XII: ¿Dorado o negro?

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Pov Alexia


Di unos pasos hacia adelante sin padecer problema alguno. Al contrario que el resto de los habitantes, me mantenía analizando a la muchedumbre como si fuera una auténtica autopsia.

No me importaba en lo más mínimo.  

Después de todo, las cosas habían acabado antes de lo que pude haberme imaginado. No creía que hubiera una guerra más corta que ésta; Donde prometía ser una gran masacre, y se decantó por simplemente, tener una vaga semejanza. 

Sinbad y la alianza de los siete mares, sin ser sorpresa alguna para nadie, se decantaron por el bando Hakuryuu. Fue de tal manera, que lo proclamaron fuerte y claro que lo veían como el próximo y único heredero al imperio Kou. 

Así que Kouen, básicamente, no tuvo más remedio que rendirse para no tener más bajas que importasen. 

Y así los dejaron entrar. Ahora, estaban todos dentro del palacio.

— Será mejor que nos apartemos de tanto ejército...— Habló Yunan. Yo seguía caminando con total tranquilidad en medio de todo el pasadizo que recorría—No será bueno que te vean después de lo que hiciste. 

Negué con la cabeza con ritmo, tocándome los dedos por detrás de mí. 

— No me voy a ningún lado~— Aclaré.

Me senté justo en mitad del lugar, con las piernas y brazos cruzados por igual. Algunos me miraban con reticencia al saber quién era, otros con temor. Esos sentimientos iban cogidos de la mano. 

Pero cuando el de la cicatriz apareció por la sala, todo se quedó en silencio. 

No tardó mucho en percatarse de mi presencia, y en cuanto lo hizo, una extraña mueca en le apareció por el rostro. Parecido a un ademán de duda en caminar hacia esta dirección o no.

Sin dejar de observar cada uno de sus secos movimientos, vi que al final optó por avanzar. 

La tensión era tan fuerte, que hasta los guardias nos observaron en silencio. 

Me miró de soslayo al pasar por mi lado, acongojado y bastante sumido en sus pensamientos. Posteriormente, se metió dentro de la habitación donde se hallaba Kouen. 

— Tú eres la que mató a nuestros compañeros...— Gruñó uno al acercarse a mí. Otro de ellos lo intentó apartar, pero me giré a mirarlo con una sonrisa en mi cara— Eres un monstruo.

— ¿Tú crees?— Canturreé, torciendo el cuello. Escuché a Yunan suspirar— Pues eso que no me has visto haciendo cosas peores.

— Maldita...

Cambié mi atención cuando al fin comencé a escuchar las voces del pelirrojo y Hakuryuu conversando detrás de la puerta. Entornando mis ojos, seguí con mis ojos en aquella dirección.

— ¡Escucha lo que tengo que decir, serpiente!— Seguía el anterior. De forma sesgada, lo ojeé con malicia— Algunos tenían familia y eran buenas personas... ¡Mataste a muchos amigos míos! 

— Si no te callas, puede que sigas su destino. 

El chico se quedó mudo.

No tenía tiempo para sus reproches, tenía un punto de interés más importante que oírle quejarse por cadáveres que ya no volverían.

Quería escuchar lo que decían a través de la puerta.

Después un pequeño forcejeo, otro soldado logró alejar por su bien a ese hombre de mi plano visual, llevándoselo hacia un lugar diferente. 

Serpiente dorada [Magi, the laberynth of magic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora