7.

956 126 45
                                    

Thomas había estado particularmente más irritable en el último par de días. Resultó que su hogar no podía ser arreglado hasta dentro de dos semanas, pues las tormentas de nieve y la gran abundancia de la misma, impedían que los trabajadores pudieran hacer su labor. Eso sumándole a lo insoportable que se había vuelto a Edith.

"Veo sombras.", "Veo mujeres.", "No soy bienvenida aquí.

Pues claro que no lo era.

—"Está loca, Christopher, y tú sabes que he intentado tolerarla, pero mírala."—Señala el cuerpo de la mujer que yace sobre la cama.—"Intentó irse en la jodida madrugada porque "vio algo". Si muere antes de firmar los papeles, yo voy a matarte a ti."

—"Cariño, tranquilízate, ¿bien? Lo siento mucho, esto es..., un desastre, pero estaremos bien."

—"¿Acaso no sabes decir algo más que "estaremos bien"?"

—"Es que..., no sé qué más decirte, lo arruiné, lo sé, lo siento..."

—"Pues claro que deberías sentirlo, sin embargo, eso no arregla nada."—Su atención es robada por el quejido que sale de los labios de la rubia que yace recostada en la cama.—"Habla con ella."—Dice entre dientes, dándole una última mirada llena de severidad.

La mujer se remueve y hace gestos de molestia. Christopher suspira y camina hacia ella casi con pesar. Se posiciona a su lado y le regala una sonrisa, una que pretende ser radiante, pero sólo denota cansancio.

—"¿Cómo te sientes, querida?"—Pregunta el rubio poniendo su mano sobre el cabello de la chica.

—"Christopher..., tienes que escucharme, por favor..."

—"Veo que estás algo alterada todavía."—Ahora habla Thomas.—"Iré a traerte un té."

El mayor da media vuelta y desaparece por la puerta, dejando a los esposos solos. No es que le encantara la idea de dejar a Christopher con esa mujer, pero tampoco podía estar las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana pegado al rubio, sería extraño que pasara más tiempo con él que con su esposa.

—"¿Está molesto?"—Pregunta la menor, acercándose al hombre a su lado por instinto.

—"¿Thomas? No, no, sólo..., se preocupó mucho, ya sabes como es."—Tranquiliza. Aunque Edith en realidad no sabía cómo era el mayor.

El silencio invade la habitación por algunos segundos, uno bastante incómodo que, se supone, no deberías tener con tu pareja. La rubia toma la mano de Christopher y entrelaza sus dedos, este le sonríe, pero al parecer ella tenía otros planes, pues lo atrae hacia ella y roza sus labios. Aquellos segundos de incertidumbre le parecen eternos al menor de los Sharpe, pero finalmente, Edith lo besa.

No le desagrada, se habían besado antes, unas..., cinco o seis veces, pero la diferencia era que Thomas no estaba cerca cuando lo habían hecho. Christopher corresponde después de unos segundos, llegan inclusive a tontear con sus lenguas y morder los labios del otro, por un segundo, el rubio se olvida de su hermano, pero aquello dura tan poco, pues el ya conocido sonido de la charola los interrumpe. Christopher está pálido y Edith bastante sonrojada, Thomas mantiene una expresión neutra aunque por dentro se esté muriendo de celos.

—"Siento interrumpir."—Pretende estar avergonzado.—"Sólo les sirvo el té y me voy, no sé preocupen."—Pone la charola en el buró y ahí sirve una taza para la rubia.—"¿Tú quieres, Christopher?"—Thomas le sonríe y el otro niega con la cabeza.—"Muy bien, entonces me retiro."—Le da la taza a Edith.

Se despide con la mano y sale de la habitación cerrando las puertas de madera detrás de sí.

Mientras camina a su habitación, una lágrima baja por su mejilla y la limpia con violencia. Podía ser muy ridículo que se pusiera así por algo tan insignificante como un beso, pero no era sólo eso, Christopher sólo besaba así a una persona: a él.

[...]

Se encontraba sentado en su cama con un cigarrillo en la boca y un libro sobre su regazo. Había pasado una hora después de haber visto a su hermano besándose con la americana; intentaba convencerse de que no había sido nada más que un beso, pero estaba aterrado de perder a Christopher. Jamás fue inseguro, todas aquellas chiquillas nunca le demostraron ser una amenaza, pero había algo en esta..., algo diferente. Iba a deshacerse de ella lo más rápido posible, le iba a hacer firmar los papeles y eliminaría su problema de raíz, sino, podría ser fatal para él.

—"¿Thomas?"—Escucha detrás de su puerta seguido de un par de toquidos.

La puerta se abre y el pelinegro rueda los ojos, pero en ningún momento deja su libro o su cigarrillo de lado.

—"Thomas, debemos hablar de esto, por favor."—Se sienta en la cama y el otro recoge sus pies para evitar cualquier contacto con él.

—"No quiero hablar contigo ahora."—Pasa una página del libro y el rubio le arrebata el mismo.—"Dámelo."—Exige.

—"Déjate de infanterías, hermano."

—"Y tú deja de pretender."—Deja el cigarro en el cenicero que yacía en su buró y se levanta de la cama.—"Deja de pretender que no te gusta y que te desagrada la idea de tenerla viviendo con nosotros tanto como a mí."

—"¡No pretendo!"

—"¡No me grites!"—Lo señala con su dedo índice y se posiciona frente a él.—"Vi cómo la besabas, veo cómo la tratas cuando piensas que están solos, ¿me crees tan estúpido como para no darme cuenta?"—Ladea la cabeza y le da una mirada cargada de dolor.

—"No digas incoherencias, sabes perfectamente que a la única persona que amo eres tú."—Intenta tomar la mano de su hermano, pero este la retira rápidamente.

—"¿Sabes? Quizá esto sea lo mejor, quizá debamos..."

—"No lo digas..."—Interrumpe levantándose. Lo toma de los brazos con fuerza, provocando una mueca de dolor por parte del mayor.—"No lo digas, por favor..., lo siento mucho, Thomas... Tienes que perdonarme..."

—"Suéltame."—Forcejean por un rato, ninguno dispuesto a ceder.—"Vamos a terminar con esto de una vez."

—"¡No!"—Grita el menor y lo sostiene con más fuerza.—"¡No vas a dejarme!"—Lo agita y Thomas se queja.—"¡Eres mío! Mío..., no vas a dejarme."—Lo toma con fuerza del mentón mientras su quijada se traba. Luce totalmente descolocado.

—"¿Qué sucede contigo, Christopher?"—Murmura asustado. El menor jamás lo había tratado así y ahora estaba seguro que tendría moretones gigantes en los brazos.

—"¿Acaso ya no me amas?"—Cuestiona y frunce el ceño.—"¿Es por alguien más? ¿Usas esto como excusa para dejarme?"—Thomas vuelve a forcejear, su cabello tapaba la mitad de su rostro y sus ojos se encontraban inundados en lágrimas.—"¡Respóndeme!"

—"¡No, no se trata de nadie más! ¡Te he dado lo mejor de mí siempre y ahora se te ocurre pensar esa idiotez!"—Suelta un gemido lastimero.—"¡Suéltame, maldición! ¡Vuelve con tu jodida esposa y déjame en paz!"

Christopher lo lanza a la cama con violencia y se sube sobre él, Thomas aprovecha para tomar la pluma que se encontraba en un extremo de la cama y el rubio niega tomándolo del cuello.

—"¿V-Vas a..., m-matarme a mí también?"—La mano que sostiene la pluma tiembla y jadea en busca del oxígeno del que estaba siendo privado.

—"No..."—Lo suelta con brusquedad.—"Jamás te haría daño. A ti no."—Besa su frente, teniendo inconvenientes por la tos del mayor que lo hacía moverse continuamente.

—"Vuelve a tratarme así y te juro que te mato, Christopher."—Su voz está ronca, muy ronca.—"Dos meses, si no se ha ido en dos meses, el que se irá seré yo."

—"Seguro, hermano."

Crimson Peak |Thorki/Hiddlesworth|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora