Parte 13

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Las cosas estaban tensas, tanto que el ambiente podía cortarse con una misera hoja de papel

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Las cosas estaban tensas, tanto que el ambiente podía cortarse con una misera hoja de papel. Apenas eran las ocho de la mañana, y tu estomago rugía por comida.

La noche anterior simplemente habías caído en la cama después de que Nanami se había retirado, repitiendo durante toda la noche las últimas palabras salidas de su boca; "—Para ser sincero, no creo que me beneficie hacerlo, pero créeme, no hay nada que quieras más que poder poner una bala en tu cabeza."

Tu mente navegó por el mar de pensamientos hasta caer en la inconsciencia, despertando tarde a causa del desvelo.

El vivido cereal sobre el desayunador fue tu único recibimiento, a excepción del movimiento sospechoso en el rabillo de tus ojos.

Giraste tu cabeza para enfocar al culpable de ello, y diste con River, el intimidante rottweiler que en anteriores días parecía querer asesinarte.

No te gruñía, ni siquiera parecía amenazante, solo estaba ahí, mirándote.

Ambos estaban mirándose fijamente, tu pensando en el milagro que significaba él que no intentase atacarte, y él posiblemente pensando en lo fea y patética que eras. Bien, aquello ultimo era más tu pensamiento que el suyo, a decir verdad.

La silueta corpulenta de Nanami aprecio detrás de River, dedicándote una rápida mirada al percatarse de tu presencia. Pareció querer decir algo, pero simplemente no se molestó en abrir su boca.

Lucía tan antipático y malhumorado que siempre.

Sus pasos fueron rápidos hacía la cocina, dejando una taza sobre el fregadero, y comenzando una rápida labor de limpieza; fregar los platos.

Era una buena forma de intentar colaborar, de hecho, para ser sincera, te sentías mal de no hacer nada. Siempre habías estado acostumbrada a ayudar con los labores del hogar, barrer, limpiar, fregar los platos, lavar la ropa, lavar el baño, restregar el inodoro...

Eras más una chacha que una joven de veinte años que soñaba con ir a la universidad cuándo recolectara el suficiente dinero, y cuando su padre dejase de rodar de un lado y a otro.

Tu padre...

Por primera vez en todo el tiempo que llevabas ahí, decidiste apartar el pensamiento y enfocarte en la nueva cosa por hacer; Ayudar a Nanami con los platos.

Te le acercaste lentamente por detrás, y luego simplemente apareciste a su lado de golpe, haciendo que hiciera una extraña cara de sorpresa y alerta. Por un momento su máscara de impasibilidad de cayó, pero no pasó mucho para que nuevamente surgiera.

Sus ojos volvieron de inmediato a su tarea, llevando entre sus dedos la esponja amarillenta para fregar los trastes, introduciéndola y sacándola rápidamente.

Estiraste la mano para tomar un plato sucio, pero él pareció desagradado con la idea, dejando todo sobre el fregadero.

—Yo puedo ayudarte...

Ni siquiera lograste terminar de hablar porque el rubio simplemente seco sus manos sobre la tela oscura de su pantalón, se dio la vuelta, y huyó de la cocina, entrando al baño.

Lo supiste por el sonido de la puerta, el rechinido extraño que poco a poco se convertía en algo familiar.

Te quedaste de piedra.

Él te había ignorado. Te había ignorado totalmente.

Una parte de ti, una que estaba siento racional, se alegraba de ello, pero la otra, la que había probado algo que nunca antes había experimentado el día de ayer, estaba totalmente desilusionada.

Era estúpido, estabas al tanto, pero... Tenía sentido, uno demasiado tergiversado.

Un par de minutos después, cuándo habías terminado con los platos y ahora te encontrabas con una cucharada de cereal en la boca, Nanami salió con el cabello un poco desordenado y la mirada cansada.

Tenía la tela del pantalón húmeda, pero aquello posiblemente se debía a que se había secado las manos en esa misma zona.

Él noto tus ojos en esa parte, así que carraspeo levemente, frunciendo el ceño.

Ni siquiera fue suficiente para que te hablará. Él simplemente parecía dispuesto a no hacerlo, nunca más.

Salió en dirección al porsche dando grandes zancadas.

De alguna forma así resultaron los días siguientes, completando una semana de silencio y contactos mínimos.

Era increíblemente aburrido, apenas era que lograban pasar las horas del día a día, y Nanami no implicaba entretenimiento con alguna de sus acciones.

Era todo siempre lo mismo; Dormir, despertar, comer, mirar por la ventana las casas vecinas, escuchar a Nanami hablar por teléfono en susurros incomprensibles, verle trabajar durante el día y parte de la noche en el porsche, acariciar a Phoenix cuando se recostaba a tus piernas, o simplemente sentarse de brazos cruzados y observar el vacío.

Las tardes eran frescas y bonitas. El cielo entero se teñida de un celeste claro que poco a poco se fundía con una amalgama de colores cálidos y profundos producto del ocaso.

Nanami era como el azul pálido del cielo. Era monótono, frio, constante y... Hermoso.

Tomaste tu cabeza entre tus manos cuando el recuerdo del beso vino a tu mente. Phoenix te miro de forma sospechosa, como si por dentro creyese que te habías vuelto loca, aunque lo más posible era que sí, porque de alguna extraña forma, querías sentir de nuevo aquello, solo que, sin la presión de morir, o las amenazas crueles.

Solo querías volver a sentirlo, saborear aquello que nunca habías probado con nadie.  

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora