Capitulo 17

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—No me gusta verte así.

Susurró Aileen con una mueca de inconformidad. Mis ojos en el paisaje del atardecer que a través de la ventana abierta apreciaba no se movieron ni un milímetro. Mi cerebro lleno de pensamientos carenciales estaba en modo automático. La castaña se levantó del sillón marrón de su habitación para sentarse a mi lado, que sentado en el suelo reposando mi espalda contra la cama tenía. Estiró sus piernas por el suelo de madera junto a mí y comenzó a mover sus pies frenéticamente vestidos en unas calcetas blancas.

— ¿Qué tiene así a mi mejor amigo? —sonrió comprensiva con su toque sincero.

Desde que la conocí las mentiras que brotaban de su boca removían su alma sincera y no se aguantaba a confesar. Tenía una alma linda, gentil que te transmitía confianza y comprensividad. Su luz era como un ente de luz danzante de felicidad que te contagiaba su positividad. Me juntaba con ella por eso y más.

Mi respuesta nunca llegó a sus oídos porque ni un esfuerzo hice de contestar. No hice oposición por mostrarle atención y me sentí fatal por comportarme así con ella. Todavía que ella se mantenía comprensiva y me daba mi espacio dejándome quedarme un rato con su presencia en la recámara de su casa. De vez en cuando me hacía olvidar los tormentos que recordé y me contagiaba la intriga por ver el chisme y conflictos de películas americanas. Nos sentábamos o acomodábamos a veces en su cama colocando alguna película que lograba apagar el ensordecedor dolor que a mi corazón abrazaba.

—Lo lamento —susurré con voz baja— Estoy... ¿bien?

Bien. Era una definición que anteriormente se mantenía acompañándome todos los días. Empapándome en una cotidianidad divertida y gratificante. Bien, es una palabra que bien se podría escuchar creíble con solo susurrarla cuando por dentro los pedazos rotos de tu corazón rasguñando tu conciencia te atormentaban. Maldita palabra, comenzaba a odiarla.

— No me gusta presionarte, lo sabes. Sé que cuando me compartas lo que te atormenta será cuando de ti nazca. Tienes mi apoyo en todo Abid.

Me regaló una sonrisa compresiva. Me sentí afortunado de tenerla como parada de apoyo, porque yo navegaba en un océano de aguas torrenciales y ella era la isla estable y cálida en la que podía descansar. En estos puntos de mi vida monótona y normal, no sabía que estaba ocurriendo con esta misma. No sabía qué hacer. No sabía cómo actuar con ella. No sabía que tenía que ser de esta vida. No sabía hacia dónde ir. No tenía ni la mínima idea de si quería seguir viviendo en este núcleo dañino de reencarnaciones.

Una semana después, de que todo a mí llegara como una avalancha a derrocar mi tranquilidad, hundiéndome en los espesos mantos de recuerdos que me atormentaban desde que la maldita caja abrí. Era muy tarde para arrepentirme y lamentarme. Mi amor hacia ella regresó como una bomba nuclear desatando nuevamente todos los miedos hechos realidad. Todos mis pensamientos negativos me atacaron y me obligaron a sucumbirme en lo que ahora era. Un jodido desinteresado.

Tomé la ruta fácil a los caminos turbios que con burla me bañaban en incertidumbre. Ignorar. Después de todo, era muy bueno en eso. Ignoré el amor iracundo que tenía hacia ella. Ignoré las tardes de concordia cuando entre sus brazos me arropaba. Ignoré las sonrisas de armonía que tanto me tranquilizaban. Ignoré esos besos que un sabor a ganas de más me dejaban. Ignoré el sentimiento de calma que me embriagaba y tanto amaba de ella. Ignoré las promesas huecas que el aire asaltó y se llevó. Ignoré las lágrimas de murria y dolor que me abatieron cuando sin vida me la topé. Ignoré todo el miedo que me carcomía lentamente de pensar que lo mismo iba a ocurrir en esta vida. Lo único que pude hacer fue ignorar. Y me estaba ayudando a retener este dolor.

— Gracias— la miré y mis ojos mostraron la gratitud que sentía— Me tengo que ir.

— Esta bien. Te veo mañana —nos despedimos con una mirada y un ligero abrazo fraternal.

Eternamente Tú  (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora