Parte 19 Si tanto te gusta ¿Por qué no lo haces otra vez?

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Una nueva experiencia más que añadir a la lista de "Aprendiendo con Lexa" y ya iban unas cuantas, a aquel ritmo tendría que acabar comprando una libreta de las gordas para seguir apuntando. Conocer a sus suegros había sido un éxito total y se montó en el coche de vuelta a casa más enamorada de Lexa todavía y con unas sensaciones revoloteándole por el estómago bastante interesantes ¿Se sentiría Lexa igual cuándo conociera a su madre? Esperaba que sí porque era bastante agradable. Ahora tenía suegros, un cuñado y una novia, ni en sus peores pesadillas había concebido algo así, en cambio ahora lo veía más cómo un sueño que había alcanzado y mantenía a salvo entre sus propias manos ¿Qué sería lo siguiente? Ni puta idea pero seguro que tampoco soñó con tenerlo nunca, fuera lo que fuera.

Había pasado una semana de aquello y en apenas tres, la familia de su mejor amigo pasaría unos días con ellos en Portland por Navidad, tenía unas ganas terribles de que los conociera, estaban al día de su relación porque su amigo tenía incontinencia verbal y un poco más le piden una prueba de vida para confirmar que aquello estaba pasando de verdad.

La noche anterior salieron a cenar con Kiara y Linc, alucinante, cena de parejas, ella y su mejor amigo, la Clarke del pasado se habría reído en su propia cara si le hubieran dicho que eso fuera a ser si quiera remotamente posible. Pero Lincoln parecía haberse tomado muy enserio su relación de una vez por todas y sinceramente, si tenía que ser con alguien ella estaba encantada con que la elegida hubiera sido Kiara, y la suya con Lexa era lo más serio que había tenido nunca entre sus brazos. Inaudito, Clarke Griffin enamorada hasta las trancas arriesgándose a todo aquello, a lo que había tenido pavor toda su vida, con los ojos cerrados y dejándose llevar dónde Lexa quisiera arrastrarla sin preguntar el destino, porque le daba exactamente lo mismo, confiaba en ella ciegamente.

Si alguna vez le sobrevenían las dudas solo tenía que mirar a un lado de la cama, a veces la encontraba en ropa interior, a veces completamente desnuda y otras con el pijama puesto, y todas le hacían sentir lo mismo, aquella semana no habían dejado pasar ni un solo día sin dormir juntas. Tampoco la asustaba necesitarla cada vez un poco más, tenía la certeza de que iba a estar a su lado cada una una de esas veces. Si ella se despertaba antes, le gustaba quedarse mirando cómo dormía, la invadía una sensación de paz y la quería un poco más. Entre semana le daba pena despertarla para ir a trabajar, aunque a la morena parecía no pasarle lo mismo porque lo dos días que se despertó primero le faltó saltar sobre ella, y aún así le parecía lo más increíble del mundo.

La tapó mejor con las sábanas porque era sábado y no tenían prisa por levantarse, se acurrucó contra su cuerpo abrazándola fuerte y encontró un hueco en su cuello en el que descansar la cabeza. El calor que desprendía su cuerpo desnudo era una de las cosas más exquisitas que la vida le ofrecía y respirar el aroma de su piel uno de sus vicios favoritos. Estaba segura que si la hubiera encontrado mucho antes, hubiera visto el mundo de otra forma desde el principio, desde que la hubiera mirado por primera vez con aquellos ojos verdes y no habría estado perdiendo el tiempo todos aquellos años, afianzándose en una idea absurda aunque bastante efectiva. ¿Por qué ninguna otra había tenido aquel efecto en ella? La respuesta era simple, la estaba esperando, porque no existía otra, podrían pasar ante sus ojos miles de chicas, unas tras otra, día a día, durante el resto de su vida, que solo la vería a ella. Con Lexa se sentía la mujer más especial y afortunada de cualquier planeta y cada una de sus Lunas.

No era su intención despertarla, pero no podía evitar besarla y acariciar su cuerpo, la suavidad de su abdomen la obligaba a pasar sus dedos y su mano por él, y buscaba encajar mejor su lado, sentir más aquel calor que la mecía y quedarse dormida otra vez junto a ella. Pero no se durmió y sintió como la mano de la morena acariciaba su nunca y se colaba por su pelo mientras se giraba en la cama para quedar frente a ella, que tuvo que abandonar la comodidad de su cuello.

She is SpecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora