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CAPÍTULO 26

Arrojando la quinta camisa sobre mi hombro, gemí. Jamás había pensado que no

tenía ropa suficiente, hasta que tuve que empacar. Era como si un ninja se hubiera

metido en mi armario y mis cajones y hubiera robado todo lo que me quedaba bien y

se veía bien.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó la voz baja y áspera de Harry a mi espalda.

Me giré para verlo apoyado contra el marco de la puerta, con las manos en los

bolsillos de sus pantalones deportivos grises, con un tobillo sobre el otro. Soplé un

mechón de cabello rosa que había caído sobre mis ojos con frustración.

—Intentando empacar mi maleta para mañana.

—¿Cuál es el problema?

Maldición. Suspiré. De verdad me conocía, eso solo me hizo sentir tímida.

—No puedo encontrar nada para ponerme. —Eso era en gran parte verdad. La

otra mitad de la verdad era que había estado bastante molesta desde su último juego

cuando admitió que iba a ir a Colorado después de besarme como si no fuera

importante. Se iba a ir en dos semanas. Durante dos meses.

Levantó sus cejas como si me dijera que continuara, solo aumentando mis

nervios.

—Siento como si fuera al primer día de escuela mañana. Estoy muy nerviosa —

admití la otra pequeña parte.

Harry frunció el ceño mientras descruzaba sus piernas y entraba en el cuarto.

—¿Por qué? —preguntó, inclinándose para recoger dos de las camisas que

habían aterrizado en el suelo. Dejándolas en la cama, se sentó justo al lado de éstas

sobre el colchón mirándome.

—La convención. —Era así como me había sentido el primer día de escuela. Los

nervios. Las náuseas. El miedo. La preocupación sobre con quién me sentaría. Si

alguien de verdad vendría a mi mesa. ¿Qué demonios había estado pensando al

registrarme? No es como si estuviera hambrienta por los negocios. Conseguí un flujo

constante de clientes, desde mi regreso, clientela fiel.

—Es una convención de libros. ¿De qué estás preocupada? —Tomó la última

camisa que había lanzado a la cama y la alzó, mirando las mangas largas y color azul

real—. ¿Qué tiene de malo ésta?

Los nervios se estaban comiendo mi pecho y mi alma, y él no tenía ni la idea ni

la manera de comprender por lo que estaba pasando. No creía que Harry supiera lo

que era la inseguridad. Ignoré su comentario sobre la blusa.

—¿Y si todo el mundo me odia y nadie me habla? ¿Y si alguien me lanza algo?

Harry resopló, dejando la camisa que había estado sosteniendo a un lado y

tomando la siguiente en la pila.

—¿Qué te van a lanzar? ¿Separadores?

Eso me hizo gruñir.

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