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—"¿De dónde salió esa cosa?"—Pregunta el pelinegro refiriéndose a aquel perro que Edith había llevado en brazos. Observa como su hermano está preparando la chimenea para que su nueva compañera disfrute de un baño caliente. Rueda los ojos por ello.—"Creí que lo habías asesinado."

—"Lo dejé afuera, con este frío me es difícil entender cómo pudo sobrevivir."—Se rasca la nuca, era verdad, había dejado al perro a su suerte, era increíble como había sobrevivido después de todo.

—"Supongo que a base de sobras..., como nosotros."—Camina hacia la estufa y preparó la tetera con agua hirviendo. Después seleccionó la lata roja de té y vertió el agua a través de las hojas en la tetera.

—"Ya no tendremos que hacerlo."—Promete el rubio mientras se acerca a él.—"Después de esto, podré darte la vida que mereces."—Lo abraza por la cintura y recarga su barbilla en el hombro del otro.

—"¿Ah, sí?"—Gira ligeramente la cabeza para poder mirarlo por el rabillo del ojo.—"El dinero no está aquí, ¿o sí?"

—"Pronto lo estará."—Bufa y se separa.

Thomas sirve el té en una perfecta taza de porcelana y la pone sobre un plato que va acompañado de una bandeja. Se la extiende a Christopher y él la toma, se miran por algunos segundos hasta que el pelinegro rompe el hielo.

—"En cuanto firme los documentos finales, la quiero fuera de aquí."—Advierte.

El menor asiente y Thomas desaparece por la puerta que daba a la estancia. Christopher, agobiado, se marcha dispuesto a pretender ser el mejor de los esposos y que está sumamente feliz de poder compartir tiempo con su mujer.

[...]

Cuando Edith salió del baño con un precioso camisón color perla de manga larga y entró a la habitación, rápidamente captó la atención de su esposo. Se sonríen y mientras Edith camina hacia el pequeño sillón que se encontraba frente al de él, él se encarga de servirle el té.

—"Thomas nos preparó té."—Anuncia feliz, tendiéndole la taza a la mujer, ella la acepta gustosa.

Edith lleva la taza a sus labios y da el primer trago. No puede disimular que no le ha gustado, pues una mueca aparece en su rostro y deja el objeto de porcelana sobre el plato de nuevo.

—"¿No te gustó?"—El mayor ladea la cabeza y hace un esfuerzo por no reírse, la cara de la chica había sido demasiado.

—"¿De qué es?"—Evade la pregunta. No era tanto que no le hubiera gustado, sino que el sabor era demasiado amargo.

—"Bayas de Pyracantha, son buenas para la salud."—Anima.

—"Son algo..., amargas."—Confiesa y vuelve a tomar la taza, decidida a terminarse aquel té que su cuñado le había preparado. No quería ser una mala agradecida.

—"Sí..., eso..., me temo que en estas tierras no hay muchas cosas dulces, querida."

—"Está bien."—Dice rápidamente, no pretendía hacer sentir mal a su esposo.—"Lo tomaré, sólo tengo que acostumbrarme al sabor."

Después de un rato charlando, un sonido lastimero invadió la habitación y Edith se encogió en su lugar. Entonces Christopher tuvo que explicarle cómo era que su casa, literalmente, respiraba. Era una vergüenza, lo sabía, pero no podía hacer nada, no tenía los medios.

—"Vamos a arreglar esto."—Promete la rubia tomando la mano de su amado.—"Podemos comenzar la próxima semana si el clima nos lo permite."

Eso sería asombroso.

—"Edith, cielo, yo no podría..."

—"Christopher, ahora somos un equipo."—Lo interrumpe.—"Y nada me gustaría más que ayudarte. Además, alguno de nosotros podría enfermarse de gravedad si sigue viviendo con un agujero en el techo a temperaturas de menos diez grados."

—"Lo hablaré con Thomas, ¿bien?"—Se levanta y se inclina hacia ella.—"Eres un sol."—Y la rubia estaba esperando un beso en los labios, pero en su lugar, recibe uno en la frente.—"Volveré en unos minutos, no me esperes e intenta descansar, han sido días pesados para ti."

El mayor se aleja y mira fijamente una pequeña abertura que tenía la puerta, sabiendo que estaban siendo observados. Sale de la habitación y deja a la rubia sola, pediría la primera transferencia de dinero y eso iría al remodelamiento de la casa. Estaba decidido.

[...]

—"Tu esposa loca me cae un poco mejor."—Sonríe Thomas cuando Christopher termina de contarle lo sucedido hacía un rato.

—"No está loca."—Reprende mientras pasa sus dedos por los rizos que se forman en el negro cabello de su hermano.

—"¿No? Porque la niña ve sombras y mujeres que no existen, querido."—Se recarga en el pecho del menor y este le abraza por la cintura.

—"Hablando de mujeres..."—Carraspea.—"¿Desde cuándo Elizabeth viene a la casa?"

—"¿Acaso son celos los que escucho?"—Se burla y jura que Christopher ha hecho un puchero.

—"No me agrada, lo sabes."

—"Vino con Sebastian y Christopher, relájate."

—"Creí que ella sabía que no es bienvenida aquí."—Thomas se gira para mirarlo y frunce el ceño.

—"Lo es."—Defiende.—"¿Puedes dejar tus celos estúpidos? Te recuerdo que tienes a tu esposa en la otra habitación, nuestra habitación, esperando a que vuelvas, ¿cómo puedes siquiera reclamarme por esto?"

—"Tú te a..."

—"Y tú tuviste un bebé, así que, ¿de verdad quieres discutir?"

El menor niega, dándose por vencido. Derrotado, vuelve a abrazar a su hermano. Thomas aprieta los labios y se traga el orgullo, así no conseguiría nada más que alejar a Christopher, no podía permitirse el tratarlo así, debía ser comprensivo, al menos intentarlo, dejar de hacer comentarios sarcásticos. Tenía que cambiar.

—"Lo siento."—Murmura y Christopher no puede creerlo.—"Todo esto me tiene muy estresado."—El rubio lo apega más a él y besa la hendidura de su cuello.

—"Te entiendo, cielo."—Responde manteniendo aquella voz tranquila y suave.—"Sólo serán unos meses."

—"¿Me lo prometes?"

—"Por supuesto."

[...]

Christopher volvió con Edith un par de horas después con el cabello completamente revuelto y la ropa desaliñada; agradece infinitamente que la rubia ya se encontrara durmiendo, no tenía mucha cabeza para pensar en una excusa convincente para su apariencia. Se pone su ropa de dormir en silencio y sigilosamente se mete en la cama, hacía frío, demasiado, y lo único que deseaba era poder tener a Thomas ahí, abrazarlo y que este le brindara calor corporal. Suspira y se resigna a que eso no sucedería.

Da vueltas en la cama hasta que se cansa de hacerlo, habían dormido juntos antes, eso era obvio, pero tenerla en la misma cama que había compartido con su hermano desde hacía tantos años dificultaba todo un poco, agregándole kilos y kilos de incomodidad. Chasquea su lengua y le da la espalda a la mujer, tenía que dormir un poco aunque sea.

Le esperaba una larga, larga semana.

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora