Parte 23 El Nirvana del amor

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¿Lo malo de haberse cogido el libre y no tener que madrugar? Que cuándo se despertó no estaba Clarke al lado. Se había ido tres días por viaje de trabajo, la rubia había insistido en ir con ella a pesar de que ya había gastado todos sus días libres, pensaba fingir que estaba enferma o algo así, pero primero, no iba a ir sola y segundo cómo la pillaran se le caería el pelo, además ella estaba perfectamente, aunque cometió el error de decirle que en el viaje de vuelta sentía un poco de malestar general y cuándo llegó a casa por la noche la estaba esperando en la puerta para ir al médico, cosa a la que se negó en rotundo, tuvo que escucharla renegar, renegar mucho, pero no le sirvió de nada, lo que le pasaba era que estaba agotada y solo necesitaba dormir, aunque intentó permanecer despierta porque hacía tres días qua no la veía, duró poco, por eso aquella mañana todavía la echó más de menos.

Las veces que se quedaba ella en la cama más tiempo que la rubia, tenía compañía, porque Maca aprovechaba que nadie la iba a tirar de allí y se tumbaba a su lado, ella la abrazaba y se quedaban así un rato más, le daba mucho calorcito y era muy suave, últimamente la seguía a todas partes, más de lo normal, ya tenía un año y medio y era una perra preciosa. Su vista llegó a ver la fotografía que Clarke tenía en su mesita de noche, era de su viaje de novias, al final había cumplido su sueño de ir a Australia y bucear en aquella imponente barrera de Coral. No lo habría conseguido nunca de no ser por ella, incondicional durante todo aquel tiempo que le costó dejar a un lado la fobia con ayuda de profesionales. Seguía latente en ella, y se coronó con el viaje en avión más largo que iba a volver a hacer jamás, pero tenía a Clarke al lado, sentada junto a ella y porque no decirlo... se había drogado un poquito, lo justo para pasarse la mitad del vuelo durmiendo apoyada en ella. Fueron las dos mejores semanas de su vida. Con Clarke toda su vida era así de increíble, la mujer que decía que no sabía amar, que eso no era para ella, pero a ella la amaba demasiado y lo hacía de puta madre, le daba la matricula de honor, llevaba casi cinco años haciéndola sentir especial e importante cada minuto de su vida. La chica que le tenía miedo al amor y con ella se dejaba hasta el alma.

Cómo podía quedarse en la cama el tiempo que quisiera, eso hizo, total, su mujer aún tardaría algunas horas en llegar a casa, aunque le tenía el móvil petado de notificaciones. Sonrió como una tonta al leerlas, aquella rubia era muy adorable, le contestó con un "Buenos días mi amor" y después respondió cada uno de sus mensajes. Todo era tan perfecto que no se podía creer que estuviera viviendo la vida que siempre quiso tener, incluso una vida mejor, porque la persona con la que la compartía era Clarke. Se destapó porque tenía un poco de calor, pero seguía teniéndolo igual, decidió ponerse un pantalón corto, uno de esos que antes le quedaban un poco grandes y fue al armario a por una camiseta de su mujer, más que nada porque olían a ella, eran las que usaba para estar por casa y resultaban bastante cómodas. La hora del desayuno se había pasado por mucho, y para la de comer, todavía faltaba, pero tenía hambre, suponía que a la rubia no le importaría que se comiera alguna de las chocolatinas que guardaba en su alijo personal. Fue a la cocina seguida de Maca, a lo mejor ella también tenía hambre y llenó el cuenco con su comida favorita. Se fue al sofá con la chocolatina y un vaso de zumo de naranja natural que su mujer siempre dejaba preparado por las mañanas en la nevera, se sentó y la perra se tumbó apoyando la cabeza en sus piernas, se la rascó como agradecimiento por quererla tanto y preocuparse por ella. La sacó a pasear por el barrio aunque la rubia lo hubiera hecho seguro antes de irse a trabajar, pero se aburría sola en casa y la perra no iba a quejarse, le sobraba la energía.

Se volvió a poner cómoda cuando entraron de nuevo en la vivienda, miró el reloj, faltaba apenas media hora par que su mujer llegara a casa y volvía a tener hambre, quizás a la rubia le apetecía comer arroz tres delicias y un filete, o quizás a la que le apetecía era a ella, fuera como fuera fue lo que se puso a cocinar.

She is SpecialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora