Parte 38

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Para siempre... Eso no existe.


—¿Por qué tú...? —tu voz tembló notoriamente. La cristalización de tus ojos fue evidente, tanto que inclusive Nanami intentó, en un arrebató inconsciente, acercarse a ti.

No lo haría, ni lo hizo.

—Era mi trabajo, desde el inicio.

Tu respiración se acelera, y tus pasos son inconscientes hacía atrás. —¿Como pudiste...?

Su ceño se frunce, y su mirada cambia a una totalmente cruel —¿Qué? Lo esperabas de todos excepto de mí, ¿no es así? —pregunta con dureza— Pues sorpresa, tu príncipe azúl es un asesino.

Su tono recriminatorio te hace enfurecer, apartando por un par de segundos el enorme temor que te hace temblar. —¿Crees que esto es fácil para mí? No tengo opción, desde el inicio sólo quise...

—Yo no tengo poder sobre esto —gruñe, llevándose una de sus manos a su cabello. El dorado de su cabello brilla con leves tonalidades rojizas.

Tus manos se vuelven puños, y tus dientes tiemblan. Las gotas secas de sangre sobre su piel lucen horripilantes, aumentando el terror en tu interior.

—¿Donde está? Por favor, al menos dímelo...

Su rostro se endurece, y el sonido de los pasos resuenan atrás de ti.

—Llevala contigo mañana —la voz de Satoru es mordaz. Sus manos envuelven tus hombros, cómo si quisiera dejar en claro una sola cosa; Le perteneces.

La mandíbula de Nanami se tensa, pero sólo asiente en silencio, mirando fulminante al peliblanco.

Ambos hombres se miran tensos, así que te apartas del medio, y cruzas tus brazos sobre tu pecho, abrigandote del frío del exterior. Tus ojos van de Nanami a sus manos, entre asustada y decepcionada.

—T/N, ve adentro, hace frío.

No tienes forma de responder ante la orden directa de Satoru. El nudo en tu garganta no te lo permite, así que sólo asientes, girando sobre tus pies y adentrándote nuevamente a la mansión.

Satoru se acerca a Nanami mientras tú te alejas, y lo último que escuchas te hace tragar grueso —Y después de eso, por favor, no te acerques más a mi prometida. Ni siquiera siendo ciego sería incapaz de ver que tanto la deseas.

No hubo contestación de Nanami, y si la hubo, no fuiste capaz de escucharla.

Tus pasos apenas y lograban mantenerte de pie, moviéndose impacientes hasta la soledad de aquella habitación que parecía resguardarte del infierno que te rodeaba.

Era tanta mierda, que a veces parecía una pesadilla, capaz de terminar en cualquier momento.

La cabellera cobriza de Lilly te recibió al entrar a la habitación, y eso de alguna forma te hizo respirar con más tranquilidad, luchando por mantener la calma, al menos frente a ella.

Su cuerpo estaba envuelto en una pijama completa, sentada sobre tu cama, jugando con dos dinosaurios de juguete.

Te acercaste y le acariciste el cabello, sonriendo para mentir, sonriendo para al menos envolverla a ella en un cuento de hadas que no existía.

—Hoy dormiré aquí —suelta con evidente ánimo, a lo que asientes.

—Claro que sí, me hace feliz eso.

Lilly se mete bajo las sábanas, y espera tranquila a que te le unas. Apagas la pequeña lamparita sobre la mesita de noche, y luego la acunas entre tus brazos, acostándote a su lado.

A pesar de que un mar de pensamientos te carcome la cabeza, el cansancio, y posiblemente también el episodio exhaustivo de estrés, el sueño te intenta envolver, pero Lilly toca tu mejilla, espabilandote.

—¿T/N? —la voz suave de Lilly te hace abrir los ojos.

—Dime.

—¿Por qué no estas feliz acá?

La pregunta te hace suspirar. No puedes simplemente decirle la verdad, así que sólo lo resumes con palabras suaves; —Extraño nuestra casa, extraño a papá.

Lilly se gira hacía ti. —Yo extraño a Manchas y a Hermenegildo.

El recuerdo de los pequeños gatos te hace sentir triste. ¿Que habrá sido de ellos? —¿No extrañas a papá?

Lilly asiente. —Sí, lo hago, pero me gusta...

—¿Que te gusta?

—Vivir aquí, salir con el viejito en los caballitos, y que Nanami juegue conmigo.

Nanami...

Cerraste los ojos, tragando grueso.

Claro, para Lilly todo es tan fácil como que tan bien logre pasarla.

—¿Y que piensas de Satoru? —preguntas, con curiosidad y miedo.

—Él me hace reír, pero siempre es muy serio.

Que Lilly también note algo negativo en él, no es nada bueno. —Y... ¿Que harías sí él quiere vivir con nosotras de ahora en adelante?

La pequeña sólo se encoge de hombros. —Creo que estaría bien, pero... —un bostezo la interrumpe, haciéndote sonreír con ternura y tristeza.

El sueño empieza a inundarla después de la charla, después del movido día que ha tenido.

—¿Pero? —insistes, queriendo saber un poco más de aquello que aguarda en la cabeza de la pequeña.

—Me gustaría más que Nanami viviera con nosotras, y con papá, para siempre.

Para siempre...

No dices nada. Te quedas un par de minutos pensando en eso, y cuándo vas a preguntarle algo más a Lilly, ves cómo sus párpados cerrados te avisan que se ha quedado profundamente dormida.

La abrazas a ti con cariño, y la sensación profunda en tu pecho te obliga a llorar silenciosamente.

Nunca podrá ser así, aunque lo intenten.










Capítulo corto para terminar por hoy, ya mañana espero publicar los otros dos que tengo por el momento, y la verdad... Preparen pañuelos :'(

Esta semana pasada se suponía que publicaría estos, en una maratón, pero los traje hasta hoy porque tuve algunos pequeños problemas; me pusieron brackets, se sienten horribles y no puedo comer, así que estaba más muerta que viva.

Así que bueno, por hoy hasta acá, y veré si avanzó un poco con mi otra historia de Nanami, que si no la han leído... ¿Qué estan esperando?

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora