Parte 21

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Cubriste a la niña entre tus brazos, ella no pareció asustada de ti, de hecho, reaccionó bien a tu cercanía, e intento cubrirse bajo tu pecho

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Cubriste a la niña entre tus brazos, ella no pareció asustada de ti, de hecho, reaccionó bien a tu cercanía, e intento cubrirse bajo tu pecho.

Te rompió el corazón pensar en todo lo que habría podido sufrir si Nanami no hubiese aceptado ante tu insistencia de salvarla.

El sonido de los golpes, los jadeos y gruñidos te hizo apretar los labios, cerrando los ojos con fuerza y bloqueando aún más el campo de visión de la niña.

Lilly...

Sentir su cuerpo te recordaba a Lilly. Intentaste contener las lágrimas, pero era imposible. No podías proteger a tu hermana, no sabías dónde estaba siquiera, así que al menos intentarías proteger a quién lo necesitará y estuviera cerca de ti.

Una mano húmeda sobre tu hombro te hizo sobresaltar. Giraste tu mirada, y tus ojos se encontraron con las obsidianas negras y profundas de Nanami.

Parecía un monstruo, uno real de carne y hueso.

La sangre le cubría el pecho de la camisa, totalmente humedecida. Unas gotas carmesí estaban sobre su pálida cara, y los nudillos... Sus nudillos estaban partidos, sucios y sangrientos.

—Ya terminó el show, tráela a casa.

Tráela a casa... A casa.

Asentiste distraídamente, mirando disimuladamente sus heridas.

Cargaste a la niña en tus brazos, ya que no parecía pesada, y en efecto, era bastante liviana. Ella se escondió en tu cabello, con espasmos insistentes que intentaste controlar acariciándole la espalda y el cabello.

Al cruzar el marco de la puerta te dirigiste a tu habitación, y Nanami se metió al baño de inmediato, desapareciendo de tu visión.

Pusiste a la niña sobre la cama, y encendiste la luz.

Un jadeo de terror brotó de tus labios al ver su frágil e infantil rostro lleno de moretes.

Intentaste tragar el nudo en tu garganta, y aunque fue difícil, lo lograste. —¿C-cual es tu nombre?

La niña, con un camisón viejo y sucio, busco refugiarse en el interior del mismo. Parecía ida, pequeñas lagrimas brotaban de sus verdosos y cristalizados ojos.

Tomaste una camisa grande de las tuyas, que inclusive era demasiado grande para ti, y te acercaste a ella con el deseo de quitarle su camisón incómodo y sucio.

Parecía reacia, pero lucía mucho más tranquila en comparación a momentos anteriores. Quizás necesitaba escuchar tu voz, familiarizarte a ti un poco y entender que no le harías daño.

—Mi nombre es (T/N), vas a estar bien conmigo, no quiero hacerte daño, y puede que muchos te hayan dicho eso, pero yo no tengo intenciones de hacerte algún mal, yo solo soy... -detuviste tus palabras, pensando bien en lo que dirías después de aquello.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora