Parte 27

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—Déjame aferrarme a ti

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—Déjame aferrarme a ti.

Su mano se detuvo aun dentro de tu camisa, y sus ojos se congelaron fijamente sobre los tuyos.

—¿Qué?

Te sentiste estúpida después de decir aquello, así que intentaste romper su agarre y cercanía para apartarte.

—Lo siento, no estaba pensando —intentaste huir de su agarre, sintiendo tus mejillas sonrojarse ante las palabras que habían salido de tu boca.

Te colaste por entre sus brazos, y le diste la espalda, dispuesta a desaparecer de la estancia.

Nanami no permitió que te distanciases lo suficiente, al contrario, te sujeto de la muñeca y te atrajo hasta su pecho, tomándote de la barbilla y plantándote un beso salvaje sobre tus labios desde tu espalda.

Fue como si hubiese detenido el tiempo. La suavidad de sus acciones embargo todo tu cuerpo con el paso de los segundos, y aquello más que parecer uno de los habituales besos de Nanami, fue más bien como una declaración de algo silencioso que no tenía sentido.

Una vez que su boca se separó de la tuya, tus ojos aun siguieron cerrados.

—¿No dirás nada?

—No tengo nada que decir —soltó en un susurro grave, abrazándote contra su pecho.

Te apartaste lentamente de su agarre, y él te permitió huir de su cercanía. Caminaste hacia tu habitación, y te encontraste con la imagen de las niñas totalmente dormidas sobre la cama. Lilly abrazaba a Aria por la espalda, mientras que la mas grande simplemente tenia sus manos bajo su cabeza, en un posición cómoda y tradicional para dormir.

Soltaste un suspiro agitado, cerrando la puerta un poco para después ir hasta la otra habitación.

Nanami ya estaba ahí, simplemente sentado sobre el borde de la cama, mirando sus propias manos entrelazadas.

—Me quedare aquí de nuevo.

Tu aviso le hizo alzar la mirada y sonreír con los ojos sutilmente entrecerrados, como cansados y confundidos, totalmente mentirosos. —No tengo objeciones contra ello.

Asentiste, bajando la mirada y abrazándote a ti misma como la persona vulnerable que eras en ese momento. —Lo sé, solo quise decirlo.

El estiro su de sus manos en tu dirección, y tu caminaste hacia él como un ciervo recién nacido, de forma temblorosa. Sus manos se agarraron del borde de tu camiseta, pero no hizo amago de quitártela.

Solo estaba ahí, congelado.

Lucia hipnotizado, como si toda la vida hubiese sido desprendida de sus rasgos. La burla de minutos atrás había sido sustituida por una total seriedad.

Sus manos jalaron tu silueta hasta tenerte de nuevo entre sus brazos, esta vez apoyando su frente contra la parte superior de tu vientre.

—Hay muchas cosas que yo no puedo darte —soltó en un susurro, evitando tu mirada.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora