Sol

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Solo griego

La irresistible atracción que sentía por su jefe hizo que se dejara seducir por él ¿Qué hacía la foto de su becaria en la página web de una agencia de señoritas de compañía? Harry Styles no sabía qué le sorprendía más, si su doble vida o su impresionante foto. ¡Había mantenido bien ocultas sus fantásticas curvas! Él necesitaba mantener a raya a su exprometida, y Emmie Marshall podía ser la mejor protección que el dinero podía comprar. Emmie se indignó cuando Harry, su intransigente jefe, se enfrentó a ella. No tenía ni idea de que su foto aparecía en Internet. Pero el cheque que él había dado había sido cobrado y reclamaba sus servicios, que incluían un fin de semana en Grecia... a solas con ella.

CAPITULO 1

Harold Styles, Harry para sus muchos amigos y conocidos, estudió la enorme esmeralda del anillo que tenía en la mano; la frustración destelló en sus ojos dorados. Sus bellos y oscuros rasgos se tensaron con orgullo. Sujetaba el anillo de compromiso Styles que, hasta hacía muy poco, había adornado la mano de su futura esposa, Lilah Siannas.

Irónicamente, Lilah no había enunciado un solo reproche sobre los términos del acuerdo prenupcial que le habían presentado a su abogado. En vez de eso, tras dejar el acuerdo sin firmar, Lilah había empezado a estar irritantemente ocupada y distante, pero su resentimiento había triunfado al final, culminando en un anuncio público de que el compromiso se había roto y la boda quedaba cancelada. Y, desde entonces, Lilah había ido de fiesta en fiesta por toda la ciudad, acompañada por un guapo millonario.

Harry era consciente de que Lilah le estaba lanzando un guante que esperaba que recogiera. Suponía que él se pondría celoso, pero no había sido así. Suponía que se sentiría avergonzado, pero no lo estaba. Suponía que la deseaba tanto que olvidaría el contrato prenupcial, pero él no iba a olvidarlo. No, Lilah estaba jugando a perder, porque Harry nunca se casaría con una mujer sin antes asegurar sus bienes con un acuerdo prematrimonial. Era una lección que había aprendido bien en las rodillas de su abuelo.

Su padre se había casado cuatro veces y sus tres increíblemente caros divorcios habían diezmado la fortuna familiar de los Styles. El abuelo de Harry había enseñado a su nieto que el amor era innecesario en un matrimonio con éxito, y que los objetivos y principios en común eran más importantes. Harry nunca había estado enamorado, pero había sentido lujuria a menudo. Lilah, una morena delicada y exquisita, había alimentado su necesidad de perseguir y poseer, pero nunca se había engañado creyendo que la amaba. De hecho, antes de declararse, había evaluado el valor de Lilah como si fuera una inversión. Había reconocido la ventaja que suponía tener un pasado similar; había admirado su perspectiva poco sentimental, su excelente educación y sus dotes como anfitriona de la alta sociedad. Pero, se recordó a sí mismo, había subestimado la intensidad y fuerza de la avaricia de su prometida.

Harry metió el anillo en su caja y esta en la caja fuerte, molesto por los meses que había desperdiciado con Lilah, una mujer obviamente indigna de ser su esposa. Él tenía treinta años y estaba más que listo para casarse y formar una familia, estaba harto de aventuras casuales. No se había dado cuenta de que encontrar una esposa supondría un reto, y empezaba a preguntarse cómo iba a evitar una escena en la boda de su hermana Nessa, dos semanas después; Lilah era una de sus damas de honor. Lilah se encolerizaría al ver que Harry no intentaba, al menos, recuperarla. Disfrutaría siendo el centro de todas las miradas en la boda y buscaría una confrontación. Pero Harry no quería que nadie avergonzara o molestara a su hermana pequeña en un día tan especial. La única forma de evitar ese peligro era llegar con otra mujer del brazo; Lilah era demasiado orgullosa para montar una escena si estaba acompañado.

Pero, a esas alturas, no sabía dónde iba a encontrar a una mujer que actuara como pareja suya durante un fin de semana de festejos familiares. Una mujer que no intentara atraparlo en una relación y que no diera a la invitación más significado del que tenía. Además, tenía que ser una mujer que, aun así, fuera capaz de aparentar que tenía una relación íntima con él, porque solo eso mantendría a Lilah a distancia. Se preguntó si existía esa mujer perfecta.

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