11.

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—"Entonces..."—Thomas hace el máximo esfuerzo para no rodar los ojos.—"¿La señorita Elizabeth y tú están saliendo?"—Indaga la chiquilla.

¿Qué te importa? Quiere decir el mayor.

Realmente comenzaba a arrepentirse de haberla invitado, la chica era demasiado irritante para su gusto, se la pasó hablando todo el camino de lo fría que era Inglaterra y de la irremediable emoción que sentía gracias a que el techo de la decadente casa estaba casi listo, lo decía como si él no viviera en la misma casa o no conociera el clima del lugar donde llevaba viviendo ahí veintiocho años. A veces -siempre- le daban unas inmensas ganas de hacerla callar y decirle que a absolutamente nadie le importaba lo que tuviera que decir, se contenía porque sabía que eso estaba a punto de acabar, confiaba en que Cristopher se encargaría.

—"No diría que estamos saliendo."—¿Cómo podría salir con una mujer si ni siquiera le gustaban?—"Pero hemos tenido algunos encuentros."

Considera ridícula la manera en la que las mejillas de la mujer se tintan de un rojo intenso, ¿qué de espectacular tenía algo así? ¿Ella acaso no se había besado con alguien? ¿No incluso estaba jodidamente casada con un hombre? Con su hombre. Era tan infantil que le daban arcadas, de hecho, no pudo evitar rodar los ojos.

—"No veo correcto que estés interesado en alguien como ella."—Comentó la rubia mientras comenzaba a escoger algunos vegetales.

—"Disculpa, ¿a qué te refieres con eso?"—Intenta parecer desinteresado, pero esas palabras realmente le habían molestado.

—"Sí..., ni siquiera se casaron o tuvieron algo oficial y aún así, se involucró contigo."—Thomas quiso golpearla, ¿cómo se atrevía a hablar de esa forma de su mejor amiga? De seguro la chiquilla pensaba que Chris era el mejor hombre de todos y que nunca había dejado que nadie se metiera en sus pantalones.

—"Tú tampoco te habías casado con Cristopher cuando se besaron por primera vez, linda."—El rostro de la rubia se pone rojo, no sabe si es por el frío, la vergüenza o por el coraje.—"¿Eres escritora, no? Tal vez por eso eres algo anticuada todavía, no te preocupes, pronto dejaras esos estigmas de lado y comenzarás a divertirte en lugar de querer que todas tus primeras veces sean del modo tradicional o como los cuentos relatan que son."

¿Con qué derecho decía eso?, su primer beso y su primera vez, fueron mágicos, hermosos, los recuerda tan vívidamente que siempre que piensa en ello le dan escalofríos, él definitivamente podía presumir que habían sido como en los escritos de fantasía relataban. Fue todo tan puro, tan romántico, aún siente las temblorosas e inexpertas manos de Cristopher recorriendo su cuerpo, posándose en su cintura; sus labios poseyendo su boca y la sensación de sus lenguas rozándose entre ellas. No tenían más de doce cuando sus bocas se tocaron por primera vez y fue a sus dieciocho que se entregó por completo a una persona. A la única en la que confiaba. ¿Acaso Edith podía presumir eso? ¿Podía decir que le arrebató a un hombre su inocencia y lo transformó en lo que ella quiso? ¿Podía decir que Cristopher era suyo? Sin querer, una sonrisa llena de triunfo y superioridad se planta en sus finos labios, escoge la última manzana y le entrega el dinero al hombre del puesto antes de seguir con su camino.

—"¿Qué tiene de malo querer que sea especial?"—Thomas la mira de reojo, con un deje de fastidio. Ya sabía que se la iba a echar encima al hacer tal comentario.

—"Nada, Edith."—Responde en un suspiro, alejándose rápidamente al doblar una esquina que los llevaría a la carnicería.

No le pesaba admitir que llevar a la rubia con él fue sólo un capricho para que se alejara de su hermano un momento, ya no soportaba verlos juntos, estaba en ese punto donde estaba tan paranoico que pensaba rogarle a Cristopher que durmiera con él. Ya lo habían hecho antes con las otras esposas del menor, este por la madrugada se escabullía de una habitación a otra y se quedaban el resto de la noche durmiendo abrazados hasta el amanecer mientras la joven abandonada despertaba todos los días preguntándose el por qué de las desapariciones nocturnas de su esposo. Pobrecitas, si tan sólo ellas hubieran sido lo suficientemente inteligentes..., pero no, se dejaron cegar por el primer hombre que les habló de amor y por eso terminaron así, al ser tan tontas y fáciles, ni siquiera le da tiempo para sentir algo más que desprecio.

Entra al establecimiento, mirando hacia atrás para asegurarse que la rubia no estaba cerca, realmente necesitaba un respiro de ella. Era demasiado amable, muy ingenua, creía con fidelidad en los estúpidos cuentos de hadas que pintaban que, apenas encontrara a su "príncipe azul", viviría con prosperidad y nada más le haría falta. Una estupidez. Era una jodida estupidez, ¿dónde estaba su prosperidad entonces? ¿Dónde estaba la inmensa felicidad y la vida sin preocupaciones? No creía que aquello viniera disfrazado de una casa que se hundía, que, además, tenía un agujero en el techo y que poseía zonas con una cantidad ridícula de humedad. Para él, Cristopher había sido como su "príncipe", lo veía hermoso, inalcanzable, sabía regresarlo a la vida de maneras inimaginables. Lo amaba. Pero, como siempre, eso no era suficiente; con su amor no podían costear irse de aquel asqueroso pueblo, no podían dejar esa vida de estafas y mentiras, mucho menos vivir con la seguridad de que nadie descubriría jamás todo lo que habían hecho.

Vuelve a la realidad cuando el carnicero toca su hombro y le repite, quizá por cuarta vez, la cantidad que debía pagar. Thomas literalmente le lanza el dinero y le arrebata la carne que había pedido, la impotencia, el enojo, se habían apoderado de él. Ni siquiera se molesta en buscar a la rubia, si fuera por él, la dejaría ahí para que, con suerte, se perdiera. Si tan sólo fuera tan fácil. Suspira pesado, caminando entre los puestos del pequeño mercado que montaba la gente; le encantaría poder ir a las tiendas donde las frutas y verduras estaban más frescas, desgraciadamente, no podían costear comprar toda una despensa ahí. ¿No era una vergüenza? Un barón comprando donde toda la prole lo hacía también. Todo era culpa de su asqueroso padre, un amante del juego y la bebida, lo perdió todo y los dejó sin nada, lo maldecía cada día de su vida.

Estaba escogiendo algunas especias cuando una agitada Edith llegó a su lado, poniendo su grácil mano sobre su hombro. Conteniéndose para no empujarla, gira levemente la cabeza para prestarle atención, murmurando un suave "¿qué sucede?"; la muchacha, con evidente preocupación, niega varias veces con la cabeza y boquea para recuperar el aire perdido. Pobre, seguramente corrió un largo trayecto debido a que avanzó una distancia considerable desde la carnicería, quería reír, la simple imagen de ella trotando en tacones y ese pomposo vestido le parecía más que hilarante.

—"Thomas..."—Susurra la muchacha una vez que recupera el aliento.—"El puente se rompió, no podremos volver hoy."

—"¿Qué? ¿De qué hablas?"—Reza para que no se refiriera a lo que estaba pensando, cruza los dedos y todo."

—"Un carruaje llevaba una carga demasiado pesada y la madera del puente cedió, el camino está bloqueado."

Para volver a la casona, debían cruzar un puente no muy extenso, no había otra ruta pues el riachuelo abarcaba una buena extensión y a pesar de que ahora se encontraba congelado debido a la baja temperatura, era sumamente peligroso cruzar por ahí pues el riesgo de que el hielo se rompiera era latente. Se aprieta el puente de la nariz, mierda, estaba a punto de enloquecer, Cristopher seguramente se volvería loco también.

—"Entonces tenemos que quedarnos aquí."—Se hace el cabello hacia atrás, bufando.—"No traje el dinero suficiente para costear un hotel."—Murmura, sintiendo la vergüenza provocarle un ligero temblor en la mandíbula.

—"Yo me encargo de eso, puedes pagármelo después."—Intenta animar la joven, pero el pelinegro, humillado, apenas atina a asentir y girarse de nuevo hacia el pequeño puesto.

—"Ve a buscar un lugar para quedarnos entonces, te veré en la plaza."

Y ahí supo que estaba jodido, tendría que pasar una jodida noche con la mocosa que estaba intentando quitarle a su hombre, dormiría con ella, maldición. Su lado egoísta quería pedirle que pidiera dos habitaciones, pero ¿con qué derecho? Él no pondría un centavo siquiera para pagar las susodichas. Cubre su rostro con sus manos, conteniendo un grito de frustración.

Mierda.

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora