XXIII: Mínima posibilidad

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...



Ahora, nadie podría escaparse.

La serpiente dorada estaba completa. Lucifer se hallaba nuevamente en su poder y como tal, no habría ni una sola pobre alma que lograra esconderse de una depravación que arraigaba más en ella.

Pensarían que después de ir al otro mundo, de indagar en nuevos conocimientos y ver cosas que nunca había visto su ser podría ser diferente, ¿Verdad? Era todo lo contrario. 

Su oscuridad se había vuelto más fuerte. O, en otras palabras...

La estaba dejando que saliera al completo. 

La palmada que dio en el aire alarmó a más de uno que se había quedado sin palabras. Para ellos, había sido demasiado amenazante lo que había ocurrido. Más de uno pensó que tenían suerte por tenerla como aliada. Pero Alexia, estaba más que sonriente.

— ¡Bueno! —Expuso con inocencia, como si nada hubiera pasado— Vamos al reino de Kou.

Todos parpadearon, estupefactos.

— ¡¿Eh?!

— ¿Judar, te apuntas? —Interrogó al pasar por su lado. Éste sonrió.

— Eso ni se pregunta—Dijo.    

— Perfecto entonces, mi compañero sigue el curso— Ambos se dedicaron una mueca divertida, sabiendo perfectamente a lo que se referían. Miró a los pelirrojos después—. ¿Vosotros qué haréis al final? 

Los Ren se miraron mutuamente. Interrogativos, pensaban en una respuesta adecuada a esa incógnita; Tenían dudas, pero algunos de ellos estaban bastantes decididos en darla.

Alexia situó de un movimiento su cabello azabache en su espalda, caminando para adentrarse a la cabaña y así, no esperar en partir. Si no respondían, era asunto sólo de ellos ya que ella no se ralentizaría. 

— Como deseéis, pero a mí no me apetece esperar demasiado.

El mago de negro caminó a su lado para ser los primeros y recoger lo que debían. Detrás, se quedó el resto abstraído; Kouen el que más. 

Sí, era cierto que deseaba volver a la normalidad, pero si seguían así podrían perder mucho más. Aunque también, esa chica con la que tantas veces había conversado en su despacho le había traído a su familia y a él algo que creyeron perdido. 

Por otra parte, Aladdin inhaló por el efímero pensamiento de que probablemente, las cosas se complicarían más que antes por el simple hecho de los planes que pudiera tener la reptil ahora que su poder era mayor con Lucifer. Sin embargo optó por no llegar a conclusiones precipitadas ahora que estaba con ella, y decidió seguirla. 

— ¿Nos lo llevamos todo o lo dejamos aquí?— Preguntó Judar. Éste mismo gruñó en cuanto atisbó al chibi entrando.

— Lo mejor será que los llevemos con nosotros, ni Sinbad ni Arba serán capaces de quitármelos ahora— En la misma manta que guardaron anteriormente los artilugios, colocó debidamente los que quedaban e hizo un nudo. Posteriormente, se giró a mirarle—. ¿Cómo habéis venido?

— Volando— Sonrió, burlón.  

— Oh, ¿Así que esas tenemos, eh? 

El azulado elevó la cabeza con una sonrisa casi provocadora. La dorada puso la bolsa colgando por su espalda y rió entre dientes. 

Serpiente dorada [Magi, the laberynth of magic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora