Cuando el sol salió al siguiente día, tus ojos estaban sensibles e hinchados. Tu cuerpo dolía por la incomodidad de estar acostada, debido a lo poco acostumbraba que estabas en la desconocida estancia.
Muchas veces habías tenido que dormir en camas diferentes, debido a las constantes mudanzas de tu padre, pero en esta ocasión se debía más al intenso nerviosismo.
Te paraste con rapidez, y volviste a mirar por la ranura de la puerta. No parecía haber nadie, de hecho, no había ruido de ningún tipo.
Abriste la puerta, y te limitaste a buscar un baño. Para tu suerte, había uno a tan solo una puerta de la habitación en la que te encontrabas, así que lograste con éxito hacer tus necesidades sin toparte con tu amenaza; el secuestrador rubio.
Te miraste en el espejo frente a ti, notando como tus ojos volvían a cristalizarse.
—Necesito salir de aquí —tu susurro fue lento, en un tipo de consuelo propio.
Un golpe en la puerta resonó con fuerza, haciendo que te sobresaltaras y buscaras algo en la pequeña estancia para defenderte.
Nada. Ni una sola cosa que pudiera servir contra la posible amenaza afuera.
La puerta se abrió, y tu pegaste tu espalda a la pared contraria, en una acción preventiva.
Ahí estaba el mismo hombre de hacia unas horas. Tenía el cabello algo húmedo, y esta vez se encontraba vestido de traje completo. Parecía limpio, y malhumorado.
—¿Terminaste?
—¿Necesitas el baño? —inquiriste de mala forma, con el tono tambaleante.
—¿Vas a contestar mi pregunta? —apretaste los labios en una línea fina. Él no era un idiota, estaba claramente enterado de tu comportamiento temeroso y reacio. Nanami soltó un suspiro, y luego se apartó de la puerta, indicándote que era seguro salir, que no te atacaría—. No tengo planes en causarte ningún tipo de daño, lo de ayer no volverá a repetirse.
—¿Te refieres al agarre agonizante en mis muñecas? —le soltaste en forma de reproche, totalmente filosa.
—Claro, justo a eso me refiero, aunque para ser sincero no lo veo tan grave como intentar apuñalar a alguien por la espalda.
Te sentiste atrapada, cruzando a su lado sin darle la espalda con total desconfianza. —¿Puedes entender mi situación? ¿Puedes ponerte en mis zapatos?
El no pareció conmovido, ni siquiera un poco, solo te barrio lentamente con la mirada, como si hubiese perdido el enfoque de sus pensamientos por un pequeño instante.
—Lo siento, no es mi trabajo rebajarme al nivel de tus emociones y sentimientos.
—Bastardo —gruñiste entre dientes, sintiendo el sentimentalismo surgir de tu interior una vez más. Eras muy sensible y asustadiza, aunque la mayoría de las veces fingías ser demasiado fuerte y poco aprensiva.
Solo eras una chica con miedo que intentaba ocultarse detrás de una máscara.
—Muévete, en el desayunador encontraras cereal y leche. Come.
"Que amable y considerado", pensaste con burla y molestia. Tu mirada hacia Nanami era como un enjambre furioso de abejas, pero al rubio pareció importarle muy poco.
Caminaste hacia el desayunador, y pusiste tus manos sobre el alto banco de madera frente a ti, mirando el colorido cereal en silencio.
—¿No te gusta?
Te contuviste de soltar una carcajada sin ápice alguno de gracia. No querías parecer mas loca de lo que posiblemente te volverías.
—No me gusta ser secuestrada —soltaste en su lugar—. Si no me gustara el cereal, sería una de mis menores preocupaciones justo ahora.
—Eres espantosamente odiosa —murmuró con lentitud, a un par de metros tuyo mientras abría la puerta en la que le viste por primera vez.
Tus ojos se agrandaron con terror cuando viste a los dos enormes perros rottweiler entrar, olfateando el lugar como si hubieran detectado a un desconocido, que, en tal caso era tu.
Uno de los enormes perros te enfoco, gruñéndote de inmediato.
—¿Q-que demonios?
—Si le demuestras que estas asustada, no dudarán en atacar.
—¿Qué? ¿Y qué demonios hago? ¿L-les sonrió o les tiro besos?
Un pequeño asomo de sonrisa pareció surgir en los labios del varón, pero rápidamente la suprimió, acercándose al perro que te gruñía de forma desconfiada.
—No le agradaste a River, creo que somos dos —Nanami te dedico una mirada rápida, directamente a tus ojos, haciendo que sintieras pena por un rápido segundo. Desviaste tu mirada al otro perro, que parecía mirarte imperturbable con la cabeza sutilmente ladeada.
—Ehm... El otro...
No tuviste tiempo de decir nada, porque de inmediato este segundo animal se acercó a ti, olfateándote con tranquilidad, y mirándote a los ojos una que otra vez. Luego, sin saberlo, simplemente buscó tu mano, lamiéndola y frotando su negruzca cabeza contra la misma.
Le acariciaste con algo de temor, y en total lentitud, muy nerviosa.
—Bueno, tienes a Phoenix.
Ignoraste a Nanami, apartándote del perro inmediatamente, procurando no asustarlo.
Te abrazaste con tus propios brazos, intentado protegerte a ti misma de la sensación fría que te había envuelto. No podías olvidar que la persona frente a ti te tenía secuestrada, sin contar que no parecía querer revelar nada de tu padre.
Los fríos ojos se Nanami se separaron de ambos caninos para mirarte a ti. Lucía cansado, totalmente desagradado contigo.
"El sentimiento es mutuo", pensaste mentalmente.
Sin prever cómo, el mismo rubio que segundos atrás había estado levemente inclinado sobre los perros acariciándoles, ahora se encontraba frente a ti, sus dedos fríos encontrando tus muñecas.
Tu corazón latió cómo una pájaro enjaulado, sintiendo el suave, y al mismo tiempo, grotesco toque sobre la suave piel de tus manos.
Intentaste luchar, ser valiente, inclusive pensaste de nuevo en la idea de hacerle daño, pero... No tendría forma. Te doblaba en tamaño y fuerza, además de que su gélida mirada lograba doblegar cada parte de tu interior.
Le miraste con temor, con esperanza...
Esperanza, hacía que la gente se volviese tonta, les hacía creer que había algo más allá de la realidad.
Nanami no tenía esperanza desde hacía mucho, y posiblemente tú debías de renunciar a ella también, aunque... Ingenuamente la mirada en Nanami era diferente, quizás veía en ti aquello de lo que él carecía.
Habías tenido la esperanza de golpearlo y huir. Y él había tenido la esperanza de... Poder matarte.
Sus gélidas manos soltaron tus muñecas como si quemasen, como si diesen asco. Simplemente las miro durante unos segundos más, dando la vuelta sobre él mismo y caminando entre los perros que les miraban imperturbables y curiosos.
Se acerco a la puerta de salida, y luego, antes de cerrarla a sus espaldas, soltó;
—Volveré, no intentes huir.
—Sabes que lo haré.
Sus fríos ojos te ubicaron sobre su hombro. —Entonces intenta esconderte bien, porqué cuándo te encuentre vas a lamentarlo.
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Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©
FanfictionLa pequeñas mentiras piadosas se escapan de tus labios mientras me abrazas. Me hice la tonta desde el inicio, pero siempre supe que en algún momento simplemente me dejarías. De todas formas, nunca dije nada, porque temía perderte antes de tiempo. F...