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...
Estaba nervioso. ¿Por qué razón lo estaba? Habían estado a solas muchísimas veces. ¡Hasta durmieron juntos en incontables ocasiones! Y, aun así, en todos esos momentos nunca se había sentido de esta manera. Con una presión en el pecho importante, recordándole una y otra vez que ya no era como antaño; y la incesante necesidad de buscar las palabras correctas.
Puede que fuera por los sentimientos que había aceptado tener por ella, o porque tenía miedo de decir algo indebido y que volviese a alejarse. ¿Todo, también?
¡Bah! Fuera por lo que fuera, el hecho de tener a Alexia mirándole con esa intensidad no ayudaba. ¡Esos ojos de color dorado se clavaban en su alma! Era como un animal acechando a su presa, y no le dejaba concentrarse.
Era como si viese a través de él, así que no ayudaba a mejorar la situación.
— Soy toda oídos, pequeño.
El mote le hizo tragar en seco.
Por una parte, le gustaba que siguiese llamándole de esa manera. Era una simple demostración de la relación que los unía, de la cercanía y el cariño. Mostraba que pasara lo que pasara, él era uno de los que más espacio reclamaba en su interior.
Por otra... Cada vez que la escuchaba decirlo, su pecho se estrujaba. En cada ocasión que aquel apodo salía de sus labios, sentía que quería demostrarle que ya no era el niño pequeño que ella conoció; que había crecido, que era más alto que ella, y que, de hecho, era él el mayor de los dos.
Cientos de años mayor.
Aladdin se giró a verla. Estaba apoyada en la pared, y su vestimenta seguía siendo la misma, con sus pantalones cortos y su camisa grisácea de medio torso, dejando al descubierto su tatuaje sin ningún tipo de pudor. Las manchas de sangre de Sinbad continuaban a la vista de todos, desperdigadas por varias partes de su cuerpo. No parecía incómoda con ello.
Más bien daba la sensación de que era todo lo contrario.
Se regocijaba de tal acto.
— Ah— articuló Alexia, anonadándose de la mirada de Aladdin en su ropa—. Sí, lo sé. Me tengo que bañar y cambiar.
— ¿No estás incómoda con eso?
— Oh, no— negó, con una sonrisa pérfida en sus labios—. Ya tendré tiempo de ponerme algo diferente. Prefiero escucharte antes, amor.