* ˚Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴜɴᴏ· . ·

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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝟐𝟕 𝐝𝐞 𝐟𝐞𝐛𝐫𝐞𝐫𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟏.

—¡Vale, bien! ¿Me puedes explicar qué le pasaba a este?

La única respuesta que Daniela obtiene es un gruñido de irritación y un pantalón aterrizando de lleno en su rostro. Esa era la, mínimo, séptima vez que su amiga se cambiaba de ropa. Y como todas las anteriores aquel outfit no acababa de convencerla.

—La Leire que yo conozco sería capaz de salir a la calle con un pijama viejo y mugriento sin importarle nada. ¿Qué te pasa?

—¿Qué me pasa? —la morena se gira de golpe encontrándose así con el rostro confuso de la rubia—. Es mi primer día de prácticas. Quiero dar buena impresión.

—Buena impresión —repite por lo bajo en tono de burla—. Cuando empezaste en el Madrid fuiste con lo primero que pillaste en el armario.

La chica suspira con pesadez. Sin responder inmediatamente, se sienta en el borde de la cama junto a su amiga. Aquella vez era diferente, muy diferente. Estaba allí para empezar de cero, para dejar atrás a la Leire que conocía hasta aquel momento.

—Creo que esto ha sido una mala idea —confiesa.

—¿El qué? ¿Irte de España o combinar esa horrorosa falda con esa camiseta?

Aquel comentario logró su cometido inicial, que Leire riera. Un ligera risa que para Dani era más que suficiente. Sabía lo complicado que había sido para la chica dar el paso de romper con aquello que la ataba a Madrid.

—Todo irá bien.

—¿Y si no es así? Soy una enchufada, y eso nunca depara nada bueno.

—¡Eh! —Daniela se coloca en el campo de visión de la morena. Su rostro reflejaba completa seriedad—. No estás ahí de enchufada, estás ahí por lo mucho que has luchado y lo mucho que te has esforzado estos años.

—Pero... —la replica de Leire de inmediato se vio interrumpida.

—Nada de peros. Aprovecha esta oportunidad y deja de pensar en el que dirán.

Leire asiente, no muy convencida, pero asiente. Acto seguido Daniela la agarró del brazo y la puso en pie para situarla delante del armario.

—Esto —le entrega unos pantalones vaqueros y una camiseta básica—, y cualquier par de zapatos que tengan mejor aspecto que las converse.

La morena rio. La determinación de su amiga era lo que le hacía falta, y más en situaciones como aquellas.

—Ahora cámbiate de ropa mientras yo voy a preparar algo de desayunar.

Dicho y hecho. Mientras la rubia se ocupaba de hacer unas tostadas y preparar un par de cafés, Leire terminó de prepararse. El despertador que descansaba aún sobre una de las cajas de la mudanza marcaba las siete y media de la mañana, por lo que aún le quedaban veinte minutos antes de que Mark, el contacto de Adrián y su nuevo mentor en el equipo británico, pasase a buscarla.

—Vida nueva, Leire. Ha llegado el momento de empezar a dejar atrás a los demonios del pasado —susurra para sí misma observándose en el espejo del cuarto de baño.

Hacía una semana que había llegado a tierra inglesa; siete días que había aprovechado para colocar todo, o casi todo, en su nueva habitación y para que Daniela le hiciese un pequeño tour por los barrios cercanos a su apartamento. Días en los que también había aprovechado para ponerse al día con las clases online e informar a sus profesores de que empezaría las prácticas, otra vez, el siguiente lunes.

—¿Ves? Perfecta —la alaga su amiga en cuanto la ve entrar en la cocina—. Simple, cómoda y perfecta.

—¿Tú crees? Aún estoy a tiempo de cam...

—¡No! Ni se te ocurra volver a cambiarte de ropa. Es que ni te tientes.

La chica soltó una carcajada ante la cara de angustia de Daniela. A pesar de que era sábado, por lo que ella ese día no tenía clases había decidido madrugar solo por Leire; aunque después de ver el torbellino de ropa que había montado en su habitación se había acabado arrepintiendo, por lo que un cambio de ropa más no lo soportaría.

—Aclarado eso, desayunemos.

En cuanto Daniela pronunció aquellas palabras, un rugido exigiendo comida salió del estómago de la morena. Sin dudarlo se sentó y se apoderó de una de las tostadas y de una de las tazas de café; aunque su tranquilidad duró poco, ya que a los segundos una pequeña bola de pelos y babas apareció a sus pies a la espera de un trozo de aquel desayuno.

—Buenos días, Stiles —saluda al pequeño pastor alemán de cinco meses que Daniela había adoptado aquellas navidades.

—Le sacaré a pasear cuando te vayas —informa su dueña—, y después iremos a comprar algo para este mediodía, porque tengo la nevera y la despensa bajo mínimos.

Durante quince minutos las dos jóvenes desayunaron en silencio mientras aprovechaban para revisar sus redes sociales. Pasear por Instagram, contestar los Whatsapp que tenían sin leer y asegurarse de que no tenían ningún correo electrónico de la universidad. Y para cuando acabaron el reloj ya marcaba las ocho menos diez.

—Todo irá bien —repite Daniela después de que su amiga fuese en busca de la sudadera y el abrigo, y del bolso—. Tranquila.

—Todo irá bien —repite por lo bajo—. ¿Irá bien?

—Muy bien. Ahora sal por esa puerta y demuestra lo buena fisioterapeuta que vas a ser.

Leire agradeció las palabras de su amiga con un rápido abrazo, y tras despedirse de esta y de Stiles abandonó el apartamento.

Como no podía ser de otra forma, el tiempo británico no ayudaba mucho. Hacía frío y los nubarrones que cubrían el cielo amenazaban lluvia en cualquier instante; aunque Leire no tuvo mucho tiempo para pensar en aquello, ya que en cuanto puso un pie en la calle el claxon de un Citroën llamó su atención. De inmediato reconoció el coche de Mark, y sin dudarlo dos veces subió al asiento del copiloto.

Aquella era la primera vez que la chica veía al hombre, aunque desde que Adrián le había conseguido aquel puesto para las prácticas había hablando en numerosas ocasiones con él.

—Por fin te conozco —aquellas fueron las primeras palabras que salieron de la boca del fisioterapeuta.

Por su aspecto Leire diría que tendría unos cuarenta años, quizás algunos menos; y su aspecto, a simple vista, le trasmitía confianza. Aunque lo que más destacaba de él era aquel marcado acento inglés no propio de Londres.

—Encantada —contesta, regalándole una media sonrisa.

—Adrián me ha dicho que estaban muerta de nervios —bromea en cuanto se pone en marcha—. Me ha hablado muy bien de ti, y sé que lo harás bien, así que no tienes que preocuparte. Y los chicos te adorarán, ya lo verás.

—Me alegra oír eso.

Y tanto que se alegraba. Las palabras del mayor la reconfortaban y hacían que sus nervios se disipasen.

—¿Has tenido a otros estudiantes en prácticas?

—Eres la primera. Aunque he tenido a un par de chicos que acababan de graduarse en la universidad.

—Pues gracias por la oportunidad.

—Me gusta tener a futuros fisioterapeutas aprendiendo junto a mi, así que gracias a ti por aceptar unirte a nosotros. Además, le debo mucho a Adrián, y esto es lo mínimo que podía hacer por él.

Leire volvió a sonreir. Quizás dejar Madrid si había sido una buena idea al fin y al cabo; y quizás, solo quizás, aquel podía ser el comienzo de algo nuevo. El inicio de un futuro donde el pasado no la atormentase diariamente.

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Dᴜsᴋ ᴛɪʟʟ ᴅᴀᴡɴ ||Kᴀɪ Hᴀᴠᴇʀᴛᴢ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora