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Cuando las malas noticias llegaron y tuvieron que afrontar la situación, Edith se aferró tanto a Christopher que fue sofocante. Mientras él insistía en darle su espacio, ella se negaba y se quedaba pegada a él durante horas divagando en sus pensamientos. A veces Edith parecía ahogarse en su propio llanto, sólo para después estar radiante, regalándole sonrisas y afecto.

Cuando le propuso matrimonio y aquel anillo que pertenecía a Thomas adornó su dedo anular, Christopher supo que ya no había marcha atrás. Decidieron esperar unas cuantas semanas antes de realizar la boda, el inglés, a pesar de todo, quería respetar la pérdida de Edith y hacer algo pequeño. Tampoco podía costearse una boda lujosa y llena de invitados, pero quería que la menor la disfrutara, que se olvidara por un momento de la tragedia que la acechaba y acecharía.

Cuando el ansiado día llegó, Edith lució un hermoso vestido y velo blancos, su ramo de rosas rojas fue en honor a la canción favorita de su padre: "A Red, Red Rose". Fue llevada al altar por el abogado de la familia, el señor Ferguson y, a pesar de que se supone, era el día más feliz de su vida, Edith lucía aturdida, al igual que la mayoría de los presentes, ¿a caso los novios no veían o eran conscientes de su inoportunismo?

Cuando "Sir Christopher" besó a la novia, el Doctor Cumberbatch negó en desaprobación, su hermana le siguió, dándole una mirada rencorosa a la pareja.

Estaba hecho.

[...]

Cumberland, al norte de Inglaterra, estaba cobijada por un impecable manto blanco y el cielo se había tornado grisáceo, eso junto a un montón de neblina era lo que el mayor de los Sharpe observaba junto a tres de sus mejores amigos: Christopher, Sebastian y Elizabeth.

—"¿Ella es la chica?"—Pregunta Sebastian intentando ver más de cerca.

—"Sí."—Responde el pelinegro sin emoción tras haber expulsado el humo de su cigarrillo.

—"Es muy joven."—Se lamenta el rubio.

—"¿Christopher la eligió?"—Cuestiona curiosa la mujer que yace sentada en uno de los sillones de su habitación.

—"Sí."—Sentencia entre dientes, dejándoles saber a sus amigos que no quería hablar de ello.

—"Bien, iré a tomar mi "posición" antes de que te alteres."

Dicho esto, la mujer se levanta y desaparece con aquel vestido negro que Thomas le había diseñado, él había hecho el modelo, ella lo llevó con un diseñador profesional, así había comenzado su relación amistosa desde un principio.

—"Les hemos dicho miles de veces que podemos darles dinero, no tienen que hacer esto."—Sebastian reprocha.

—"Ya sabes cómo es Christopher. No aceptaría que ustedes, nuestros amigos, solucionaran nuestros problemas."

—"Son igual de tercos, ya sé por qué se llevan "tan" bien."—El rubio toma de la mano al castaño que se encuentra a lado de Thomas en señal de que era hora de irse.

—"¿Qué les puedo decir?"

Ambos hombres suspiran y niegan con la cabeza antes de retirarse, siguiendo las instrucciones de Thomas de ser sumamente discretos.

[...]

—"Vi a una mujer en el elevador."—Murmura Edith, completamente alterada.

—"¿Una mujer? Imposible, cariño, aquí no hay mujeres, además de ti, claro."—Intenta bromear para que se tranquilice. No funciona.

—"Christopher, vi una sombra pasar detrás del espejo y después a una mujer subir por el ascensor, no estoy..."

—"Veo que han llegado."—La aterciopelada voz de Thomas interrumpe a la rubia y Christopher siente un gran alivio, no quería lidiar con las alucinaciones de su, ahora, esposa.

—"Thomas..."—Sonríe el menor de los hermanos y se acerca a él para abrazarlo con fuerza.

Edith los mira enternecida, definitivamente eran cercanos. Christopher mencionaba a su hermano cada que podía y lo hacía con tal devoción y cariño que le quedaba claro a la americana que, en efecto, siempre se tuvieron el uno al otro.

—"Veo que lo conseguiste."—Comenta el pelinegro mirando fijamente a la chica. Le parece un comentario extraño, para nada lo que esperaba como saludo de bienvenida, pero decide dejarlo pasar.

Los hermanos se separan y Christopher se muerde la mejilla interna, era tan incómodo, Thomas ni siquiera se esforzaba en verse menos intimidante, si tan sólo supiera lo preocupada que estaba Edith por caerle bien.

—"Edith dice que una mujer subió por el ascensor hace un rato."

—"¿Una mujer? Eso es..., imposible, la única mujer que ha estado aquí es Elizabeth, pero eso fue hace horas."—Miente.

—"¿Elizabeth estuvo aquí?"—Cuestiona el menor en un intento de sonar indiferente, es obvio que no lo logra.

Elizabeth había estado interesada de forma romántica en Thomas y por esos ayeres, Christopher estaba lidiando con una situación. Por mero despecho se involucró con ella y, bueno, el resto era historia.

—"¿Es tu novia?"—Pregunta curiosa.

Mocosa entrometida.

—"Algo así."—Responde con toda la intención de molestar a Christopher.—"Sin embargo, creo que nos hemos desviado del tema."

—"Oh..., sí, una mujer, no lo sé, una sombra, pasó detrás de mí cuando estaba viendo el espejo y después vi a la misma cosa subir por el elevador."

—"Debes saber, querida, que esta casa está llena de sonidos, sombras, reflejos, crujidos y gemidos. Tendrás que acostumbrarte."

Edith asiente y culpa al cansancio. Miró su reflejo en un espejo y vio cómo las ojeras estaban tan presentes como aquellas constantes jaquecas que tenía, eso y sumándole su tonalidad pálida, la hacía ver como un fantasma. Thomas la mira sin expresión alguna, Christopher había escogido a una rubia loca, lo que le faltaba.

—"Quizá..., sólo necesito una bienvenida en forma."—Posa sus manos en los hombros del mayor y posteriormente lo abraza.

Por la posición que el pelinegro adopta, sabe que está mirando a Christopher. Espera que le esté sonriendo en señal de que su propuesta era de su agrado.

—"Lo que necesitas es entrar en calor, querida."—Sonríe a medias una vez que se han separado.—"Christopher, tu esposa está helada."

Thomas desenganchó el llavero de su cintura y se dio la vuelta para marcharse. Estaba cansado, agobiado, y aquello no pasa desapercibido para nadie.

A Edith le parecía extraño que Thomas se encargara de las labores domésticas, es decir, lo entendía, no tenían servidumbre y Christopher debía pasar la mayor parte del tiempo trabajando en su máquina, no por eso dejaba de sentirse avergonzada de que mientras ella se daba un baño, Thomas estuviera haciendo el trabajo que, a partir de ese momento, le correspondía a ella. Consideró el rechazar la oferta, pero la realidad era que estaba congelada. Más tarde podría ayudarle a su cuñado y aliviarle la carga.

—"Muy bien, te llevaré arriba, cielo. Prenderé la chimenea y podrás darte un baño caliente."—Christopher le sonríe y la rubia corresponde.

—"Thomas, ¿crees poder darme una copia de las llaves de la casa, por favor?"

—"No las necesitas."—Responde rápidamente. Aprieta los labios y prosigue con un tono más suave.—"Ahora no, por lo menos. La casa tiene lugares algo inseguros, deberías familiarizarte primero y después podemos discutir el asunto otra vez."

Edith se convence con aquella respuesta. Se promete que va a ganarse el aprecio del hermano de su amado, que le sería útil y que juntos lograrían poner en pie de nuevo a Allerdale Hall.

Sigue a su esposo al elevador y sonríe al imaginar aquel baño caliente y después..., quizá conocería la habitación nupcial.

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora