* ˚Cᴀᴘíᴛᴜʟᴏ ᴄᴀᴛᴏʀᴄᴇ· . ·

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𝐋𝐨𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬, 𝟑𝟎 𝐝𝐞 𝐦𝐚𝐫𝐳𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟐𝟏.

Nervios. Aquellos que media hora antes habían logrado que Daniela perdiera la calma habían hecho el mismo efecto en Leire. Y, las constantes ganas de fumar y las decenas de vueltas que había dado por el apartamento la delataban. Quizás se había precipitado al enviar aquel mensaje, pero en el momento en el que el timbre sonó y Stiles salió disparado hacia la puerta de entrada, se dio cuenta de que era demasiado tarde para arrepentirse. 

—Hola.

Con aquel hilo de voz había recibido al joven que se encontraba al otro lado de la puerta y que portaba una sonrisa que no hacía más que aumentar sus nervios.

—Pizzas y helado, lo prometido es deuda.

Y con aquel entusiasmo le entregó a la anfitriona una tarrina de helado de chocolate y las pizzas que él mismo se había ofrecido a ir a buscar; y acto seguido se adentró en el apartamento.

Como no podía ser de otra forma, Stiles comenzó a olisquear a su invitado, y este, al igual que había hecho Kepa hacía un rato, se puso a su altura para poder acariciarlo. Y Leire, en ese momento, aprovechó para dejar el helado en el congelador antes de regresar junto al futbolista.

—¿Cómo se llama?

—Stiles. Es de Daniela.

—Me encantan los perros, aunque, bueno, no es mi animal favorito —confiesa.

—Lo sé. Kai Havertz es el fan número uno de los burros.

—¿Cómo...lo sabes?

—Internet. Instagram. No te creas que soy una stalker. Pero, no sé, quería saber con quien iba a trabajar.

—Vale —Kai vuelve a incorporarse, dejando así que el perro regrese a su cama—, juegas con la ventaja de que toda nuestra vida está en las redes y en internet, pero yo no cuento con ese privilegio.

—¿Quieres saber mi animal favorito? —formula con gracia al comprender a donde quería llegar el alemán.

—Por ejemplo.

No obtuvo una respuesta inmediata. Por el contrario, Leire se encaminó al salón con el joven siguiendo sus pasos. Y una vez que dejó las pizzas sobre la mesa y se sentó en el sofá, le otorgó a Kai la contestación que esperaba.

—Me gustan los pingüinos.

—¿Pingüinos? Pero a ellos no puedes tenerlos en casa, ni de mascotas, ¿qué gracia tiene?

—Tampoco puedo tener a Leonardo Dicaprio de novio y no puedo evitar que me guste, ¿sabes?

De entre todas las respuestas que podría haberle dado, con aquella no contaba. Comentarios como aquel eran los que habían logrado romper las barreras de Kai hasta el punto de que este sintiera plena confianza en la española. Comentarios tan simples pero tan suyos que marcaban una gran diferencia entre ella y los demás.

—¿Cenamos?  —propone el alemán para romper con el silencio que los había envuelto.

—Por favor; porque hace ya media hora que me hubiera devorado todo lo que hay en la nevera —confiesa, sacándole una risa al chico—. Por cierto, gracias por venir. Porque la verdad es que no me apetecía estar sola.

—Gracias por nada, porque para eso están los amigos, ¿no? Y...después de lo de la semana pasada, te debía una.

—Olvida eso, ¿quieres? 

—No puedo olvidar lo gilipollas que fui. Te confié mis mayores miedos, y tú...te pasaste la tarde limpiando mis lágrimas y tratando de animarme, y como un imbécil voy y dejo de hablarte. 

Dᴜsᴋ ᴛɪʟʟ ᴅᴀᴡɴ ||Kᴀɪ Hᴀᴠᴇʀᴛᴢ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora