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El sonido de los jadeos y murmuros inundaba el lugar, había una mancha de sangre al lado del cuerpo de Thomas, quien poseía una profunda herida en la mejilla. Estaba siendo observado por cinco personas, todos esperando con paciencia a que despertara o a que mínimo hiciera un pequeño movimiento que les dejara saber que el hombre estaba relativamente consciente de todo, o al menos de la mayoría, de cosas que ocurrían a su alrededor. Christopher balbuceaba y tiraba de su cabello como si de un desquiciado se tratase.

—"Cálmate ya."—Habla un hombre de cabello semi largo y castaño.

—"Sí, Christopher, después de todo, es tu culpa."

—"Elizabeth."—Otro rubio regaña.

—"¿Qué? ¿Me lo vas a negar? Míralo."— Señala al pelinegro.—"Este cavernícola no sabe controlarse y si por mí..."

Calla en cuanto un quejido sale de los partidos y ensangrentados labios del rizado pelinegro, Sebastian es el primero en acercarse, arrodillándose a su lado. Lentamente, el mayor abre los ojos, sintiendo estos doler gracias a la luz que pegaba directamente en ellos. Es detenido al intentar levantarse y la presión que el castaño ejerció en su pecho al interrumpir sus movimientos, le hizo soltar un quejido.

Mierda.

Sentía como si un caballo le hubiera pasado encima.

—"¿Cómo estás, Thomas?"

No responde, sólo retira la mano que yacía sobre su pecho y, con todo el trabajo del mundo, se pone de pie. Observa sus manos manchadas de sangre y llenas de rasguños, en sus muñecas ya se habían comenzado a formar algunos moretones e, inevitablemente, el coraje hace que su sangre hierva. Mira a los presentes, los cuales se mantenía en silencio y expectantes a que el herido pelinegro dijera algo.

—"Largo."—Todos quedan atónitos por la repentina orden del mayor, no se mueven un sólo milímetro y con esto se ganan una mirada asesina.—"Lárguense todos de mi casa."

Cojeando, camina hasta las escaleras, estaba cansado, cada parte de él dolía, pero de alguna manera se las arregla para subir todos y cada uno de los escalones, luchando por no desplomarse al llegar al último. Arrastró los pies hasta su habitación, encerrándose ahí, permitiendo que ahora las lágrimas salieran sin cesar de sus cristalinos ojos; no podía hacer que estas se detuvieran y el recorrido que las gotas saladas hacían, le provocaban un ardor indescriptible en las heridas que yacían en su rostro.

Fue al baño que se conectaba con su cuarto, abriendo la puerta del espejo para sacar un frasco lleno de alcohol junto a pequeñas bolitas de algodón, las cuales fue pasando lentamente por las cortadas más profundas. Aún siente el filo de aquel trozo de vidrio rasgar su piel, enterrarse en ella; cada vez que cierra los ojos tiene flashbacks de aquellos grandes puños impactando contra él sin compasión.

Christopher le había hecho eso.

Gruñó cuando comenzó la curación de su mejilla, pero no desistió ante el dolor, al contrario, vertió una generosa cantidad de alcohol sobre ella. El dolor se convierte en odio y jura en ese preciso instante que no tardaría en asesinar a la responsable. Edith Cushing estaba jodidamente acabada.

[...]

Tras dormir por horas que se sintieron como siglos, abandonó la falsa comodidad de su cama. Su cuerpo dolía menos, pero su pecho, su corazón, ardían como nunca.

Le era tan difícil procesar que la única persona que cuidó, que amó y por la cual llevaba décadas desviviéndose había sido capaz de hacerle eso..., por una mujer. Una maldita mujer. Le daba asco, se le revolvía el estómago por sólo pensar en aquella rubia y rizada cabellera; odia recordar la desagradable imagen de los pechos de esta y tiembla al visualizar la mirada vacía e intimidante de su hermano al haberlos "descubierto".

Descubierto...

Tira de su cabello y estrella sus magulladas manos en el tocador, haciéndose más daño. Mirarse al espejo le provoca asco, su rostro está golpeado, hinchado..., luce horrible. No sabe en dónde guardar todo el odio que va acumulándose en él y, en un arranque, tira absolutamente todo lo que yacía en el mueble. Algunos perfumes de rompen, frascos también y otras cosas simplemente ruedan por el suelo, escondiéndose debajo de la enorme cama.

No iba a ceder.

Iba a vengarse.

[...]

No durmió en toda la noche, la pasó planificando y perfeccionando cada detalle, no dejaría que nada se le escapara. La tranquilidad de la noche le permitía pensar y, cuando los primeros rayos del sol atravesaron sus cortinas, supo que tendría unas horribles ojeras bajo sus ojos. Ya se había puesto algunos productos para bajar la hinchazón de sus golpes, desinfectó sus heridas de nuevo y, afortunadamente, se encontraba más sereno ahora que creía volver a tener todo en orden.

Respira hondo al levantarse de la cama por el agudo dolor en su costilla. Va hasta el baño y se prepara un baño caliente con sus esencias favoritas, se había descuidado mucho en los últimos meses y, no había olvidado que tendrían invitados, así que, incluso si su apariencia no era la mejor en ese momento, su presencia lo sería.

Era Thomas Sharpe, un barón, no cualquier pueblerino.

Se vistió con un traje impecable que cubría la mayoría de zonas afectadas, incluyendo su cuello. Se colocó unos lentes de sol y salió de su habitación después de horas, encontrándose con los oscuros y silenciosos pasillos de la mansión. Recorrió estos a paso lento y bajó las escaleras por partes, aún estaba muy adolorido como para forzar a sus piernas a caminar a prisa.

Al llegar al primer piso, se dirigió a la cocina y colocó una tetera con agua en la estufa. Mientras preparaba el desayuno, tarareó una canción que su madre solía hacerle tocar en el piano y que, por supuesto odiaba. Callando apenas la puerta principal se abrió, rechinando y perturbando su "paz".

Con una pequeña sonrisa, se dirigió hasta el recibidor, encontrándose con su único sirviente y las dos personas que más ansiaba ver.

Edith y Benedict.

La rubia dio un respingo en cuanto vio a Thomas y el doctor sonrió al instante.

Incluso si tenía las gafas puestas, Edith podía sentir la mirada intensa y asesina del hermano de su esposo.

Y tuvo miedo.

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora