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—"¿Seguro de que funcionará?"

—"¿Cuándo te he fallado, cielo?"

–"Tú sabes cuando lo hiciste, hermano y sólo espero que no se vuelva a repetir algo así, porque sino, tú y yo tendremos serios problemas."

[...]

Los hermanos Sharpe tomaron un barco del Reino Unido a América, específicamente, Búfalo, un pueblo de Estados Unidos, con el propósito de que el menor de ellos, Christopher, presentase el proyecto y estructura de su nueva máquina, con la intención de que su idea fuese apoyada y financiada, además de que, bueno, tendría el placer de conocer a su futura esposa.

Asistirían a un baile, el menor de los hermanos bailaría con aquella mujer con esa madre ostentosa que aseguraba que Christopher era su pretendiente, harían la demostración de un vals y Thomas tocaría la melodía que complementaría el baile.

Todo estaba fríamente calculado, hasta el más mínimo detalle y el pelinegro esperaba que su hermano respetase eso.

[...]

Al arribar a su destino tras tortuosos días de viaje, los Sharpe se ospedan en un hotel, no es lo más lujoso del mundo, pero es acojedor y no se quedarían por mucho tiempo, de todas formas, cosa que Thomas agradece infinitamente. La simple idea de ver a más mujeres de lo necesario fijarse en su hermano le enfermaba, más era obvio que no podía culparlas, Christopher era un hombre más que atractivo, además de que era un hecho que tenía una labia que podría atrapar a cualquiera.

Y por mucho que les hubiese gustado darle la bienvenida que se merece al cuarto de hotel, apenas el rubio-castaño ve una de las camas, no tarda en tumbarse y más temprano que tarde, ya se encontraba roncando. El pelinegro suspira y niega, tomaría un baño de probablemente más de media hora y después acompañaría a su hermano en su sueño.

Sus ropas caen una a una en el piso del baño mientras la tina se llena de agua caliente. El vapor sale de la estructura de mármol y no duda en enterar, sintiendo cómo el líquido caliente lo abraza de forma acogedora, deja que el agua haga lo suyo y se entrega por completo a esta, quizá el bañarse era uno de los únicos momentos que realmente disfrutaba de los viajes, el baño de su hogar le traía malos recuerdos y no le agradaba en lo absoluto estar presencialmente ahí.

[...]

Christopher se prepara con uno de sus trajes formales, no demasiado elegante, pero procurando que tampoco sea informal. Thomas le ayuda con los pequeños detalles, como arreglar arrugas en las prendas, acomodar las mismas y darle algunos toques. El rubio-castaño está nervioso, ¿cómo no estarlo? Ese día, finalmente se decidiría si podría llevar a cabo su proyecto, en el cual, ambos hermanos habían trabajado hasta el cansancio.

—"Todo saldrá bien."—Asegura el mayor, acariciando la mejilla de su hermano.

—"¿Tú crees?"—Pregunta inseguro.

—"Por supuesto, sólo intenta convencerlo, usa tus palabras como arma."—Le sonríe, acomodando por última vez el moño que descansa como adorno en el cuello de su camisa.

—"Deséame suerte..."

—"No la necesitarás."

[...]

El menor sale del hotel, decidiendo caminar y así darse tiempo para planear lo que le diría al señor Cushing, no habría demasiada diferencia entre sus discursos anteriores y este, tan sólo el hecho de que tendría que ser más preciso con sus palabras, ser más..., convincente.

Llega a su destino más pronto de lo que espera; el establecimiento es lindo, cálido, inclusive. Mira a su alrededor mientras se quita su sombrero de copa y rápidamente, su atención es robada por una chica de cabellos rubios que escribe en su máquina, observa la pila de hojas que tiene a su lado e intuye automáticamente que es alguna escritora primeriza.

La muchacha alza la vista y sus miradas se encuentran por un par de segundos. Christopher camina hacia ella, da pasos suaves, pero largos. La chica, en su lugar, lo mira con curiosidad, esperando cualquier cosa, en realidad. Están cerca, la rubia lo mira expectante y él mantiene una sonrisa impecable, todo respecto a él denotaba seguridad y eso lograba intimidarla.

—"Veo que tiene un trabajo peculiarmente extenso aquí."—Comenta y la mujer siente que toda ella se estremece por la voz ajena. Era tan..., varonil y tranquila.

—"Lo es, sí."—Sonríe con amabilidad.

—"¿Puedo?"—Pregunta refiriéndose a las tantas hojas que tenía a un lado del escritorio.

—"Por favor."—Se las extiende, no sabiendo el por qué de la repentina facilidad de mostrar su trabajo en proceso a cualquiera, probablemente sólo quería ser amable.

Se dedica a leer las primeras dos páginas y después hojea un poco nada más. De vez en cuando, sus ojos zafiros se posaban sobre los ajenos, penetrando hasta lo más profundo de la mujer en tan sólo unos segundos.

—"La amo."—Dice finalmente.

—"¿En serio?"—Pregunta incrédula.—"Uso al fantasma como una..."

—"¿Metáfora? Lo deduje."—Ríe suavemente, dejando a la rubia embelesada.—"Sin embargo, creo que he dejado mis modales de lado; me presento, soy Sir Christopher Sharpe..., Barón."

—"¿Barón?"—Murmura más para sí misma, aunque el hombre claramente escucha.

Cuando está a punto de decir algo al respecto, un hombre de cabello cano y buen porte aparece en la sala, poniéndose a un lado de Cristopher.

—"Señor Sharpe, veo que ha conocido a mi hija Edith."—Ambos mencionados se miran y la cara del ojiazul cambia por completo al saber que aquella muchacha era la primogénita del hombre que aceptaría o no apoyarlo en su proyecto.

El hombre observa el intercambio de miradas que hace su hija con ese hombre y su ceja derecha se alza, ¿era normal sentir una extraña tensión entre dos desconocidos? O más bien, ¿Entre su hija y un desconocido?

—"Muy bien, acompañeme, señor, se hace tarde."—El señor Cushing se lleva a Christopher y Edith pasa una mano por su cabello ¿Qué sucedía con ella?

[...]

El menor de los Sharpe habla al grupo de hombres con fluidez y estos le escuchan atentamente, varios lo miran como si no estuvieran al tanto de lo que parloteaba, o en su defecto, como si su idea fuera más que imposible, y por ende, ridícula, otros pocos parecían interesados, pero podría contarlos con una mano y le sobrarían dedos.

En algún punto de su charla, cuando el señor Cushing está prácticamente humillándole, la puerta se abre, dejando ver a aquella chica de hebras doradas que lleva consigo una carpeta con algunos papeles.

—"Lamento interrumpir."—Se disculpa.—"La secretaria olvidó darte estos documentos."—Se los extiende al hombre que está frente a él y los toma, murmurando un suave "gracias".

Edith se queda unos momentos para escuchar la conversación que mantienen los sujetos y su ceja se alza.

Así que el famoso "Barón" había sido rechazado en todos los lugares a los que había ido a presentar su invento.

Tiene que irse en cuanto su padre comienza a hablarle despectivamente, pues hasta ella siente pena por el rubio.

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora