta, alguien tratando de forjar la cerradura.

Me puse de pie de golpe ignorando la punzada en mi rodilla. Lleve todo mi peso a la puerta evitando que la abrieran. Por favor mamá, déjame en paz...

Las lágrimas rodaron por mi rostro, frías de pánico. Mi cabeza se llenó de momentos dónde esto siempre acababa mal. Golpes, mi corazón roto...

"No sirves para mucho Winter, por lo menos en las fotos sales bien"

Por favor, Abre la puerta.

Pidió la voz de nuevo. Mi corazón latió fuerte en mis oídos, el pánico todavía me tenía presa y mis lágrimas humedecían el piso de manera.

—Ábreme, por favor—. Rogó, mi corazón dio un saltó, no era mi madre...Esta era la voz de un hombre...
De Harry.

La puerta soltó un chirrido al abrir, su cara se encogió y envolvió su manos en mi cuerpo con fuerza. Mi cuerpo se tardó en reaccionar tanto que se alejó de mí.

—Joder, intenté darte tiempo a solas. Pero escuché un golpe y me llené de miedo. ¿Estás herida, dónde?—Dijo con los ojos llenos de miedo, cómo los míos. Cuando vió mi rodilla sangrar me llevó de vuelta a la colchoneta. Llevaba un pedazo de tela a mi herida.

—Me estoy volviendo un desastre en el ballet, también.

—¿Comiste hoy?—Preguntó como sabiendo la respuesta, reemplazaba mi hora de desayuno por el salón de baile y me iba a la academia antes de que mamá despertara—. Te ves enferma.

—Me siento enferma...el show, me dan nervios. Mamá va a verlo, ¿sabes?

—Lo sé, es para ellos.

Otra lágrima vacía rodó por mi mejilla, su dedo detuvo la caída de esta. Mis ojos se fijaron en la expresión cuidadosa de su rostro. Harry acarició mi mejilla con cariño.

—No voy a dejar que te toqué. No más, se acabó.

Asentí con temor. Sus ojos se fueron a mis labios y su aroma me hizo cosquillas en la nariz. Esbozó una sonrisa y se pegó a mis labios.
La corriente de electricidad hizo que incorporara mi cuerpo de golpe, lamía sus labios descuidadamente sintiéndome plena. Su lengua viajó en mi boca y otra sonrisa se le escapó aún con sus labios en los míos. Entonces, pregunté:

—¿Cómo me encontraste?

Su sonrisa se extendió

Él lo sabía. Sabía quién era el fantasma que susurraba y cantaba canciones para olvidar su corazón herido.

LA ELEGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora