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"Y comprender que tal vez amar es otra cosa. Es sentirse ligeros y libres. Es saber que no pretendes apropiarte del corazón de otro, que no es tuyo, que no te toca por contrato. Debes merecerlo cada día."

Me encuentro esperando mi equipaje dentro del aeropuerto

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Me encuentro esperando mi equipaje dentro del aeropuerto. Me invade un poco la nostalgia y suspiro "Ya falta poco" me consuelo a mí misma. "Ya no estarás tan lejos de casa" , tomo mis maletas y me sorprendo en la sala de recibimiento al ver a una persona sosteniendo un cartel sobre su cabeza.

"Bethany Bloomfield".

Brooklyn está buscándome con la mirada, cuando me encuentra, sonrie, sí sonríe mostrando sus dientes y todo, algo que nunca hace. Trago saliva y la realidad que he intentado ignorar o encapsular se estampa en mi cara, pienso en los mensajes y en las cosas que me dijo mientras que estuve con mi familia en California.

Un escalofrío me recorre e identifico el miedo dentro de mi corazón. Por favor Brooklyn, no actúes raro.

Baja el cartel y camina a paso lento hacia donde estoy yo. Mis nervios no me permiten sonreír aunque me siento feliz de verle. Cuando ya estamos frente a frente, sonrío, sus ojos verdes se detienen en los míos. El intercambio dura solo unos segundos, entonces me estrecha en sus brazos con fuerza. Descanso en su pecho y percibo el latir de su corazón y me sorprendo nuevamente al sentir su pulso acelerado. Lo escucho tragar saliva y aclarar su garganta.

Nunca había recibido un abrazo tan grande de su parte.

¿Debería preocuparme?

—Hola—Saluda volviendo a tomar distancia.

—¿Cómo supiste que estaría aquí?—Pregunto curiosa—Te dije que vendría hoy, más no a que hora.

Rueda sus ojos.

—Me lo dijo un pajarito—Enuncia con sorna.

Me cruzo de brazos—Brooklyn.

Niega—No te diré nada—Mira mis maletas—¿Son todas?—Pregunta y asiento, el las toma—Tengo el auto estacionado afuera ¿Vamos?—Sugiere.

Asiento nuevamente y nos dirigimos en completo silencio hasta la salida. Buscamos su auto y cargamos el equipaje en el maletero. Tomo asiento en el lado de copiloto, él enciende su auto y salimos del lugar.

Bethel suena como música de fondo, algo tan tranquilo como ésta gélida noche, las ventanas del auto están abiertas y me relajo al sentir el viento despeinarme.

Aspiro profundamente el aire familiar que me invade.

Aprecio a Brooklyn por el rabillo de mi ojo, está concentrado en la carretera. Frunce sus labios porque es algo que hace cuando está concentrado, y con sus dedos tambolirea el volante. Su perfil es recto, sus cejas son gruesas, sus pestañas inferiores resaltan, y su cabello es rizado. Tiene éste aire de frialdad que me resulta una contradicción.

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