4.

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—"No quiero que te vayas."—Se queja el menor que yace recostado en la extensión de la cama mientras su cabeza descansa en el regazo de su hermano.

Después de aquel bochornoso momento, se habían marchado a su respectivo hotel. Thomas estaba algo inconforme debido a la bofetada que Christopher había recibido, nadie, además de su madre, se había atrevido a ponerle una mano encima. Él se había encargado de ello.

—"Tampoco quiero irme."—Responde mientras sus dedos se enredan entre las hebras rubias del contrario.—"Sólo serán un par de meses, sé que podrás sobrellevarlo."

—"Un par de meses."—Repite y niega con la cabeza.—"Es mucho tiempo."

—"Es para que pase su duelo."—Se inclina hacia adelante y roza sus narices.—"Te compensaré el tiempo perdido."

—"Sé que lo harás."

Se sonríen con complicidad antes de unir sus labios en un beso. Christopher se las arregla para girarse y subirse sobre su hermano, claro, sin recargar todo su peso en él. Las piernas de Thomas le abren paso, separándose ligeramente y por su parte lo abraza por el cuello para acercarlo más.

Juegan entre sí a ver quién se saca más jadeos. Christopher le muerde y acaricia sus zonas sensibles, mientras que Thomas besa su cuello y alza las caderas ligeramente para frotarse con el contrario. Llega el punto en el que no hay ganadores, ambos han dejado su competencia de lado y se concentran únicamente en el otro.

La camisa del pijama de Thomas ha sido desechado y ahora yace en el piso de la habitación. Christopher le acaricia con aquellas grandes manos que parecían quemarle cada centímetro de piel que tocaba. Cuando el menor atrapa uno de los pezones del contrario entre sus dientes, este no se abstiene de gemir, tira su cabeza hacia atrás y con ayuda de una de sus manos le empuja hacia él, pidiéndole indirectamente que no se detuviera.

[...]

Suspiros rotos y el obsceno sonido de la boca de Christopher trabajando en la hombría de su hermano era lo único que se escuchaba en la habitación. Thomas se sostenía de las sábanas y los cabellos del contrario, aprieta los dientes y entierra la cabeza en la almohada, estaba tan abrumado, una ola de sensaciones recorría su cuerpo y él no podía hacer nada al respecto.

—"Chris..."—Gime.—"Déjame a mí."—Pide y el rubio asiente. Se aleja de él y se recuesta a su lado.

Tembloroso, Thomas toma el lugar que su hermano había ocupado segundos antes. Comienza besando lo que tenía disponible del pecho de Christopher, lame la "v" que se formaba en su pelvis hasta finalmente llegar a su miembro. Se relame los labios y le mira hambriento; rápidamente, toma aquel pedazo de carne entre sus labios, lamiendo y succionando a su gusto. El menor suelta pequeños gruñidos y se aferra a la cabellera azabache del mayor, inclusive mueve sus caderas para "ayudarle".

Cuando Christopher comienza a ser brusco con el contrario, embistiendo su garganta con fuerza, Thomas sabe que está cerca y el rubio se lo hace saber cuando se separa de él y comienza a gemir sin ningún pudor. El pelinegro abre la boca y espera pacientemente a que el otro se descargue.

—"Mierda..."—Jadea el menor de los hermanos cuando termina. Retira los rastros de su semilla de las mejillas del contrario y le hace lamer sus dedos, Thomas no se niega, evidentemente.

[...]

—"¡Maldición, Christopher!"—Gime el mayor mientras era embestido por el nombrado con fuerza y precisión.—"M-Más rápido, ve más rápido."

Christopher obedece, va cada vez más rápido y gruñe al sentir cómo las uñas de su hermano se clavaban en su espalda con fiereza. Entrelazan sus manos y el rubio las mantiene arriba de la cabeza de Thomas para apoyarse; se inclina para besarlo, moviendo sus labios con experiencia. Siempre habían encajado a la perfección, el gran cuerpo de Christopher lograba cubrir por completo el del pelinegro, sus manos encajaban como dos piezas de rompecabezas y sus labios se conocían tan bien. Eran la persona indicada para el otro, sólo que en el mundo equivocado con las situaciones equivocadas.

El sólo pensamiento de qué pasaría si alguien ajeno a ellos se enterara, les aterraba. Sus vidas estaban en riesgo.

Estaban condenados.

[...]

—"Ya está hecho." —Dice el pelinegro mientras caminan hacia la estación de tren.

El rubio asiente, Thomas se había levantado a primera hora para arreglar todo y encargarse de ciertos asuntos. Después había vuelto al hotel para recoger sus cosas y Christopher quiso acompañarle, era cuestión de horas para que Edith fuese a verlo y quería matar el tiempo, además de la profunda tristeza que se alojaba en su pecho al tener que dejar ir al mayor.

Al estar en la estación, se dirigen a un lugar solitario, faltaba alrededor de una hora para que Thomas se fuera y querían aprovechar aquel tiempo para estar juntos.

—"Te amo."—Susurra Christopher contra los labios del más bajo, asegurándose que no hubiera nadie observando.

—"Te amo más."—Responde y se inclina hacia adelante para besarlo.

Se separa de él y le sonríe cariñosamente. Está dispuesto a caminar hacia la puerta e irse al fin a la estación correspondiente, pero al parecer Christopher tenía otros planes. El rubio lo toma del brazo y le vuelve a acercar. No estaba listo para dejarlo ir aún.

—"¿Me extrañarás?"—Pregunta con evidente preocupación.

—"Como siempre."—Promete y lleva la mano del menor a su mejilla.—"¿Tú me extrañarás?"

—"¿Cómo no hacerlo?"—Suspira triste.

Thomas le mira y niega con la cabeza. Le toma de las mejillas y se acerca a él, parándose de puntitas para poder besarlo. El último beso que tendrían durante mucho tiempo.

[...]

En su camino de regreso, Christopher mantenía una cara triste, llena de desilusión. Estaba seguro de que al fin podrían hacer las cosas bien, que ya no habría necesidad de lastimar a más personas. Patea una piedra que está por ahí y suspira pesado, nada mejor que estar solo en un país desconocido a punto de desposar a una desconocida. Edith era una mujer agradable, hermosa, diferente, pero no era Thomas. Nadie jamás le había hecho sentir algo parecido a lo que aquel azabache le hacía sentir y eso le asustaba, su dependencia a él.

Entra al hotel y camina a la que era su habitación, se detiene por un momento al ver a aquella chica de cabello rubio parada frente al cuarto. La observa y espera a que ella se de cuenta de su presencia. Se muerde el labio con nerviosismo y da un par de pasos hacia adelante, sintiendo estos inseguros, como si le tuviera miedo a Edith. La rubia, derrotada, se gira finalmente y palidece al verlo, su shock dura tan sólo unos segundos, pues apenas lo procesa, se acerca al mayor casi corriendo.

—"Christopher..."—Murmura sin poder creerlo.

—"Thomas se ha ido, pero yo no pude. Tu padre me sobornó para que me fuera."—Es lo primero que dice. De su bolsillo sacó un cheque y lo rompió en dos.—"No puedo dejarte, Edith. Me descubro pensando en ti en los momentos más inoportunos del día. Siento que un vínculo, un lazo existe entre tu corazón y el mío. Si ese lazo se rompe debido a la distancia o el tiempo..., temo que mi corazón deje de latir y muera. Y pronto me olvidarás..."

—"Nunca..., jamás te olvidaría."—Responde al instante, ese hombre la cautivaba de maneras increíbles. Estaba perdidamente enamorada de él.

Se miraron a los ojos, Christopher la tomó con delicadeza de la cintura y la acercó a él. Sus respiraciones danzaron entre ellas hasta que sus labios estuvieron juntos al fin. Edith se derritió al sentir la suavidad de sus labios y después presionó con más fuerza. Fue como volver a bailar aquel vals y aquel deseo que hizo al apagar la vela, se había vuelto realidad.

Y Christopher sabía que la felicidad de la mujer no duraría mucho. Le sonrió con cariño y acarició su mejilla.

Perdón por lo que te haré pasar, Edith...

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora