Parte 40

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Una despedida.

—¿Dónde está? 

—En el pasillo de la izquie...

Nanami ni siquiera es capaz de terminar la oración, cuándo sales corriendo en la direccion que te ha especificado a medias. Tus ojos se cristalizan, y tus piernas se sienten debiles por el miedo, la esperanza y la tristeza. 

El frío cubre tu piel, y las lágrimas poco a poco empañan tu visión, pero no te importa, solo quieres verle de nuevo. No esperas a por más, y abres varias puertas, unas sin ceder, otras que dan a estancias vacías.

—¡Papá, papá! ¡Soy yo, T/N!

Oscuridad. Soledad. Muerte.

El lugar tiene olores desagradables flotando en cada esquina, pero nada te importa.

Una voz conocida te llama tras una de las muchas puertas, guiándote con el sonido.

—¿T/N? Estoy acá, en la última...

Corres cómo si no hubiese un mañana, y una de las puertas cede ante tus golpes.

Tus ojos tardan en adaptarse a la oscuridad por unos segundos, y para entonces logras identificar la silueta humana en el suelo, recostada a la fría pared de aquella tetrica celda. Sin esperarlo mas corres hacia Cassio, hacía tu padre. 

—Papá, papá... Soy yo, aquí estoy.

La sangre en su rostro no te permite diferenciar bien sus rasgos, pero sabes que es él, su voz y esencia sigue ahí.

Sus ojos se elevan para encontrarte a ti, y las lágrimas no tardan en llegar de ambos lados, tanto de ti como de él.

—¿Qué haces acá? ¿Cómo llegaste? Ellos tienen a Lilly, ella...

—Tranquilo, estoy bien, y Lilly tambien se encuentra bien, nosotras... —aprietas tus ojos y tu boca, intentando mantener la calma, a pesar de que solo quieres romper en llanto ahí mismo. Tus manos sujetan su rostro, y la sangre no tarda en unirse a tus dedos.

—L-lo siento, perdóname por no s-salvarte, a ti y a Lilly. 

Niegas rápidamente. —No es tu culpa, no es culpa de ninguno de nosotros, es culpa de todos ellos, y de quiénes trabajan con ellos —tu voz es brusca, y los pasos de Nanami se detienen al escucharte. Su figura en la salida bloquea parte de la luz que ilumina el pasillo, pareciendo un monstruo, tal y como lo fue desde el principio. 

Un monstruo que no hizo más que actuar tal y cómo se lo habían pedido, sin tener en cuenta tu corazón.

La oscuridad no te permite distinguir muchas cosas, pero sus ojos... Sus ojos brillantes y amenazadores son todo lo que esta mal en el mundo, todo lo quete grita que huyas, y aún así, te sigues quedando.

—Creí que podría protegerlas por siempre... 

El siempre no existe cuando se trata de mafias y organizaciones delictivas. El siempre es sólo un sueño corto que se lleva muchas ilusiones cuando los ojos se abren.

Te acercas tanto a tu padre hasta abrazarlo, buscando sentir su calor y protección. —Tuviste que haberlo dicho, papá, pude haberte ayudado...

—No, cariño, esta era una guerra que tu madre y yo aceptamos sin responsabilidad alguna, ahora... Ustedes son las únicas afectadas, pero... Te prometo que intenté solucionarlo.

Solucionarlo. Era tan tarde para poder hacer algo que de verdad funcionase. A ese paso, la única solución a medias sería caer en la desgracia, proteger a Lilly asegurándole un lugar seguro en La Nadretta, uniéndote a Satoru sin rechistar.

—Esta guerra va a terminar pronto, lo prometo.

Los brazos heridos de tu padre se encuentran encadenados al suelo, haciéndole incapaz la tarea de corresponder a tu abrazo. —No quiero que suceda, la única forma de que termine sería que tú...

—Papá, esta guerra va a terminar pronto.

La abrazas con tanta fuerza que sientes las vibraciones de su llanto. No puedes evitarlo, y también rompes en lágrimas. El hueco que creíste imposible que creciera más en tu interior incrementa, llenándote de dolor. 

Nanami permanece junto al umbral, y su mirada ya no esta en ti, sino en tu padre, pero... No hay ninguna emoción tosca, solo neutralidad. 

Permaneces un par de minutos junto a tu padre, hasta que Nanami toca tu hombro, indicándote que debes de salir, que debes de despedirte. 

—¿Tan pronto? 

—Era por poco tiempo, no puedo darte más —suelta en un susurro—. Despídete correctamente, puede que... puede que no haya lugar a más despedidas. 

Sientes tu boca secarse, y tus brazos vuelven a rodear el cuerpo destruido de tu padre. Te sientes como una niña pequeña, la misma que corría en dirección a sus padres cada que una tormenta eléctrica golpeaba los arboles cercanos, la misma que lloraba porque había caído de su bicicleta, la misma que le daba miedo los payasos en las ferias, y la misma que reía mientras su propio padre le hacía cosquillas antes de dormir. 

Los recuerdos se arremolinan en tu cabeza, y no puedes evitar llorar a abiertamente, sin importarte que Nanami este justo a tu lado, de pie, mirándote llorar como una niña pequeña. 

Te sientes débil, y triste de tener que despedirte del ser humano que te vio crecer, que te educó, que te cuidó, y que te amó antes que cualquier otro hombre. 

—No te rindas, lucha, por ti, por Lilly, por tu madre... Ella lo merece—el susurro de tu padre no consigue que dejes de llorar—. Y a él... Perdónalo, quiere salvarte, aunque este declarando su propia sentencia... —sus palabras sobre Nanami te hacen fruncir el ceño.

¿A que se refiere?

Tus ojos van a Nanami, pero este no parece querer responder.

—Suficiente. 

Los brazos de Nanami te toman, apartándote de tu padre. Luchas, gritas, pataleas y sigues llorando por conseguir un par de minutos más a su lado, pero es en vano. La oscuridad vuelve a cubrirlo, y tus ojos se nublan nuevamente por las lagrimas. Nanami mira a tu padre, y rápidamente desvía la mirada para soltar un suspiro largo. 

Escuchas los pasos de aquellos hombres en la entrada dirigirse hasta la celda de tu padre, pero luego nada.

Salen del pasillo, y la venda vuelve a cubrir tus ojos.

No haces intento por quitarla, simplemente sigues llorando, sintiendo las manos de Nanami guiar tus pasos. 

El auto te cubre, y lo único que haces es reprimir tus sollozos, recostándote en el sillón del mismo y haciéndote una pequeña bolita. 







Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora