Parte 49

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Tradiciones arcaícas. 


La tradición dicta decisiones importantes en nuestras vidas, tradiciones que ni siquiera son nuestras, pero que son impuestas por quiénes tienen todo el poder. Sin tener voz en el asunto, sin ser responsable de lo que un día tus padres hicieron, ahí te encontrabas, caminando frente a una multitud que no conocía, frente a ojos curiosos y lastimeros que en alguna ocasión breve viste en la enorme mansión. Frente a ojos que te miraban envidiosos de una suerte que creían indigna de ti, y frente a algunos ojos que silenciaban cosas terribles, hermosas y fantasticas.  

El sol fuera de la iglesia era deslumbrante, iluminando cada espacio, colandose por los enormes ventanales con figuras religiosas que desconocías. La larga alfombra bajo tu pies parecía querer desestabilizarte, aunque no sea movía para nada. Tu vestido blanco, largo y de una seda suave envolvía tu silueta, pero no pudiste sentirte más miserable de lo que ya de por sí eras. 

Nunca habías pensado que un día tan especial para algunas mujeres como lo era el día de su matrimonio, se convirtiese en una pesadilla como aquella. Sí, podías tener un Az bajo la manga, uno que no tardaría en descubrirse a la luz del intenso sol, pero por ahora debías de enfrentarte a la pesadilla que te esperaba imponente al final del pasillo, sobre el altar, vestido de blanco y negro, con los ojos más azules y profundos del mundo. 

Con cada paso hacía el altar, sentías cómo tu corazón latía con fuerza dentro de tu pecho. Tu mirada se perdía en el horizonte mientras tratabas de contener el torrente de emociones que te embargaban. Los suspiros y murmullos de los invitados te rodeaban, pero tú sentías como si estuvieras sola en medio de un mar de expectativas y tradiciones que no comprendías, y que nunca comprenderías.

—Espero que entiendas el peso que tengo sombre mis hombros con esto —había dicho Satoru con una expresión dura. 

—Por más que quiera entenderlo, no es algo que me corresponda a mí cumplir. 

—La vida no es cómo queremos, tenemos que perder algunas cosas para ganar otras.

—Yo no gano nada, deberías de entenderlo tú.

Tus pasos se volvieron más lentos a medida que se acercaban al punto de no retorno. La última conversación que habías tenido con Satoru antes de la ceremonía había sido justo ese día déspues de tu reunión con el viejo. El vestido blanco símbolo de pureza y felicidad, pesaba sobre tus hombros como una carga insoportable. Querías gritar, correr y escapar de aquel destino impuesto, pero las cadenas invisibles de la tradición la mantenían aprisionada.

En medio del silencio sepulcral, volviste tenuemente al recuerdo de tu infancia y adolescencia, en donde alguna vez soñaste en como sería el amor de tu vida, un compañero que pudiese comprenderte y respetarte, algo estable, algo que no estaba acá. Tus ojos se cerraron brevemente, y un rostro singular vino a tus recuerdos. 

Él pudo serlo, ese compañero.

Te contuviste de menear la cabeza intentando disipar todos esos pensamientos. Tus deseos habían sido silenciados, relegados al olvido en nombre de conveniencias ajenas a tu corazón.

Cuando finalmente llegaste al altar, tus ojos encontraron con los de Satoru, sintiendo una profunda tristeza mezclada con angustia, enojo y desagrado. La sonrisa en el rostro de Satoru, cerca de ser grotesca y burlona, era plástica, totalmente fingida, marchitandose como una pequeña flor al calor. Podías odiar a Satoru, nunca sería santo de tu devoción, nunca le perdonarías su sola existencia, pero al mirar sus ojos azules, notaste algo inesperado que nunca creíste ver en él; una chispa de vulnerabilidad oculta tras la apariencia de frialdad.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora