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—¿Viste ése? Es nuevo.

—Es Draco Malfoy, encontraron a su padre muerto en la mansión ésta mañana.

—¿Y que hace aquí, no tiene más familia?

—No lo sé, pero su madre desapareció en la guerra, cuando él era un bebé, dicen que la mujer huyó.

Era una fría mañana, y los niños del orfanato estaban molestos porque Draco Malfoy había terminado allí.

Todos sabían que papel había cumplido su padre en la guerra. Él había sido la mano derecha de Tom Riddle, un mago oscuro que buscaba  exterminar a todos los muggles.

Pero hacía once años que Riddle había muerto, nadie sabía cómo, solo sabían que había tratado de matar a un niñito de a penas un año, y no pudo, los rumores dicen que se suicidó.

Luego de eso atraparon a todos los mortifagos y los llevaron a Azkaban, excepto a Lucius Malfoy, ya que él tenía un hijo y no tenía ningún familiar para que lo cuide.

Los aurores no estuvieron el corazón de dejar al niño solo, ya habían demasiados huérfanos, le dieron prisión domiciliaria a Malfoy. Le obligaron a romper su varita y rodearon su mansión con hechizos protectores para evitar que el hombre salga de allí.

Lucius había cumplido con todas sus obligaciones al pie de la letra, nunca trató de escapar.

Pero, ese día 23 de diciembre, Draco al volver de Hogwarts para pasar navidad en casa, había encontrado a su padre muerto en la sala.

Todos los periódicos hablaban del caso ¿Asesinato? ¿Suicidio? ¿Accidente? Nadie lo sabía, no habían revelado detalles.

Aunque el joven tuviera 12 años  todavía era menor para cuidarse solo. Y terminó en un orfanato.

Hasta que volvieran a empezar las clases en Hogwarts al menos.

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El rubio compartía habitación con otros chicos de su edad.
Habían seis camas, una sobraba. Lo cual era extraño, pensó el rubio, no malgastarian espacio para una cama vacía.

El desayuno era a las ocho de la mañana, el almuerzo a la una, a la tarde variaba el horario de la merienda y la cena era entre las ocho y nueve de la noche. Si no estabas en ninguna comida, pues, te jodias.

Todos se sentaban acorde a la edad. Y el rubio volvió a notar que en su mesa sobraba un plato.

Draco era muy observador, y callado, aunque nadie se le acercaba de igual manera. Tal vez era por los rumores de su apellido, o porque el chico los espantaba ni bien lo miraban.

Las tareas durante el día eran opcionales, hasta que cumplían dieciséis años, allí los obligaban a mantener el lugar.

Eso era algo absurdo según el rubio, porque tenían elfos domésticos y el ministerio les pagaba a las criaturas. Claro que el 50% de ese dinero se lo quedaban los cuidadores, y por eso obligaban a los niños a mantener el lugar.

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—¿Viste al cara rajada hoy Tony?

—No, desde antes de ayer no lo veo, ese cobarde debe estar escondido por allí.

—Aunque no por mucho tiempo.

Ya era de noche, todos estaban acostados, y Draco fingía dormir cuando escuchó a esos niño hablar.

Lo que pudo escuchar de los susurros, era algo sobre otro niño, que no estaba hacia dos o tres días más o menos, que había escapado luego de caer en una trampa, y que estaban planeando hacerle algo.

Orfanato Mágico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora